2008-10-04 19:23:11

Visita oficial al palacio del Quirinal del Santo Padre Benedicto XVI, en la fiesta litúrgica de san Francisco de Asís, fundador de la Orden de los franciscanos, patrono de Italia


Sábado, 4 oct (RV).- El Santo Padre Benedicto XVI realizó esta mañana a las 11,00 una visita oficial al presidente de la República Italiana, Honorable, Giorgio Napolitano, en el Palacio del Quirinal. En su alocución, el Papa se refirió a la libertad religiosa, el respeto a la vida y a la dignidad humana; la formación de las nuevas generaciones y la convivencia pacifica del Estado y de la Iglesia para promover y servir al bien de la persona y de la sociedad italiana.

Benedicto XVI fue acompañado por una delegación vaticana, encabezada entre otros, por los cardenales Tarcisio Bertone, secretario de Estado; Giovanni Lajolo, presidente de la Pontifica Comisión para el Estado de la Ciudad del Vaticano y Angelo Bagnasco, presidente de la Conferencia episcopal italiana. Ésta es la segunda vez que Benedicto XVI es recibido en el Quirinal, el palacio que en el pasado y durante más de dos siglos fue precisamente, residencia de los Romanos Pontífices.

Precisamente este argumento histórico fue el que abrió el discurso del Papa tras saludar a las autoridades civiles y políticas presentes y agradecer en particular al mandatario italiano, la visita que hizo a la Ciudad del Vaticano en noviembre de 2006, poco después de habar sido elegido para la Suprema magistratura Italiana, y por el concierto que le dedicó el pasado 24 de abril, en el aniversario del inicio de su Ministerio petrino.

El Papa quiso atribuir un valor más profundo y simbólico a esta visita recordando que varios de sus predecesores vivieron y gobernaron la Iglesia Universal desde esa sede, experimentando pruebas y persecuciones, como lo fue para Pío VI y Pío VII, ambos arrancados con violencia de su sede episcopal y arrastrados al exilio. Y afirmó textualmente:

“En un determinado punto de la historia este palacio se convirtió casi en un signo de contradicción, cuando por una parte, Italia anhelaba constituirse como un estado Unitario, y por la otra, la Santa Sede, estaba preocupada por conservar su propia independencia para garantizar su misión universal. Un contraste que duro decenios y que fue motivo de sufrimientos para aquellos que sinceramente amaban a la Patria y a la Iglesia”.

El Papa dijo además que esta cuestión se resolvió de forma definitiva e irrevocable con la firma de los Pactos Lateranenses, el 11 de febrero de 1929, que regula las relaciones entre la Iglesia y el Estado italiano. Sin embargo, sólo diez años después del acuerdo, por primera vez un Pontífice, el siervo de Dios Pío XII entró nuevamente en el Quirinal desde 1870. Después de recordar algunas palabras de su predecesor, Pío XII, en las que poéticamente se refiere a las dos colinas, la del Vaticano y la del Quirinal, Benedicto XVI confirmó con satisfacción que hoy en la ciudad de Roma conviven pacíficamente y colaboran fructuosamente el Estado Italiano y la Sede Apostólica.

“También mi visita confirma que el Quirinal y el Vaticano no son dos colinas que se ignoran o se enfrentan con hastío, son mas bien, lugares que simbolizan el respeto mutuo de la soberanía del estado y de la Iglesia, dispuestos a cooperar juntos para promover y servir al bien integral de la persona humana y del pacífico desarrollo de la convivencia social”.

El Santo Padre dedicó su segunda reflexión a la figura de san Francisco de Asís, patrono de Italia de quien hoy celebramos su fiesta litúrgica. El Papa también destacó que en su discurso -durante la firma de los pactos lateranenses- Pío XI se refirió a san Francisco, mientras diez años después, junto a santa Catalina de Siena fue confirmado como patrono de Italia, por Pío XII en un momento en que las amenazas de guerra se cernían dramáticamente sobre Italia y Europa. Benedicto XVI retomó algunas palabras de su predecesor el Siervo de Dios Juan Pablo II durante su visita al Quirinal en 1985, en la que sostenía que ninguna figura encarnaba mejor que san Francisco el espíritu italiano.

Al respecto, el Santo Padre subrayó que en este santo, cuya figura atrae a creyentes y no creyentes, sigue representando la perenne misión de la Iglesia, incluso en su relación con la sociedad civil, es decir, proponiendo el mensaje de salvación del Evangelio, y contribuyendo a la edificación de una sociedad fundada en la verdad y la libertad; en el respeto de la vida y de la dignidad humana, y en la justicia y la solidaridad social:

“Por lo tanto, como he recordado en otras circunstancias, la “Iglesia no tiene miras de poder, ni pretende privilegios o aspira a posiciones de ventaja económica o social. Su único fin es el de servir al hombre, inspirándose, como norma de suprema conducta, en las palabras y el ejemplo de Jesucristo que vivió haciendo el bien y curando a todos”.

En este contexto, Benedicto XVI reafirmó que para que la Iglesia pueda cumplir su misión, debe gozar del derecho a la libertad religiosa, tal como lo establece la declaración universal de los derechos humanos de la que se conmemoran 60 años. El Papa recordó las palabras que pronunció en abril de este año, en la sede de la ONU cuando dijo que no se puede limitar la plena garantía de la libertad religiosa al libre ejercicio del culto, sino que se debe considerar la dimensión pública de la religión y la posibilidad de que los creyentes contribuyan al desarrollo social. En este contexto el Santo Padre recordó la importancia de la educación de las nuevas generaciones como clave indispensable para permitir el acceso a un futuro inspirado en los valores del humanismo cristiano.

“Espero que la aportación de la comunidad católica sea acogida por todos con el mismo espíritu de disponibilidad con el que es ofrecido. No hay razones para temer un abuso contra la libertad por parte de la Iglesia y de sus miembros, los cuales esperan que les sea reconocida la libertad de no traicionar su propia conciencia iluminada por el Evangelio”.

Y tras expresar su profundo afecto por el pueblo italiano, el Santo Padre Benedicto XVI invocó la protección de la Santísima Virgen María y de san Francisco sobre toda la nación, mientras impartió su bendición apostólica.







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