2008-11-27 13:43:46

El presidente del Consejo pontificio para la cultura afirma, recordando las palabras del Papa, que el concepto de verdad debe ser asumido en su máxima expansión, superando “la limitación decretada por la razón a lo que es verificable experimentalmente y abriéndose a la verdad en su totalidad”


Jueves, 27 nov (RV).- “La ciencia 400 años después de Galileo Galilei. El valor y la complejidad ética de la investigación tecno-científica contemporánea” es el título del congreso celebrado ayer por la tarde, con motivo del 60 aniversario de la fundación de Finmecánica, el ente italiano que trabaja en el campo de la tecnología a todos los niveles, desde la mecánica hasta la científica. Este encuentro contó con la participación del cardenal Angelo Sodano, Secretario de Estado vaticano y de Mons. Gianfranco Ravasi, presidente del Consejo Pontificio para la Cultura.

Mons. Ravasi se refirió en su intervención a los muchos caminos que pasan entre la ciencia y la teología y afirmó que, sin embargo, existe la necesidad de que un solo camino “gire entorno a una cuestión que a nivel ideal y práctico hable de la verdad”. De este modo citó el discurso del Siervo de Dios Juan Pablo II de 1980, al dirigirse precisamente a los científicos y estudiantes en la catedral de Colonia, Alemania, en que afirmaba que “cuando la ciencia es entendida como ‘un hecho técnico’ los procesos de investigación conducen a un resultado de tipo técnico”.

El presidente del Consejo Pontificio para la Cultura añadió que en materia de ‘conocimiento’, tiene valor lo que conduce al resultado; aunque subrayó que actualmente en el mundo, este proceso se reduce a un conjunto de fenómenos manipulables porque el objeto de la ciencia es funcional y se la analiza en proporción a esta funcionalidad, colocando la verdad en un plano superficial que, en ocasiones, es rechazado. Por eso recordó que Benedicto XVI afirma que el concepto mismo de verdad debe ser asumido en su máxima expansión, superando “la limitación decretada por la razón a lo que es verificable de modo experimental, y abriéndose a la verdad en su totalidad. De ahí que, en este sentido, la teología no sólo como disciplina histórica y humano-científica, sino como interrogativo sobre la razón de la fe, debe tener su lugar en la universidad y en el amplio diálogo de las ciencias, para propiciar una visión plena que no impone saltos de frontera, confundiendo los modos específicos y los estatutos propios de cada disciplina, sino que constituye el diálogo fecundo y las encrucijadas positivas en la búsqueda de la verdad que libera”.







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