2008-10-29 15:31:38

Audiencia general: el Pontífice resalta el significado central de la Cruz en la vida de San Pablo, centro en la historia de la humanidad y objeto continuo de la teología paulina


Miércoles, 29 oct (RV).- Benedicto XVI como cada miércoles ha presidido esta mañana la Audiencia General en la plaza de san Pedro. Han escuchado la catequesis del Papa, que una vez más la ha dedicado a la figura del Apóstol Pablo, unos 20 mil fieles y peregrinos que han desafiado una desapacible jornada tras las copiosas lluvias que cayeron la pasada noche en Roma.

En su catequesis el Pontífice ha hablado del significado central de la Cruz en la vida de San Pablo. La Cruz es “el centro del centro” en la historia de la humanidad y es objeto continuo de la teología paulina. El Papa ha explicado que el apóstol Pablo, el apóstol de las gentes, predicando a una comunidad en la cual “los desordenes y escándalos estaban presentes en modo preocupante y en la cual la comunión estaba amenazada por parte de las divisiones internas que dañaban la unidad”, “se presentó no con palabras de sabiduría, sino con la Cruz; no con palabras persuasivas o argumentaciones sofisticadas, sino en la debilidad de Dios, en la Cruz”.

El Pontífice ha recordado como un dios en la cruz fuese inaceptable para los judíos, los griegos o los grupos heréticos. Para los hebreos porque no se correspondía con la revelación; para los griegos porque era contrario a la razón; para los grupos heréticos porque no era conforme al dios que se habían construido. “En la lógica griega, -que es también la lógica media de nuestro tiempo -ha observado el Papa- comprender a un dios convertido en hombre, derrotado y que además después resucita, era imposible.

“¿Pero por qué - se ha preguntado Benedicto XVI- san Pablo ha hecho de la Cruz el punto fundamental de su predicación? La respuesta -ha dicho- no es difícil: la cruz revela la potencia de Dios que es distinta del poder humano y, sobre todo revela su amor”. “Dios se sirve de modos y de instrumentos que a nosotros nos parecen a primera vista sólo de debilidad”. La cruz revela por una parte la debilidad del hombre y por otra parte la potencia de Dios, es decir, la gratuidad del amor”. Nosotros, ha terminado diciendo el Papa encontramos nuestra fuerza en “la humildad del amor y debemos uniformar nuestra vida sobre esta verdadera sabiduría”.

El Santo Padre, una vez más durante la Audiencia ha recordado la figura del beato Juan XXIII, augurando “que la figura del Papa Roncalli, aún viva en el pueblo cristiano, nos impulse a todos a seguir con entusiasmo el Evangelio”. En la audiencia ha participado un numeroso grupo de fieles de la diócesis de Bérgamo, paisanos del Papa Roncalli, que estos días están participando en las manifestaciones para conmemorar los 50 años de la elección de Juan XXIII.

Este ha sido el resumen que de su catequesis el Papa ha hecho en español para los fieles de nuestra lengua presentes en la plaza de san Pedro: RealAudioMP3

Queridos hermanos y hermanas:
La experiencia de Pablo camino de Damasco cambió totalmente su existencia que quedó marcada por el significado central de la Cruz: entendió que Cristo había muerto y resucitado por él y por todos. La Cruz tiene un lugar principal en la historia de la humanidad y es objeto continuo de la teología paulina. La Cruz es “escándalo y necedad” (1 Co 1,18-23): donde parece reinar sólo el dolor y la debilidad, es donde está todo el poder del Amor infinito de Dios. La Cruz es el “centro del centro” del misterio cristiano. Ciertamente la encarnación y la resurrección son misterios centrales del cristianismo; pero San Pablo ve en la Cruz la manifestación más elocuente del Amor de Dios por nosotros.

 
Para el Apóstol, Cristo crucificado es sabiduría, porque manifiesta en verdad quién es Dios, y nos muestra el amor que salva al hombre de manera gratuita. Esta total gratuidad es la verdadera sabiduría. En la segunda carta a los Corintios (5,14-21), Pablo expresa en dos afirmaciones su experiencia del Crucificado. En primer lugar, Dios ha tratado como pecado a Cristo que ha muerto por todos, ha expiado nuestro pecado. En segundo lugar, Dios nos ha reconciliado consigo, sin imputarnos nuestras culpas. Los creyentes podemos decir con San Pablo: “¡Dios me libre de gloriarme si no es en la Cruz de Cristo, en la cual el mundo está crucificado para mí, y yo para el mundo!” (Ga 6, 14)







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