2008-10-27 15:51:20

El Papa recibe a la nueva embajadora de Filipinas y recuerda la importancia de reconocer en los inmigrantes una fuente y no un obstáculo para el desarrollo, y pide que las políticas nacionales e internacionales que regulan la inmigración, se basen en criterios de justicia y equilibrio, con especial atención a la reunificación familiar


Lunes, 27 oct (RV).- En particular, por medio de su actividad diplomática, la Santa Sede anhela impulsar en el mundo el compromiso del diálogo, para promover los valores universales que manan de la dignidad humana, avanzando por el camino de comunión con Dios y los unos con los otros». Lo ha reiterado Benedicto XVI, en su discurso de bienvenida a la nueva embajadora de Filipinas, alentando a los católicos y «a todos los hombres y mujeres de buena voluntad, de esta nación, a promover la paz y la armonía social, con sus pueblos vecinos y con los de todo el mundo».

Como es tradicional, en sus discursos con motivo de la presentación de Cartas credenciales, por parte de un nuevo embajador ante la Santa Sede, el Papa ha abarcado - también esta mañana - importantes temas, como la riqueza del mensaje social evangélico y la legítima autonomía y la colaboración entre Iglesia y estado. En particular, Benedicto XVI ha alentado las iniciativas de la sociedad filipina en favor de los más débiles – en especial de los no nacidos, los enfermos y los ancianos –

Tras manifestar su gran aprecio por la preocupación del gobierno de Manila por los trabajadores emigrantes filipinos, el Santo Padre ha evocado, precisamente, el foro global celebrado en la capital de este país y dedicado a la migración y el desarrollo.

Recordando la importancia de reconocer en los inmigrantes una fuente y no un obstáculo para el desarrollo, Benedicto XVI ha hecho hincapié en los numerosos desafíos que deben afrontar los líderes de los gobiernos para garantizar la dignidad humana de los inmigrantes y su integración en la sociedad.

«El justo cuidado de los inmigrantes y la construcción de una solidaridad del trabajo requieren que los gobiernos, las agencias humanitarias, los creyentes y todos los ciudadanos cooperen con prudencia y paciente determinación», (cfr. Encíclica de Juan Pablo II Laborem Exercens, 8) ha señalado el Papa. Destacando luego que «las políticas nacionales e internacionales, que se proponen regular la inmigración, se deben basar en criterios de justicia y equilibrio, con especial atención a la reunificación de las familias. Y sin olvidar, al mismo tiempo - ha hecho hincapié Benedicto XVI – que se «deben impulsar, en cuanto sea posible, las oportunidades de trabajo en los países de origen» (cfr. Gaudium et Spes, 66).

En este contexto, el Santo Padre se ha referido también a la reforma agraria en Filipinas, con el anhelo de que «mejoren las condiciones de vida de los pobres». «Una reforma agraria planeada cuidadosamente puede beneficiar a una sociedad - impulsando un sentido de común responsabilidad y estimulando la iniciativa individual – de forma que una nación pueda, al mismo tiempo, alimentar a su propio pueblo y ampliar su participación en los mercados internacionales, para aumentar sus oportunidades de desarrollo en el proceso de la globalización».

Benedicto XVI ha asegurado sus oraciones para que «implementando las medidas que fomentan la justa distribución de los bienes y el desarrollo sostenible de los recursos naturales, los campesinos filipinos puedan lograr aumentos de producción y garantizar las ganancias necesarias para su sustento y el de sus familias».

Animando a la nación filipina a perseverar en su participación en los foros internacionales para alentar la paz, la solidaridad humana y el diálogo interreligioso – metas íntimamente ligadas con el desarrollo humano y social – Benedicto XVI ha recordado que «a la luz del Evangelio, la Iglesia católica está convencida, desde siempre, de que para alcanzar condiciones más humanas no hay que limitarse a impulsar las dimensiones meramente económicas y tecnológicas. Sino que se trata de favorecer la cultura, el respeto de la vida y de la dignidad de los demás, así como el reconocimiento por parte del hombre, de los valores supremos, y de Dios, que de ellos es la fuente y el fin». El Papa se une en la oración a todos los filipinos, con el anhelo de que la paz de Dios reine en los corazones y en los hogares de todos.







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