Audiencia general: el Pontífice resalta el significado central de la Cruz en la vida
de San Pablo, centro en la historia de la humanidad y objeto continuo de la teología
paulina
Miércoles, 29 oct (RV).- Benedicto XVI como cada miércoles ha presidido esta mañana
la Audiencia General en la plaza de san Pedro. Han escuchado la catequesis del Papa,
que una vez más la ha dedicado a la figura del Apóstol Pablo, unos 20 mil fieles y
peregrinos que han desafiado una desapacible jornada tras las copiosas lluvias que
cayeron la pasada noche en Roma.
En su catequesis el Pontífice ha hablado del
significado central de la Cruz en la vida de San Pablo. La Cruz es “el centro del
centro” en la historia de la humanidad y es objeto continuo de la teología paulina.
El Papa ha explicado que el apóstol Pablo, el apóstol de las gentes, predicando a
una comunidad en la cual “los desordenes y escándalos estaban presentes en modo preocupante
y en la cual la comunión estaba amenazada por parte de las divisiones internas que
dañaban la unidad”, “se presentó no con palabras de sabiduría, sino con la Cruz; no
con palabras persuasivas o argumentaciones sofisticadas, sino en la debilidad de Dios,
en la Cruz”.
El Pontífice ha recordado como un dios en la cruz fuese inaceptable
para los judíos, los griegos o los grupos heréticos. Para los hebreos porque no se
correspondía con la revelación; para los griegos porque era contrario a la razón;
para los grupos heréticos porque no era conforme al dios que se habían construido.
“En la lógica griega, -que es también la lógica media de nuestro tiempo -ha observado
el Papa- comprender a un dios convertido en hombre, derrotado y que además después
resucita, era imposible.
“¿Pero por qué - se ha preguntado Benedicto XVI- san
Pablo ha hecho de la Cruz el punto fundamental de su predicación? La respuesta -ha
dicho- no es difícil: la cruz revela la potencia de Dios que es distinta del poder
humano y, sobre todo revela su amor”. “Dios se sirve de modos y de instrumentos que
a nosotros nos parecen a primera vista sólo de debilidad”. La cruz revela por una
parte la debilidad del hombre y por otra parte la potencia de Dios, es decir, la gratuidad
del amor”. Nosotros, ha terminado diciendo el Papa encontramos nuestra fuerza en “la
humildad del amor y debemos uniformar nuestra vida sobre esta verdadera sabiduría”.
El
Santo Padre, una vez más durante la Audiencia ha recordado la figura del beato Juan
XXIII, augurando “que la figura del Papa Roncalli, aún viva en el pueblo cristiano,
nos impulse a todos a seguir con entusiasmo el Evangelio”. En la audiencia ha participado
un numeroso grupo de fieles de la diócesis de Bérgamo, paisanos del Papa Roncalli,
que estos días están participando en las manifestaciones para conmemorar los 50 años
de la elección de Juan XXIII.
Este ha sido el resumen que de su catequesis
el Papa ha hecho en español para los fieles de nuestra lengua presentes en la plaza
de san Pedro:
Queridos
hermanos y hermanas: La experiencia de Pablo camino de Damasco cambió totalmente
su existencia que quedó marcada por el significado central de la Cruz: entendió que
Cristo había muerto y resucitado por él y por todos. La Cruz tiene un lugar principal
en la historia de la humanidad y es objeto continuo de la teología paulina. La Cruz
es “escándalo y necedad” (1 Co 1,18-23): donde parece reinar sólo el dolor y la debilidad,
es donde está todo el poder del Amor infinito de Dios. La Cruz es el “centro del centro”
del misterio cristiano. Ciertamente la encarnación y la resurrección son misterios
centrales del cristianismo; pero San Pablo ve en la Cruz la manifestación más elocuente
del Amor de Dios por nosotros.
Para el Apóstol, Cristo
crucificado es sabiduría, porque manifiesta en verdad quién es Dios, y nos muestra
el amor que salva al hombre de manera gratuita. Esta total gratuidad es la verdadera
sabiduría. En la segunda carta a los Corintios (5,14-21), Pablo expresa en dos afirmaciones
su experiencia del Crucificado. En primer lugar, Dios ha tratado como pecado a Cristo
que ha muerto por todos, ha expiado nuestro pecado. En segundo lugar, Dios nos ha
reconciliado consigo, sin imputarnos nuestras culpas. Los creyentes podemos decir
con San Pablo: “¡Dios me libre de gloriarme si no es en la Cruz de Cristo, en la cual
el mundo está crucificado para mí, y yo para el mundo!” (Ga 6, 14)