El Papa recibe en audiencia a los obispos panameños a quienes pide que se intensifiquen
los esfuerzos para desarrollar una pastoral familiar vigorosa, defendiendo la vida
humana y construyendo hogares en los que los hijos se eduquen en sólidos valores humanos
Viernes, 19 sep (RV).- Benedicto XVI ha recibido esta mañana en audiencia a los prelados
de la Conferencia Episcopal de Panamá en visita ad limina apostolorum, un país, como
ha subrayado el Santo Padre donde “muchas familias viven, con abnegación, el ideal
cristiano en medio de no pocas dificultades, que amenazan la solidez del amor conyugal,
la paternidad responsable y la armonía y estabilidad de los hogares”.
En
este sentido el Papa ha dicho a los obispos panameños que “nunca serán suficientes
los esfuerzos que se realicen para desarrollar una pastoral familiar vigorosa, que
invite a las personas a descubrir la belleza de la vocación al matrimonio cristiano,
a defender la vida humana desde su concepción a su término natural y a construir hogares
en los que los hijos se eduquen en el amor a la verdad del Evangelio y en sólidos
valores humanos”.
“En su País, como
en otros lugares, se están viviendo momentos arduos, que generan desazón, y también
situaciones que despiertan gran esperanza. En el actual contexto, reviste particular
urgencia que la Iglesia en Panamá no deje de ofrecer luces que contribuyan a la solución
de los acuciantes problemas humanos existentes, promoviendo un consenso moral de la
sociedad sobre los valores fundamentales. Por eso es primordial divulgar el Compendio
de la Doctrina Social de la Iglesia, que facilita un conocimiento más profundo y sistemático
de las orientaciones eclesiales que particularmente los laicos han de asumir en el
campo político, social y económico, favoreciendo igualmente su correcta aplicación
en las circunstancias concretas. Así, la esperanza cristiana podrá iluminar al pueblo
de Panamá, sediento de conocer la verdad sobre Dios y sobre el hombre en medio de
fenómenos como la pobreza, la violencia juvenil, las carencias educativas, sanitarias
y de vivienda, el acoso de innumerables sectas o la corrupción, que en diversa medida
turban su vida e impiden su desarrollo integral”.
El Pontífice ha querido
resaltar también que ayudados por las líneas trazadas por la V Conferencia general
del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, en Aparecida, los prelados panameños
“están intensificando su quehacer pastoral, con vistas también a las celebraciones
que se están preparando para conmemorar el V Centenario de la Evangelización del país,
en el año 2013”.
“Es motivo de alegría
la fecunda acción misionera de sacerdotes, religiosos y laicos, que contrasta la creciente
secularización de la sociedad como una configuración del mundo y de la humanidad al
margen de la trascendencia, que invade todos los aspectos de la vida diaria, desarrolla
una mentalidad en la que Dios de hecho está ausente de la existencia y de la conciencia
humana y se sirve a menudo de los medios de comunicación social para difundir el individualismo,
el hedonismo e ideologías y costumbres que minan los fundamentos mismos del matrimonio,
la familia y la moral cristiana”.
Y en el mismo contexto Benedicto XVI
ha señalado la importancia de la meditación de la Sagrada Escritura, la adecuada formación
doctrinal y espiritual, la plegaria constante, la recepción frecuente del sacramento
de la Reconciliación, la participación consciente y activa en la Santa Misa y la práctica
de las obras de caridad y misericordia.
“A este respecto,
les invito a suplicar con confianza al “Dueño de la mies”, que envíe numerosas y santas
vocaciones al sacerdocio (cf. Lc 10,2), para lo cual es esencial también un correcto
discernimiento de los candidatos al presbiterado, así como el celo apostólico y el
testimonio de comunión y fraternidad de los sacerdotes. Este estilo de vida ha de
inculcarse ya desde el Seminario, en el que ha de privilegiarse una seria disciplina
académica, espacios y tiempos de oración diaria, la digna celebración de la liturgia,
una adecuada dirección espiritual y el cultivo intenso de las virtudes humanas, cristianas
y sacerdotales. De esta manera, orando y estudiando, los seminaristas pueden construir
en ellos el hombre de Dios que los fieles tienen derecho a ver en sus ministros.
Discurso
completo:Queridos Hermanos en el Episcopado:
1. “Siempre damos gracias
a Dios por todos ustedes y los tenemos presentes en nuestras oraciones” (1 Ts 1,2).
Estas palabras de San Pablo expresan mis sentimientos al recibirles con motivo de
su visita ad limina, la cual manifiesta los fuertes lazos que unen a sus respectivas
Iglesias particulares con el Sucesor de San Pedro, Cabeza del Colegio Episcopal (cf.
Lumen gentium, 22).
Agradezco las amables palabras que me ha dirigido en
nombre de todos Mons. José Luis Lacunza Maestrojuán, Obispo de David y Presidente
de la Conferencia Episcopal, haciéndome partícipe de las alegrías y anhelos que ustedes
llevan en el corazón, así como de los retos que se disponen a afrontar. Sepan que
en sus tareas el Papa camina a su lado. Por eso, cuando regresen a su País, tengan
la bondad de transmitir mi cercanía espiritual a los Obispos eméritos, a los sacerdotes
y comunidades religiosas, a los seminaristas y fieles laicos, especialmente a los
más necesitados, y díganles que rezo por ellos, pidiendo a Dios que no desfallezcan
en sus trabajos por el Evangelio y continúen exhortando a todos, de palabra y con
la vida, a encontrar la propia felicidad en seguir a Cristo y en compartir con los
demás el gozo que nace de saber que Él nos ama hasta el extremo (cf. Jn 13,1).
2. La lectura de sus informes quinquenales y las conversaciones que hemos mantenido
me han hecho ver cómo ustedes animan las iniciativas destinadas a sembrar generosamente
la Palabra de Dios en el corazón de los panameños, para acompañarlos en el camino
de su maduración en la fe, de modo que sean auténticos discípulos y misioneros de
Jesucristo. En este sentido, ayudados por las líneas trazadas por la V Conferencia
General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, celebrada en Aparecida, están
intensificando su quehacer pastoral, con vistas también a las celebraciones que se
están preparando para conmemorar el V Centenario de la evangelización del País, en
el año 2013. Estos trabajos son una oportunidad providencial para estrechar todavía
más la comunión eclesial entre las Diócesis de Panamá.
3. Es motivo de alegría
la fecunda acción misionera de sacerdotes, religiosos y laicos, que contrasta la creciente
secularización de la sociedad como una configuración del mundo y de la humanidad al
margen de la trascendencia, que invade todos los aspectos de la vida diaria, desarrolla
una mentalidad en la que Dios de hecho está ausente de la existencia y de la conciencia
humana y se sirve a menudo de los medios de comunicación social para difundir el individualismo,
el hedonismo e ideologías y costumbres que minan los fundamentos mismos del matrimonio,
la familia y la moral cristiana. El discípulo de Cristo encuentra la fuerza para responder
a estos desafíos en el conocimiento profundo y el amor sincero al Señor Jesús, en
la meditación de la Sagrada Escritura, en la adecuada formación doctrinal y espiritual,
en la plegaria constante, en la recepción frecuente del sacramento de la Reconciliación,
en la participación consciente y activa en la Santa Misa y en la práctica de las obras
de caridad y misericordia.
4. Esto es importante sobre todo para las nuevas
generaciones. El recuerdo de mi venerado Predecesor, el Siervo de Dios Juan Pablo
II, en este año en el que se conmemora el XXV aniversario de la visita que hizo a
su querida Nación, puede servir de estímulo para dedicarse con ahínco a la pastoral
juvenil y vocacional, de forma que no falten sacerdotes que lleven a los panameños
a Cristo, fuente de vida en abundancia para quien se encuentra con Él (cf. Jn 10,10).
A este respecto, les invito a suplicar con confianza al “Dueño de la mies”, que envíe
numerosas y santas vocaciones al sacerdocio (cf. Lc 10,2), para lo cual es esencial
también un correcto discernimiento de los candidatos al presbiterado, así como el
celo apostólico y el testimonio de comunión y fraternidad de los sacerdotes. Este
estilo de vida ha de inculcarse ya desde el Seminario, en el que ha de privilegiarse
una seria disciplina académica, espacios y tiempos de oración diaria, la digna celebración
de la liturgia, una adecuada dirección espiritual y el cultivo intenso de las virtudes
humanas, cristianas y sacerdotales. De esta manera, orando y estudiando, los seminaristas
pueden construir en ellos el hombre de Dios que los fieles tienen derecho a ver en
sus ministros.
La historia de Panamá ha estado marcada por la encomiable labor
de numerosos misioneros y por la generosa solicitud de los Religiosos y Religiosas.
Que estos modelos luminosos alienten en la hora presente a los consagrados a hacer
de su vida una continua expresión de caridad cristiana, alimentada por el deseo de
identificarse radicalmente con Cristo y servir con fidelidad a la Iglesia.
5.
Con abnegación, muchas familias viven en su Patria el ideal cristiano en medio de
no pocas dificultades, que amenazan la solidez del amor conyugal, la paternidad responsable
y la armonía y estabilidad de los hogares. Nunca serán suficientes los esfuerzos que
se realicen para desarrollar una pastoral familiar vigorosa, que invite a las personas
a descubrir la belleza de la vocación al matrimonio cristiano, a defender la vida
humana desde su concepción a su término natural y a construir hogares en los que los
hijos se eduquen en el amor a la verdad del Evangelio y en sólidos valores humanos.
6.
En su País, como en otros lugares, se están viviendo momentos arduos, que generan
desazón, y también situaciones que despiertan gran esperanza. En el actual contexto,
reviste particular urgencia que la Iglesia en Panamá no deje de ofrecer luces que
contribuyan a la solución de los acuciantes problemas humanos existentes, promoviendo
un consenso moral de la sociedad sobre los valores fundamentales. Por eso es primordial
divulgar el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, que facilita un conocimiento
más profundo y sistemático de las orientaciones eclesiales que particularmente los
laicos han de asumir en el campo político, social y económico, favoreciendo igualmente
su correcta aplicación en las circunstancias concretas. Así, la esperanza cristiana
podrá iluminar al pueblo de Panamá, sediento de conocer la verdad sobre Dios y sobre
el hombre en medio de fenómenos como la pobreza, la violencia juvenil, las carencias
educativas, sanitarias y de vivienda, el acoso de innumerables sectas o la corrupción,
que en diversa medida turban su vida e impiden su desarrollo integral. 7. Al término
de este encuentro, los encomiendo a ustedes y a todos los hijos e hijas de esa noble
Nación a la intercesión de Santa María la Antigua, para que su amor de Madre brille
siempre sobre Panamá y los conforte en su camino. Con estos sentimientos les imparto
con afecto la Bendición Apostólica.