2008-10-28 18:49:01

50 aniversario de la elección pontificia del beato Juan XXII: Benedicto XVI evoca la personalidad del Papa bueno, hombre y pastor de paz, que supo abrir en Oriente y Occidente inesperados horizontes de fraternidad entre cristianos y de diálogo entre todos


Martes, 28 oct (RV).- En ocasión del 50 aniversario de la elección pontificia del Beato Juan XXIII, esta tarde Benedicto XVI ha acudido a la Basílica de San Pedro, donde se ha detenido en oración ante el altar del Papa Roncalli. Durante la Santa Misa presidida por el cardenal Secretario de Estado, Tarcisio Bertone, el Pontífice ha saludado además a los fieles de la diócesis de Bergamo, unos tres mil de esta diócesis italiana a la que pertenece, Sotto il Monte, el lugar donde nació el Papa Roncalli.

Mañana, estos mismos peregrinos, que han llegado a Roma para conmemorar precisamente la elección pontificia del beato Juan XXIII, acudirán a la audiencia general de Benedicto XVI, encabezados por el obispo de Bérgamo, Mons. Roberto Amadei.

Benedicto XVI ha querido recordar a Juan XXIII y su papel fundamental en la decisión, preparación e inicio del Concilio Vaticano II, “un don, verdaderamente especial, ofrecido a la Iglesia”. Al mismo tiempo el Papa ha mencionado el papel fundamental que para Juan XXIII tenía la familia, donde “se aprende a vivir de forma cotidiana el precepto cristiano fundamental del amor”.

En este contexto el Santo Padre ha citado una carta del futuro Papa a sus familiares donde podía leerse el siguiente párrafo: “La educación que deja las huellas más profundas es la de casa. Yo he olvidado mucho de lo que he leído en los libros, pero todavía recuerdo perfectamente todo lo que ha aprendido de los padres y los ancianos”

La gracia de Dios, ha añadido el Papa, estaba preparando una estación comprometida y prometedora para la Iglesia y la sociedad, y encontró en la docilidad al Espíritu Santo, que distinguió toda la vida de Juan XXIII, el terreno fértil para crecer la concordia, la esperanza, la unidad y la paz, para el bienestar de la entera humanidad.

“Además Papa Juan indicó la fe en Cristo y la pertenencia a la Iglesia, madre y maestra, como garantía de fecundo testimonio cristiano en el mundo. De esta manera”, ha proseguido Benedicto XVI, en las fuertes contraposiciones de su tiempo el Papa bueno fue hombre y pastor de paz. Que supo abrir en Oriente y Occidente inesperados horizontes de fraternidad entre cristianos y diálogo entre todos. La diócesis de Bergamo está de fiesta y no podía faltar al encuentro espiritual con su hijo más ilustre, “un hermano convertido en padre por voluntad del Señor”, como él mismo decía.

Al lado de la Confesión del apóstol Pedro reposan sus venerados restos mortales. Desde este lugar querido por todos los bautizados, él repitió: “soy Giuseppe, vuestro hermano”. Y luego Benedicto XVI ha dicho a los fieles bergamascos que habían venido para reafirmar los lazos comunes, y la fe les abre una dimensión verdaderamente católica, por esto han querido encontrar al Obispo de Roma, que es el Padre universal.

Más adelante, el Papa ha resaltado que Juan XXIII ha ofrecido a la Iglesia un don verdaderamente especial, como lo fue el Concilio Vaticano II, decidido preparado e iniciado por él. “Comprometámonos todos a acoger en modo adecuado este don continuando a meditar las enseñanzas y a traducir en la vida las indicaciones operativas. Además el Santo Padre ha recordado que en la parroquia se aprende a vivir concretamente la propia fe, esto nos permite mantener viva la rica tradición del pasado y reproponer los valores en un ambiente social secularizado, que se presenta a menudo hostil o indiferente. Y justamente pensando en situaciones de este género es que el Papa Juan dijo en la encíclica Pacem in terris: el creyente debe ser una chispa de luz, un centro de amor, un fermento vivificante en el conjunto: cuanto más lo sea, más en la intimidad de sí mismo, vive en comunión con Dios.

Este fue el programa de vida del gran Pontífice y éste puede ser el ideal de todo creyente y de toda comunidad cristiana que sepa obtener en la celebración eucarística, en la fuente del amor gratuito fiel y misericordioso del Crucifijo resucitado.

Con mucha confianza, ha dicho por último Benedicto XVI, el papa Roncalli confiaba a la parroquia, familia de familias, la tarea de alimentar entre los fieles los sentimientos de comunión y fraternidad. Plasmada por la Eucaristía, la parroquia puede convertirse, como pensaba el Papa bueno, en fermento de una inquietud saludable en el consumismo e individualismo difundido de nuestros tiempos, despertando la solidaridad y abriendo en la fe el ojo del corazón para reconocer el Padre, que es amor gratuito, deseoso de compartir con los hijos su mismo gozo.







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