Eutanasia: el presidente de los obispos colombianos recuerda a los católicos que no
todo lo que es legalmente permitido es moralmente lícito
Martes, 23 sep (RV).- El presidente de la Conferencia Episcopal de Colombia, el Arzobispo
de Barranquilla, Mons. Rubén Salazar Gómez ha realizado unas declaraciones sobre el
proyecto de ley que debería legalizar la muerte prematura. Se trata del proyecto de
ley 44 de 2008 por el cual “se reglamenta la práctica de la eutanasia, del suicidio
asistido y el servicio de cuidados paliativos”.
La muerte natural y serena
es el fin deseable de toda vida humana. Por esto, es perfectamente legítima la lucha
contra el dolor y la renuncia voluntaria a recibir tratamientos inútiles, desproporcionados
y demasiados costosos que procurarían únicamente una prolongación precaria y penosa
de la existencia. No es lícito, sin embargo, interrumpir las curas normales debidas
al enfermo en casos similares”, señala Mons. Rubén Salazar.
“La Iglesia, recuerda
el prelado colombiano, basándose en estos principios nacidos de la recta razón e iluminada
por el Evangelio, rechaza la eutanasia cuando ésta implica la decisión de anticipar
el final de una vida que la enfermedad o la vejez parecen haber convertido en insostenible,
o como el acto de acabar deliberadamente la vida de un enfermo incurable para poner
fin a su sufrimiento”.
“Es, por tanto, contrario a la ética y socialmente desorientador
legislar sobre la supresión de las vidas humanas inocentes. Toda ley que lo autorice
estará sujeta a abusos impredecibles. Independientemente de que el Congreso de la
República apruebe o no el proyecto en mención señala, Mons. Rubén Salazar Gómez consideramos
propicia la oportunidad para recordar a los católicos que no todo lo que es legalmente
permitido es moralmente lícito”.
El Presidente de la Conferencia Episcopal
de Colombia hace al final las siguientes observaciones: “El derecho a la vida es un
derecho fundamental y universal. En la Constitución Política de Colombia, este derecho
es inviolable. El hombre no tiene ningún derecho sobre su vida ni sobre la vida de
los demás. En la tradición ética del respeto a la vida, la dignidad humana es invariable:
no se disminuye a causa de la enfermedad, el sufrimiento, la malformación o la demencia.
Más aún, como lo muestra la experiencia, la adversidad biológica o psíquica puede
ser ocasión de ennoblecimiento ulterior”.