El Papa exhorta a buscar el justo equilibrio en la curación sin ensañamiento y asegura
que la Iglesia no olvida a los huérfanos o abandonados a causa de la miseria y la
disgregación familiar, los niños víctimas inocentes del SIDA, la guerra, la miseria,
la sequía y el hambre
Sábado, 15 nov (RV).- Con los niños y enfermos hay que buscar el justo equilibrio
entre curación sin ensañamiento, garantizar la comunicación con las familias y asegurar
la solidaridad cuando la enfermedad de un niño es consecuencia de las múltiples caras
de la miseria. “Al niño se le debe el máximo respeto”. Benedicto XVI ha aludido a
la antigua máxima de poeta latino Juvenal como expresión de la responsabilidad y delicadeza
que los adultos deben tener con los pequeños enfermos y como demostración de que la
Iglesia no olvida nunca a sus hijos más pequeños”.
Ante el Papa en la Sala
Clementina del Palacio Apostólico estaban presentes un nutrido grupo de expertos que
han participado en la XXIII Conferencia Internacional, que durante estos días han
debatido en el Vaticano sobre el tema de la “Pastoral de los niños enfermos”, organizada
por el Pontificio Consejo para la Pastoral de la Salud. Con ellos el Pontífice ha
recordado que el escenario de la infancia en dificultad, desgraciadamente muy difundido,
“en vastas regiones de la tierra”, se sintetiza en el drama de un número: aquellos
cuatro millones de recién nacidos que cada año no llegan a sobrevivir más de 26 días.
Los progresos de la medicina han permitido, ha dicho Benedicto XVI, mejorar las condiciones
de muchos niños enfermos, sin embargo ha afirmado: “La investigación médica se encuentra
actualmente frente a opciones difíciles cuando se trata, por ejemplo, de llegar a
un justo equilibrio entre insistir o desistir terapéuticamente para asegurar aquellos
tratamientos adecuados a las reales necesidades de los pequeños pacientes, sin ceder
a la tentación de experimentar con ellos. No es superficial recordar que en el centro
de toda intervención médica debe estar siempre el compromiso del verdadero bien del
niño, considerado en su dignidad de sujeto humano con plenos derechos.
Desde
antes de nacer, pues, un niño que sufre a causa de una enfermedad debe estar siempre
asistido “con amor”, asegurándole que tenga una comunicación constante con los familiares,
ha señalado el Santo Padre: “El aspecto sanitario y el aspecto humano no van nunca
disociados, y toda estructura asistencial y sanitaria, especialmente si está animada
por un genuino espíritu cristiano, tiene el deber de ofrecer lo mejor en cuanto a
competencia profesional y humanidad. El enfermo, especialmente si es un niño, comprende
el lenguaje de la ternura y del amor, expresado por medio de un servicio atento, paciente
y generoso, animado en los creyentes por el deseo de manifestar la misma predilección
que Jesús tiene por los niños”.
Tras agradecer a los participantes su contribución
profesional en la Conferencia Internacional, Benedicto XVI ha concluido su discurso
con un llamamiento para que se tenga un corazón siempre más abierto ante el sufrimiento
de los pequeños.
“Pienso sobre todo en los pequeños huérfanos o abandonados
a causa de la miseria y la disgregación familiar; pienso en los niños víctimas inocentes
del SIDA o de la guerra y de tantos conflictos armados actualmente en distintas partes
del mundo; pienso en la infancia que muere a causa de la miseria, la sequía y el hambre.
La Iglesia no olvida a estos sus hijos más pequeños y si, por un lado, aplaude las
iniciativas de las naciones más ricas para mejorar las condiciones de su desarrollo,
por otro, advierte con fuerza el deber de invitar a prestar una atención mayor a estos
hermanos nuestros, para que gracias a nuestra coral solidaridad puedan mirar la vida
con confianza y esperanza.