Audiencia a los obispos de Asia Central: el Papa agradece a Dios la superación de
las presiones del ateísmo y comunismo, y exhorta a los prelados a no desanimarse ante
las plagas que ponen en peligro la paz en el mundo, como la violencia, terrorismo,
extremismos y fundamentalismo
Jueves, 2 oct (RV).- «El Papa está a vuestro lado y os sostiene en vuestro ministerio».
Son las palabras de aliento que Benedicto XVI ha dirigido a los Obispos de las Regiones
de Asia Central. Agradeciendo al Señor por haber podido superar las presiones del
ateísmo y comunismo y exhortándolos a perseverar en su importante misión, impulsados
por el amor de Cristo, el Santo Padre los ha animado a perseverar en su apostolado,
saliendo al paso de los necesitados y sin desanimarse ante los desafíos que ponen
en peligro la seguridad y la paz en el mundo de hoy.
En su discurso a los
Obispos y al Delegado para los fieles greco-católicos en Kazajistán, al Administrador
Apostólico en Kirguistán, al Administrador Apostólico en Uzbekistán, al Superior de
la Missio sui iuris en Tayikistán y al Superior de la Missio sui iuris en Turkmenistán,
que han concluido hoy su visita ad limina apostolorum, el Papa ha alentado a dar gracias
al Señor:
«Demos gracias al Señor porque - a pesar de las duras presiones
ejercidas durante los años del régimen ateo y comunista - gracias a la abnegación
de celosos sacerdotes, religiosos y laicos, la llama de la fe sigue encendida en el
corazón de los creyentes ».
Y tras animar a estos queridos hermanos a no desalentarse
ante el número reducido de las comunidades - evocando a los primeros discípulos del
Señor que anunciaban y testimoniaban con alegría el Evangelio, ayudando a los pobres
y enfermos - el Papa ha recordado que «también hoy, como entonces, es el Espíritu
Santo el que conduce a la Iglesia». Por lo que es importante dejarse guiar por él,
educando a la escucha de la Palabra de Dios, suscitando en particular en los jóvenes
el amor a la Eucaristía y la devoción mariana y difundir en las familias el rezo del
Rosario.
Buscando asimismo, con paciencia y valentía, nuevas formas y métodos
de apostolado, actualizándolos según las exigencias de hoy y la lengua y cultura de
los fieles encomendados. Afianzados en la firme unidad de los Pastores y clero, sin
olvidar la importante colaboración también de los laicos. Todo ello – ha señalado
Benedicto XVI – «es más necesario aún para afrontar los desafíos que la sociedad globalizada
de hoy presenta al anuncio y a la práctica coherente de la vida cristiana, también
en vuestras regiones»:
«Quisiera recordar que, además de las dificultades que
he mencionado, se registran casi en todo el mundo fenómenos preocupantes, que ponen
en serio peligro la seguridad y la paz. Me refiero, en particular, a la plaga de la
violencia y del terrorismo, a la difusión del extremismo y del fundamentalismo. Se
deben contrastar, ciertamente, estos flagelos con intervenciones legislativas. Pero
nunca la fuerza del derecho se puede transformar en iniquidad. Ni se puede limitar
el libre ejercicio de las religiones, puesto que profesar la propia fe libremente
es uno de los derechos humanos fundamentales y universalmente reconocidos.
«La
Iglesia no impone, sino que propone libremente la fe católica, sabiendo bien que la
conversión es el fruto misterioso de la acción del Espíritu Santo. La fe es don y
obra de Dios», ha reiterado luego Benedicto XVI, haciendo hincapié en que «está prohibida
toda forma de proselitismo que obligue o induzca y atraiga a alguien con medios inoportunos
a abrazar la fe (cfr Ad gentes n.13)». Pues «una persona puede abrirse a la fe después
de madura y responsable reflexión y debe poder realizar libremente esta íntima inspiración»,
ha destacado el Papa, añadiendo que «Ello va en ventaja no sólo del individuo, sino
de toda la sociedad, puesto que la fiel observancia de los preceptos divinos ayuda
a construir una convivencia más justa y solidaria».
Reiterando su aliento en
el trabajo que han emprendido estos Pastores, Benedicto XVI ha manifestado su profundo
aprecio y gratitud a los sacerdotes y religiosos que colaboran en las diversas circunscripciones
eclesiásticas. A los franciscanos en la Diócesis de la Santísima Trinidad en Almaty;
los jesuitas en Kirguistán; los franciscanos conventuales en Uzbekistán; los religiosos
del Verbo Encarnado en Tayikistán y los Oblatos de María Inmaculada en Turkmenistán.
E invitando también a otras familias religiosas a ofrecer generosamente su contribución,
enviando personal y medios para cumplir el trabajo apostólico en las vastas regiones
de Asia Central, el Papa ha invocado el amparo de María, Reina de los Apóstoles sobre
estos obispos y sus comunidades, junto con su oración y bendición.