Al consagrar el nuevo altar mayor en la catedral de Albano, Benedicto XVI recuerda
que el perdón y la reconciliación fraterna son indispensables para presentarnos dignamente
a la Eucaristía
Domingo, 21 (RV).- Benedicto XVI, rodeado de multitud de fieles, ha atravesado a pié
esta mañana, la plaza Pía, en el centro de Albano, municipio vecino a Castelgandolfo,
en cuya catedral ha presidido la Santa Misa con el rito de dedicación del nuevo altar,
colocado después de la reciente restauración. La homilía, el Papa la ha dedicado al
altar que ha consagrado, donde, como en otros altares en otros templos, cada día se
celebra el sacrificio de Cristo, en el sacramento de la Eucaristía, por nuestra salvación
y la del mundo.
“En el Misterio eucarístico, que en todos los altares se renueva,
Jesús se hace realmente presente”, ha evocado el Papa recordando que la suya, “es
una presencia dinámica, que nos aferra para hacernos suyos, para asimilarnos a Él;
nos atrae con la fuerza de su amor, sacándonos de nosotros mismos para unirnos a Él,
haciendo de nosotros una sola cosa con Él”. En este sentido el Papa ha señalado que
la presencia real de Cristo hace de cada uno de nosotros su “casa”, y todos juntos
formamos su Iglesia, el edificio espiritual del que habla también san Pedro. “Estrechándoos
a Él, piedra viva, rechazada por los hombres, pero elegida y preciosa ante Dios, -escribe
el Apóstol- también vosotros seréis piedras vivas para la construcción de un edificio
espiritual”.
El Santo Padre ha explicado que “es, pues, el amor de Cristo,
la caridad que nunca tendrá fin, la verdadera energía espiritual que une a cuantos
participan en el mismo sacrificio y se nutren del único Pan partido para la salvación
del mundo”. Y ha recordado que el altar donde se renueva el sacrificio del Señor es
“una constante invitación al amor”.
El Papa ha hecho un llamamiento a la “reconciliación
fraterna”, “reconciliación indispensable para presentar dignamente la ofrenda ante
el altar: “También los profetas denunciaban con vigor la inutilidad de los actos de
culto si están privados de la correspondiente disposición moral, especialmente en
las relaciones hacia el prójimo. Cada vez que os aproximéis al altar para la Celebración
eucarística –ha recordado el Pontífice- que vuestro ánimo se abra al perdón y a la
reconciliación fraterna, dispuestos a aceptar las excusas de los que os han herido,
y dispuestos también a perdonarlos”.
El Pontífice, siguiendo el rito de
la celebración de la Misa ha continuado explicando que en la liturgia romana el sacerdote,
terminada la ofrenda del pan y del vino, inclinado sobre el altar, se prepara a entrar
con toda la asamblea de los fieles en el corazón mismo del misterio eucarístico, en
el corazón mismo de la liturgia celestial: “El altar del sacrificio se convierte,
en cierto modo, en el punto de encuentro entre el Cielo y la tierra; el centro, podríamos
decir, de la única Iglesia que es celestial y al mismo tiempo peregrina en la tierra,
donde, entre las persecuciones del mundo y el consuelo de Dios, los discípulos del
Señor anuncian la pasión y la muerte hasta su retorno en la gloria”.
Benedicto
XVI ha terminado su homilía augurando que “la materna intercesión de la beata Virgen
María pueda escribir en este tiempo nuestro otra página de santidad cotidiana y popular,
que vaya a añadirse a aquellas que han marcado en el curso de los siglos la vida de
la Iglesia de Albano. No faltan ciertamente, dificultades, desafíos y problemas, pero
grandes son también las esperanzas y las oportunidades para anunciar y dar testimonio
del amor de Dios”.
Durante la misa, Benedicto XVI ha dirigido un pensamiento
especial al cardenal Angelo Sodano, decano del colegio cardenalicio y titular de la
diócesis suburbicaria de Albano, presente en la celebración. El Papa asimismo ha expresado
su augurio de felicitación al obispo de Albano Mons. Marcello Semeraro, en el décimo
aniversario de su consagración episcopal, a cuya diócesis pertenece Castelgandolfo,
residencia papal estiva, donde después de la misa, el Pontífice ha dirigido el rezo
del Ángelus.