El Papa inaugura la XII Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos y recuerda
que cuando el hombre elimina a Dios de su horizonte se extiende el arbitrio del poder,
los intereses egoístas, la injusticia y la explotación, la violencia en todas sus
expresiones
Domingo, 5 oct (RV).- Con el anhelo de que la luz de Cristo ilumine cada ámbito de
la humanidad, el Papa recuerda que el amor de Dios espera una respuesta de los hombres.
Cristo vence siempre y derrota la muerte, por encima de todo mal. Haciendo resonar
este mensaje de esperanza y la promesa de Jesús, Benedicto XVI ha inaugurado la XII
Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos.
“Presidiendo esta solemne
celebración Eucarística, en la Basílica de San Pablo - puesto que el Sínodo tiene
lugar en el Año Paulino - Benedicto XVI ha evocado, en su homilía, las lecturas litúrgicas
de este domingo. La del profeta Isaías y la del Evangelio de Mateo. Ambas – la imagen
de la viña y la de la boda - describen el proyecto divino de la salvación. Una conmovedora
alegoría de la alianza de Dios con su pueblo, en la que sin embargo el Señor recibe
una respuesta indigna. No la simple desobediencia a un precepto divino, sino un verdadero
rechazo de Dios.
Esta denuncia de la página evangélica interpela nuestra forma
de pensar y de actuar. En particular, a los pueblos que han recibido el anuncio del
Evangelio. La historia nos muestra, no pocas veces, «la frialdad y la rebelión de
cristianos incoherentes», ha recordado el Papa, señalando que, por consiguiente, Dios
– aun manteniendo su promesa de salvación, ha tenido que recurrir a menudo al castigo.
Pensemos en aquellas primeras comunidades cristianas que parecían florecientes y que
sin embargo desaparecieron, de las que queda un recuerdo sólo en los libros de historia,
ha señalado Benedicto XVI, poniendo en guardia contra el riesgo de que vuelva a suceder:
«¿No podría pasar lo mismo también en nuestra época? Naciones un tiempo ricas de fe
y de vocaciones ahora van perdiendo su propia identidad, bajo la influencia deletérea
y destructiva de cierta cultura moderna. Hay quien, habiendo decidido que ‘Dios ha
muerto’, se declara él mismo ‘dios’, considerándose como único artífice de su propio
destino, propietario absoluto del mundo. Desembarazándose de Dios y no esperando de
él la salvación, el hombre cree que puede hacer lo que le plazca y que puede presentarse
como única medida de sí mismo y de su propia conducta».
«Pero, cuando el hombre
elimina a Dios de su propio horizonte ¿es verdaderamente más feliz y más libre?»:
«Cuando los hombres se proclaman propietarios absolutos de sí mismos y únicos dueños
de la creación ¿pueden verdaderamente construir una sociedad donde reinen la libertad,
la justicia y la paz? ¿No sucede, más bien - como demuestra ampliamente la actualidad
cotidiana – que se extiendan el arbitrio del poder, los intereses egoístas, la injusticia
y la explotación, la violencia en todas sus expresiones? En fin de cuentas, lo que
sucede es que el hombre se encuentra más solo y la sociedad más dividida y confundida».
El Santo Padre ha evocado la promesa que hay en las palabras de Jesús, de
que «la viña no será destruida», sino que el dueño la encomendará a otros servidores
fieles: «Ello indica que, si en algunas regiones la fe se debilita hasta extinguirse,
habrá siempre otros pueblos listos para acogerla. Precisamente por ello Jesús - al
tiempo que cita el Salmo 117: ‘La piedra que los constructores desecharon en piedra
angular se ha convertido’ - asegura que su muerte no será la derrota de Dios. Habiendo
sido matado, no quedará en la tumba, aún más, precisamente la que parecerá una derrota
total, marcará el comienzo de una victoria definitiva. A su dolorosa pasión y muerte
en la Cruz seguirá la gloria de la resurrección. La viña seguirá, pues, produciendo
uva y el dueño la arrendará a otros labradores, que le paguen los frutos a su tiempo
(Mt 21,41)».
La imagen de la viña, con sus implicaciones morales y espirituales,
volverá en las palabras de Jesús en la Última Cena. A partir del evento pascual la
historia de la salvación conoce un cambio y sus protagonistas serán ‘otros labradores’
que como elegidos retoños en Cristo, verdadera vid, darán frutos abundantes de vida
eterna: «El consolador mensaje que recibimos de esos textos bíblicos es la certeza
de que el mal y la muerte no tienen la última palabra, sino que el que vence al final
es Cristo ¡Siempre! La Iglesia no se cansa de proclamar esta Buena Nueva, como ocurre
también hoy, en esta Basílica dedicada al Apóstol de las gentes, el primero que difundió
el Evangelio en vastas regiones de Asia menor y de Europa. Renovaremos, de forma significativa,
este anuncio durante la XII Asamblea general ordinaria del Sínodo de los Obispos que
tiene como tema: ‘La Palabra de Dios en la vida y en la misión de la Iglesia».
Tras
hacer hincapié en que «cuando Dios habla, solicita siempre una respuesta» y en que
«su acción de salvación requiere la cooperación humana», pues su amor espera ser correspondido»,
el Papa ha recordado que «sólo la Palabra de Dios puede cambiar profundamente el corazón
del hombre, por lo que es importante que los creyentes y las comunidades entren en
una intimidad cada vez mayor con ella».
El anuncio de la Palabra, en la escuela
de Cristo, tiene como contenido el Reino de Dios, que es la misma persona de Jesús,
que con sus palabras y sus obras ofrece la salvación a los hombres de toda época,
ha reiterado el Santo Padre, exhortando a no desmayar en el anuncio, cada vez más
eficaz del Evangelio en nuestro tiempo: «Todos percibimos cuán necesario es poner
en el centro de nuestra vida la Palabra de Dios, acoger a Cristo como único Redentor
nuestro, como Reino de Dios en persona, para hacer que su luz ilumine cada ámbito
de la humanidad: de la familia a la escuela, a la cultura, al trabajo, al tiempo libre
y otros sectores de la sociedad y de nuestra vida. Participando en la Celebración
eucarística, percibimos siempre los estrechos lazos que existen entre el anuncio de
la Palabra de Dios y el Sacrificio eucarístico: es el mismo Misterio que se ofrece
a nuestra contemplación».