Benedicto XVI subraya la importancia vital que representa que tanto Lituania como
el conjunto de Europa, cultiven su memoria histórica y preserven su verdadera identidad
para sobrevivir y prosperar en el mundo del siglo XXI
Viernes, 7 nov (RV).- Benedicto XVI ha recibido esta mañana al nuevo embajador de
la República de Lituania ante la Santa Sede. En su discurso al diplomático el Papa
ha retomado el discurso del nuevo embajador sobre la necesidad de una Europa moderna
respetando la tradición, y ha destacado el espíritu que fluye de la enseñanza del
Evangelio.
El Santo Padre ha subrayado además la extensa y noble historia
cristiana de Lituania, que se remonta a la época de san Casimiro e incluso más allá
de ella. “La fe del pueblo lituano –ha añadido el Pontífice- ha resistido a los períodos
de la dominación y de la opresión extranjera, preservando y consolidando su identidad.
Ahora que la república ha recuperado su independencia, puede ofrecer un válido testimonio
de los valores que permitieron a su gente sobrevivir en esos años difíciles”.
Y
aludiendo a las vicisitudes de su predecesor, el Siervo de Dios Juan Pablo II, Benedicto
XVI ha manifestado que él supo por experiencia propia, que la fe compartida es una
fuente maravillosa de fuerza y de unidad en medio de la adversidad. “Porque quienes
han vivido bajo tales circunstancias adquieren la profunda convicción de que la felicidad
verdadera sólo puede encontrarse en Dios. Saben que cualquier sociedad que niegue
a su Creador, inevitablemente comienza a perder su sentido de la belleza, de la verdad
y de la calidad de la vida humana.
En la actualidad, sin embargo, en los países
que formaron parte del Bloque del Este, ha crecido una generación que no ha vivido
la experiencia del gobierno totalitario, y que, por lo tanto, tiende a hacer uso de
su libertad política. “Una situación –ha dicho el Santo Padre- donde existe el riesgo
de que desaparezcan algunos de los frutos que maduraron en épocas de prueba”.
El Pontífice ha retomado el discurso del embajador lituano en el que el diplomático
analizaba los peligros que debe afrontar la sociedad de hoy que, aunque libre, sufre
cada vez más la fragmentación y la confusión moral. Y en este contexto Benedicto XVI
ha dicho que es de vital importancia que Lituania, y también el conjunto de Europa,
cultiven su memoria histórica, para preservar su verdadera identidad y poder así sobrevivir
y prosperar en el mundo del siglo XXI. Porque como ha reafirmado el Papa “es una paradoja
y una tragedia que en esta era de la globalización, cuando las posibilidades de comunicación
e interacción han aumentado a un nivel inimaginable para las generaciones anteriores,
se tenga la sensación de que muchos pueblos sigan aislados unos de otros. Lo cual
da lugar a muchos problemas sociales que no se puedan resolver sólo en clave política.
El
Papa ha recordado también el importante papel que la Iglesia tiene en Lituania a través
del mensaje de la esperanza que proclama. Porque “ella intenta construir una civilización
del amor enseñando que Dios es amor”, y el “amor de Dios conduce a la participación
en la justicia y la generosidad de Dios hacia los demás”. De hecho la práctica del
cristianismo conduce naturalmente a la solidaridad, conduce a una determinación para
servir al bien común y para responsabilizarse de los miembros más débiles de la sociedad.
“Trabajando
juntos –ha proseguido Benedicto XVI- podemos ayudar a forjar una Europa en la cual
la prioridad sea la defensa del matrimonio y la vida familiar; la protección de la
vida humana desde la concepción hasta su fin natural, y la promoción de prácticas
éticas sanas en la investigación médica y científica: prácticas que sean verdaderamente
respetuosas de la dignidad del ser humano. Podremos promover una solidaridad eficaz
con los pobres, los enfermos, las personas vulnerables, y todos los marginados de
la sociedad”.