El Papa exhorta a los participantes en un congreso de cirujanos italianos a humanizar
la medicina, aliviar los sufrimientos de los enfermos y respetar incondicionalmente
su dignidad humana, en cada momento de la vida
Lunes, 20 oct (RV).- Benedicto XVI ha reiterado la necesidad de humanizar la medicina
y de aliviar los sufrimientos – sin cosificar al enfermo en este tiempo de progreso
tecnológico - en el respeto incondicional de la dignidad humana de las personas, en
cada momento de la vida y teniendo en cuenta la importancia de la familia. Al recibir,
este medio día en audiencia a los participantes en un congreso nacional de la Sociedad
italiana de cirujanos, el Papa ha subrayado, precisamente, el tema elegido para este
encuentro, ‘Por una cirugía en el respeto del enfermo’: «La específica misión que
califica vuestra profesión médica y quirúrgica está constituida por tres objetivos:
curar a la persona enferma o, al menos, intentar incidir de forma eficaz en la evolución
de la enfermedad; aliviar los síntomas dolorosos que la acompaña, sobre todo cuando
está en fase avanzada y cuidar solícitamente a la persona enferma en todo lo que se
refiere a sus expectativas humanas».
Tras destacar los lados positivos de los
avances de la medicina, de la ciencia y de la técnica quirúrgica, aliviando el sufrimiento
de los enfermos, el Santo Padre ha señalado un riesgo nuevo: «El de abandonar al paciente
en el momento en que se percibe la imposibilidad de obtener resultados apreciables.
No se debe olvidar que, si bien no se pueda prospectar una curación, se puede hacer
mucho en favor del enfermo: se puede aliviar su sufrimiento, sobre todo se le puede
acompañar en su camino, haciendo todo lo posible por mejorar su calidad de vida. Es
algo que no se puede menospreciar. Porque cada paciente, también el incurable, lleva
consigo un valor incondicionado, una dignidad que se debe honrar, que constituye el
fundamento ineludible de toda acción médica. El respeto de la dignidad humana, en
efecto, exige el respeto incondicionado de cada ser humano, nacido o no nacido, sano
o enfermo, en cualquier condición en que éste se encuentre».
Sin olvidar la
«relevancia primaria de la relación de mutua confianza que se establece entre médico
y paciente, Benedicto XVI ha señalado cuán importante es que se alcance una verdadera
alianza terapéutica, impulsando la esperanza y las cualidades humanas. Pero hoy se
presentan también otros peligros: «Hay que mirar con desconfianza cualquier intento
de intromisión del exterior en esta delicada relación entre médico y paciente. Por
una parte, es innegable que se debe respetar la autodeterminación del paciente, pero
sin olvidar que la exaltación individualista de la autonomía acaba llevando a una
lectura no realista y ciertamente empobrecida, de la realidad humana. Por otra parte,
la responsabilidad profesional del médico debe llevarlo a proponer un tratamiento
que persiga el verdadero bien del paciente, con la conciencia de que su específica
competencia lo capacita, generalmente, para evaluar la situación, mejor que el mismo
paciente».
Benedicto XVI ha recordado que tampoco se debe olvidar la importancia
del ambiente familiar. No se puede cosificar al enfermo en nombre de las exigencias
científicas, técnicas o de la organización de la asistencia sanitaria: «Es muy importante
no apartar de la relación terapéutica el contexto existencial del paciente, en particular
a su familia. Por ello es necesario promover el sentido de responsabilidad de los
familiares, en lo que respecta a un pariente: es un elemento importante para evitar
la mayor alienación del enfermo que, casi inevitablemente sufre cuando es confiado
a una medicina altamente tecnológica, pero privada de suficiente vibración humana».
El Santo Padre ha terminado su discurso haciendo hincapié en la responsabilidad
de los cirujanos de promover una cirugía que respete verdaderamente la dignidad humana
de los enfermos. «Tarea fascinante y comprometida», en la que el Papa los acompaña
con su oración, impulsado precisamente por su misión de Pastor.