Benedicto XVI en su homilía en el Santuario de la Virgen del Santo Rosario de Pompeya,
recuerda que el Rosario es el “arma” espiritual en la lucha contra el mal, contra
toda violencia, para la paz en los corazones, en las familias, en la sociedad y en
el mundo
Domingo, 19 oct (RV).- Benedicto XVI ha abandonado esta mañana el Vaticano para trasladarse,
en peregrinación, al Santuario italiano de la Bienaventurada Virgen del Santo Rosario
de Pompeya, donde ha celebrado la santa Misa ante la fachada de este Santuario de
fama mundial, arropado por miles de fieles de toda la región donde se encuentra enclavado
este insigne Santuario dedicado a la Virgen del Rosario.
El Papa ha dado inicio
su homilía recordando que ha seguido las huellas del Siervo de Dios Juan Pablo II,
y por este motivo “he venido en peregrinación a Pompeya para venerar, junto a vosotros,
a la Virgen María, Reina del Santo Rosario. He venido, en particular, para confiar
a la Madre de Dios -en cuyo seno el Verbo se ha hecho carne- la Asamblea del Sínodo
de los Obispos que se está celebrando en el Vaticano sobre el tema “La Palabra de
Dios en la vida y en la misión de la Iglesia”. Mi visita coincide también con la Jornada
Misionera Mundial: contemplando en María, a Aquella que ha acogido en sí al Verbo
de Dios y lo ha entregado al mundo, rezaremos en esta Misa por aquellos que en la
Iglesia utilizan sus energías al servicio del anuncio del Evangelio en todas las naciones”.
Con
estas palabras que han trazado el motivo de su peregrinación a este Santuario Mariano,
Benedicto XVI ha comenzado su homilía para después, saludar y agradecer, a los que
han participado en la misma, las oraciones que han hecho por él y por las necesidades
de la Iglesia universal. A este punto ha recordado a todos los grupos que conforman
la sociedad, y de manera especial a los que sufren, los enfermos, los ancianos que
están solos, los jóvenes en dificultad, los encarcelados, los que sufren la pobreza;
“a todos -ha dicho Benedicto XVI- os encomiendo a María y os invito a confiar siempre
en su maternal ayuda”.
Seguidamente el Papa ha reflexionado sobre las lecturas
proclamadas durante la Liturgia de la Palabra, del profeta Sofonías, guiados, ha subrayado,
por nuestra Madre y Maestra, María: “La primera Lectura y el Salmo responsorial, expresan
la alegría del pueblo de Israel por la salvación dada por Dios, salvación que es liberación
del mal y esperanza de vida nueva. Con su gracia Dios renueva el corazón del hombre
perdonándole su pecado, lo reconcilia e infunde en él la valentía para el bien. Todo
esto se manifiesta en la vida de los santos, y lo vemos aquí en la obra apostólica
del beato Bartolo Longo, fundador de la nueva Pompeya”.
Desde sus comienzos,
la comunidad cristiana ha visto en la personificación de Israel y de Jerusalén, un
significativo y profético acercamiento con la Virgen María, que viene reconocida precisamente
como “hija de Sión” y arquetipo del pueblo que ha “encontrado gracia” a los ojos del
Señor. Es una interpretación que volvemos a encontrar en el pasaje evangélico de las
bodas de Caná: “El evangelista Juan señala simbólicamente que Jesús es el esposo de
Israel, del nuevo Israel que somos todos nosotros en la fe, venido a traer la gracia
de la nueva Alianza, representada por el ‘vino bueno’. Al mimo tiempo, pone de relieve
también el papel de María, que viene llamada desde el inicio ‘la madre de Jesús’,
pero que después el Hijo mismo llama, ‘mujer’, anteponiendo a la parentela la unión
espiritual, según la cual María en persona es precisamente la esposa amada del Señor,
es decir del pueblo que él ha elegido para irradiar su bendición sobre toda la familia
humana. Dios es viñador, Israel es la viña que encontrará su realización perfecta
en Cristo, nosotros, somos los sarmientos; y el vino es el fruto, es decir el amor,
porque precisamente el amor es aquello que Dios espera de sus hijos”.
Al amor,
ha proseguido el Papa, exhorta el apóstol Pablo en la segunda Lectura, de la Carta
a lo Romanos. Encontramos delineada en esta página el programa de vida de una comunidad
cristiana, cuyos miembros han sido renovados por el amor y se esfuerzan por renovarse
continuamente, para discernir siempre la voluntad de Dios y no volver a caer en el
conformismo de la mentalidad mundana. La nueva Pompeya, es un ejemplo de esta nueva
civilización, llamada a desarrollarse bajo la mirada maternal de María.
Seguidamente
el Papa ha recordado otras muchas iniciativas de caridad activadas por el Beato Bartolo
Longo para los hermanos más necesitados. “¡Donde llega Dios, el desierto florece!
También el beato Bartolo Longo, con su personal conversión, dio testimonio de esta
fuerza espiritual que transforma al hombre interiormente y lo capacita para realizar
grandes cosas según el designio de Dios. En este Año Paulino, me gusta subrayar que
también Bartolo Longo, como san Pablo, fue transformado de perseguidor en apóstol;
apóstol de la fe cristiana, del culto mariano y, en particular, del Rosario, en el
que encontró una síntesis de todo el Evangelio”.
Esta ciudad refundada por
éste beato, ha proseguido el Papa, es una demostración histórica de cómo Dios transforma
el mundo: colmando de caridad el corazón del hombre y haciendo un “motor de renovación
religioso y social”. Aquí en Pompeya se entiende que el amor por Dios y el amor por
el prójimo son inseparables. Aquí el genuino pueblo cristiano, la gente que afronta
la vida con sacrificio, encuentra la fuerza para perseverar en el bien sin pactar
con nada. “¡Queé este Santuario y esta ciudad continúen sobre todo a estar siempre
unidos a un don singular de María: la oración del Rosario”.
Cuando en la célebre
pintura de la Señora de Pompeya, vemos a la Virgen Madre y a Jesús Niño que entregan
el Rosario respectivamente a santa Catalina de Siena y a santo Domingo, comprendemos
inmediatamente que esta oración nos conduce, por medio de María, a Jesús, como nos
ha enseñado también el querido Papa Juan Pablo II en la Carta Rosarium Virginis
Mariae, en la que se refiere explícitamente al beato Bartolo Longo y al carisma
de Pompeya.
El Rosario es una oración contemplativa accesible a todos; grandes
y pequeños, laicos y clérigos, cultos y poco instruidos. Es el vínculo espiritual
con María para permanecer unidos a Jesús, para conformarse a Él, para asimilar los
sentimientos y comportamientos de Él. El Rosario es el “arma” espiritual en la lucha
contra el mal, contra toda violencia, para la paz en los corazones, en las familias,
en la sociedad y en el mundo.
Benedicto XVI ha finalizado su homilía manifestando
que la eucaristía es fuente inagotable de vida y de esperanza y ha dado las gracias
al Beato Longo por haber dado un testimonio luminoso de esta verdad evangélica. “Dirijamos
todavía una vez nuestro corazón a María con las palabras de la Súplica, que recitaremos”:
“Tu, Madre nuestra, eres nuestra abogada, nuestra esperanza, ten piedad de nosotros
... Misericordia para todos, oh Madre de misericordia, Amen”.