2008-10-19 14:45:32

Benedicto XVI en su homilía en el Santuario de la Virgen del Santo Rosario de Pompeya, recuerda que el Rosario es el “arma” espiritual en la lucha contra el mal, contra toda violencia, para la paz en los corazones, en las familias, en la sociedad y en el mundo


Domingo, 19 oct (RV).- Benedicto XVI ha abandonado esta mañana el Vaticano para trasladarse, en peregrinación, al Santuario italiano de la Bienaventurada Virgen del Santo Rosario de Pompeya, donde ha celebrado la santa Misa ante la fachada de este Santuario de fama mundial, arropado por miles de fieles de toda la región donde se encuentra enclavado este insigne Santuario dedicado a la Virgen del Rosario.

El Papa ha dado inicio su homilía recordando que ha seguido las huellas del Siervo de Dios Juan Pablo II, y por este motivo “he venido en peregrinación a Pompeya para venerar, junto a vosotros, a la Virgen María, Reina del Santo Rosario. He venido, en particular, para confiar a la Madre de Dios -en cuyo seno el Verbo se ha hecho carne- la Asamblea del Sínodo de los Obispos que se está celebrando en el Vaticano sobre el tema “La Palabra de Dios en la vida y en la misión de la Iglesia”. Mi visita coincide también con la Jornada Misionera Mundial: contemplando en María, a Aquella que ha acogido en sí al Verbo de Dios y lo ha entregado al mundo, rezaremos en esta Misa por aquellos que en la Iglesia utilizan sus energías al servicio del anuncio del Evangelio en todas las naciones”.

Con estas palabras que han trazado el motivo de su peregrinación a este Santuario Mariano, Benedicto XVI ha comenzado su homilía para después, saludar y agradecer, a los que han participado en la misma, las oraciones que han hecho por él y por las necesidades de la Iglesia universal. A este punto ha recordado a todos los grupos que conforman la sociedad, y de manera especial a los que sufren, los enfermos, los ancianos que están solos, los jóvenes en dificultad, los encarcelados, los que sufren la pobreza; “a todos -ha dicho Benedicto XVI- os encomiendo a María y os invito a confiar siempre en su maternal ayuda”.

Seguidamente el Papa ha reflexionado sobre las lecturas proclamadas durante la Liturgia de la Palabra, del profeta Sofonías, guiados, ha subrayado, por nuestra Madre y Maestra, María: “La primera Lectura y el Salmo responsorial, expresan la alegría del pueblo de Israel por la salvación dada por Dios, salvación que es liberación del mal y esperanza de vida nueva. Con su gracia Dios renueva el corazón del hombre perdonándole su pecado, lo reconcilia e infunde en él la valentía para el bien. Todo esto se manifiesta en la vida de los santos, y lo vemos aquí en la obra apostólica del beato Bartolo Longo, fundador de la nueva Pompeya”.

Desde sus comienzos, la comunidad cristiana ha visto en la personificación de Israel y de Jerusalén, un significativo y profético acercamiento con la Virgen María, que viene reconocida precisamente como “hija de Sión” y arquetipo del pueblo que ha “encontrado gracia” a los ojos del Señor. Es una interpretación que volvemos a encontrar en el pasaje evangélico de las bodas de Caná: “El evangelista Juan señala simbólicamente que Jesús es el esposo de Israel, del nuevo Israel que somos todos nosotros en la fe, venido a traer la gracia de la nueva Alianza, representada por el ‘vino bueno’. Al mimo tiempo, pone de relieve también el papel de María, que viene llamada desde el inicio ‘la madre de Jesús’, pero que después el Hijo mismo llama, ‘mujer’, anteponiendo a la parentela la unión espiritual, según la cual María en persona es precisamente la esposa amada del Señor, es decir del pueblo que él ha elegido para irradiar su bendición sobre toda la familia humana. Dios es viñador, Israel es la viña que encontrará su realización perfecta en Cristo, nosotros, somos los sarmientos; y el vino es el fruto, es decir el amor, porque precisamente el amor es aquello que Dios espera de sus hijos”.

Al amor, ha proseguido el Papa, exhorta el apóstol Pablo en la segunda Lectura, de la Carta a lo Romanos. Encontramos delineada en esta página el programa de vida de una comunidad cristiana, cuyos miembros han sido renovados por el amor y se esfuerzan por renovarse continuamente, para discernir siempre la voluntad de Dios y no volver a caer en el conformismo de la mentalidad mundana. La nueva Pompeya, es un ejemplo de esta nueva civilización, llamada a desarrollarse bajo la mirada maternal de María.

Seguidamente el Papa ha recordado otras muchas iniciativas de caridad activadas por el Beato Bartolo Longo para los hermanos más necesitados. “¡Donde llega Dios, el desierto florece! También el beato Bartolo Longo, con su personal conversión, dio testimonio de esta fuerza espiritual que transforma al hombre interiormente y lo capacita para realizar grandes cosas según el designio de Dios. En este Año Paulino, me gusta subrayar que también Bartolo Longo, como san Pablo, fue transformado de perseguidor en apóstol; apóstol de la fe cristiana, del culto mariano y, en particular, del Rosario, en el que encontró una síntesis de todo el Evangelio”.

Esta ciudad refundada por éste beato, ha proseguido el Papa, es una demostración histórica de cómo Dios transforma el mundo: colmando de caridad el corazón del hombre y haciendo un “motor de renovación religioso y social”. Aquí en Pompeya se entiende que el amor por Dios y el amor por el prójimo son inseparables. Aquí el genuino pueblo cristiano, la gente que afronta la vida con sacrificio, encuentra la fuerza para perseverar en el bien sin pactar con nada. “¡Queé este Santuario y esta ciudad continúen sobre todo a estar siempre unidos a un don singular de María: la oración del Rosario”.

Cuando en la célebre pintura de la Señora de Pompeya, vemos a la Virgen Madre y a Jesús Niño que entregan el Rosario respectivamente a santa Catalina de Siena y a santo Domingo, comprendemos inmediatamente que esta oración nos conduce, por medio de María, a Jesús, como nos ha enseñado también el querido Papa Juan Pablo II en la Carta Rosarium Virginis Mariae, en la que se refiere explícitamente al beato Bartolo Longo y al carisma de Pompeya.

El Rosario es una oración contemplativa accesible a todos; grandes y pequeños, laicos y clérigos, cultos y poco instruidos. Es el vínculo espiritual con María para permanecer unidos a Jesús, para conformarse a Él, para asimilar los sentimientos y comportamientos de Él. El Rosario es el “arma” espiritual en la lucha contra el mal, contra toda violencia, para la paz en los corazones, en las familias, en la sociedad y en el mundo.

Benedicto XVI ha finalizado su homilía manifestando que la eucaristía es fuente inagotable de vida y de esperanza y ha dado las gracias al Beato Longo por haber dado un testimonio luminoso de esta verdad evangélica. “Dirijamos todavía una vez nuestro corazón a María con las palabras de la Súplica, que recitaremos”: “Tu, Madre nuestra, eres nuestra abogada, nuestra esperanza, ten piedad de nosotros ... Misericordia para todos, oh Madre de misericordia, Amen”.







All the contents on this site are copyrighted ©.