Escuchar el programa Jueves, 25 sep
(RV).- "Cuando el Espíritu Santo descienda sobre vosotros, recibiréis fuerza para
ser mis testigos" , es el eje el mensaje que el Santo Padre Benedicto XVI brindó a
miles de jóvenes congregados en el atrio de la catedral de Notre-Dame de París, durante
su reciente viaje por Francia.
En este maravilloso encuentro, el Santo Padre
enfatizó en dos elementos: el primero que ocupó también la agenda de los jóvenes en
Sidney, hace referencia al redescubrimiento de muchos jóvenes sobre la importancia
del Espíritu Santo, en la vida del cristiano.
El Espíritu nos pone en contacto
íntimo con Dios, en quien se encuentra la fuente de toda auténtica riqueza humana.
Señaló el Santo Padre subrayando que todos buscamos en la vida amar y ser amados,
y en esa búsqueda el Papa subraya que sólo volviendo a Dios, a sus enseñanzas, no
sólo se aprende a amar, sino que además se puede obtener la fuerza para amar. El
Pontífice dijo que el Espíritu, que es Amor, puede abrir los corazones para recibir
el don del amor auténtico. ¡Todos buscan la verdad y quieren vivirla, vivir realmente!.
Cristo es esta verdad. Él es el único Camino, la única Verdad y la verdadera Vida.
El Espíritu es el guía necesario de la oración, el alma de nuestra esperanza y el
manantial de la genuina alegría.
El Papa Benedicto XVI subrayó en su mensaje
a los jóvenes parisienses que acercarse a la comprensión de la fe y la fuerza del
Espíritu, permite también ver en el prójimo al hermano que Dios nos ha dado para vivir
en comunión con él, humana y espiritualmente, para vivir, por tanto, como Iglesia.
El Papa invitó a los jóvenes a tener "la valentía de vivir el Evangelio y la audacia
de proclamarlo", a través de las palabras justas para anunciar a Dios en todos los
ámbitos y entorno de los jóvenes. Lleven la Buena Noticia a los jóvenes de su edad
y también a los otros. Ellos conocen las turbulencias de la afectividad, la preocupación
y la incertidumbre con respecto al trabajo y a los estudios. Afrontan sufrimientos
y tienen experiencia de alegrías únicas.
El segundo elementos que subrayó
el Santo Padre a los jóvenes en la vigilia de oración en Paris, fue el misterio de
la Cruz. “Muchos de ustedes llevan colgada del cuello una cadena con una cruz, les
dijo el Papa a los jóvenes, También yo llevo una, como por otra parte todos los Obispos.
No es un adorno ni una joya. Es el precioso símbolo de nuestra fe, el signo visible
y material de la vinculación a Cristo.
Explicando con gran claridad el planteamiento
del Apóstol San Pablo sobre la cruz, el Pontífice recuerda a los jóvenes que en la
primera carta a los Corintios, el Apóstol describe que en la localidad de Corinto,
vivía una comunidad alborotada y revuelta, expuesta a los peligros de la corrupción
de las costumbres imperantes. Peligros parecidos a los que hoy conocemos. No citaré
nada más que los siguientes: las querellas y luchas en el seno de la comunidad creyente,
la seducción que ofrecen pseudo sabidurías religiosas o filosóficas, la superficialidad
de la fe y la moral disoluta. San Pablo comienza la carta escribiendo: "El mensaje
de la cruz es necedad para los que están en vías de perdición; pero, para los que
están en vías de salvación -para nosotros- es fuerza de Dios"
Para los cristianos,
la Cruz simboliza la sabiduría de Dios y su amor infinito revelado en el don redentor
de Cristo muerto y resucitado para la vida del mundo, en particular, para la vida
de cada uno. Y así mismo el Papa estimula a los jóvenes para que este descubrimiento
impresionante de Dios, que se ha hecho hombre por amor, los aliente a respetar y venerar
la Cruz. Que no es sólo el signo de la vida en Dios y de la salvación, sino también
el testigo mudo de los padecimientos de los hombres y, al mismo tiempo, de la expresión
única y preciosa de todas sus esperanzas.