En las meditaciones durante el rezo del Rosario el Papa recuerda que es necesario
que se perciba el Rosario como oración contemplativa, y esto no puede suceder si falta
un clima de silencio interior
Domingo, 19 oct (RV).- Benedicto XVI, tras las celebraciones de esta mañana en Pompeya,
por la tarde se ha dirigido de nuevo al Santuario de la Bienaventurada Virgen del
Rosario para recitar, junto a los fieles presentes, precisamente el santo Rosario.
Pero antes, el Papa ha querido detenerse ante la urna del beato Bartolo Longo. “Ante
su urna he orado y me he preguntado ¿Este gran apóstol de María, de dónde ha sacado
la energía y la constancia necesarias para cumplir una obra tan importante? ¿No es
el Rosario por él acogido un verdadero don del corazón de la Virgen?”.
“¡Sí,
ha sido así!”, ha exclamado el Pontífice en el curso de las meditaciones durante el
rezo del Rosario, “esta popular oración mariana es un medio espiritual precioso para
crecer en la intimidad con Jesús, y para aprender, siguiendo a la Virgen Santa, a
cumplir siempre la voluntad divina”. El Santo Padre ha evocado después la Exhortación
apostólica del Siervo de Dios Pablo VI “Marialis cultus”, y la Carta apostólica
de Juan Pablo II “Rosarium Virginis Mariae”, que ha entregado idealmente a
la Comunidad de Pompeya. A todos ellos el Papa ha recordado que están llamados “a
hacer vuestro el carisma del beato Bartolo Longo, y a convertiros, e la medida y en
el modo que Dios conceda a cada uno, en auténticos apóstoles del santo Rosario”.
Pero
para ser apóstoles del Rosario es necesario profundizar en la belleza de la oración
del Rosario, una oración simple y accesible a todos. “El Rosario –ha explicado Benedicto
XVI- es escuela de contemplación y de silencio. A primera vista, podría parecer una
oración que acumula palabras, difícilmente conciliable con el silencio que precisamente
se recomienda para la meditación y la contemplación. En realidad –ha proseguido el
Papa- esta repetición rítmica del Ave María no turba el silencio interior, es más,
es necesario y lo alimenta”.
Lo mismo sucede con los Salmos cuando se reza
la Liturgia de las Horas, “el silencio florece a través de las palabras y las frases,
no como un vacío, sino como una presencia de sentido último que trasciende a las propias
palabras y junto con ellas, habla al corazón”. “De este modo, recitando el Ave María
–ha señalado el Pontífice- tenemos que estar atentos a que nuestras palabras no ‘cubran’
las de Dios, el cual habla siempre a través del silencio, ‘como el susurro de una
brisa ligera’. Por lo que es importante cuidar este silencio lleno de Dios, tanto
en el rezo personal, como en el comunitario. Incluso cuando se reza en grandes asambleas,
como acabamos de hacer y como cada día hacéis en este Santuario, es necesario que
se perciba el Rosario como oración contemplativa, y esto no puede suceder si falta
un clima de silencio interior”.
Benedicto XVI ha querido añadir una reflexión
más relacionada con la Palabra de Dios en el Rosario: “Si la contemplación cristiana
no puede prescindir de la Palabra de Dios, también el Rosario, para ser oración contemplativa,
tiene que emerger siempre del silencio del corazón como respuesta a la Palabra, siguiendo
el modelo de la oración de María”. Seguidamente el Pontífice ha enumerado los elementos
que pertenecen a las Sagradas Escrituras en el Rosario, para después recordar que
hoy se celebra la Jornada Misionera Mundial.
En esta festividad el Papa ha
evocado la figura del beato Bartolo Longo, quien vivió por la caridad. En este sentido
el Santo Padre ha señalado que a la caridad y la oración por la paz, confía el compromiso
espiritual y pastoral de cuantos visitan el Santuario de Pompeya. Por último Benedicto
XVI ha saludado a todos los presentes despidiéndose de la ciudad, impartiendo su bendición
apostólica.