Ángelus: El Papa pide responsabilidad a los países europeos a los que llegan los desembarcos
de inmigrantes ilegales, pero también a los países de origen, para que eliminen las
causas que llevan a su población a emprender tan dramático viaje
Domingo, 31 ago (RV).- Ante el aumento de la llegada de inmigrantes procedentes del
continente africano, que desafían las adversidades del mar hacia el continente europeo,
en busca de una esperanza en una vida mejor y escapando a la situación en la que viven
en su país, el Santo Padre Benedicto XVI ha lanzado, durante su alocución tras el
rezo mariano del Ángelus celebrado en Castelgandolfo, un mensaje de solidaridad y
humanidad.
“La inmigración –ha señalado el Santo Padre- es un fenómeno presente
desde los albores de la historia de la humanidad, que desde siempre, por tanto, ha
caracterizado las relaciones entre los pueblos y naciones. La emergencia en la que
se ha transformado en nuestros días, nos interpela y, mientras reclama nuestra solidaridad,
impone al mismo tiempo respuestas políticas eficaces”.
Precisamente, esta emergencia
es el tema de la intención general que presenta Benedicto XVI al Apostolado de la
Oración en el mes de septiembre, bajo el título: “Para que quienes, a causa de las
guerras o de los regímenes totalitarios, se ven obligados a abandonar su propia casa
y su propia patria sean apoyados por los cristianos en la defensa y tutela de sus
derechos”.
El aumento de desembarcos de inmigrantes ilegales en las costas
europeas durante los meses de verano, ha hecho reflexionar al Papa, fiel a su preocupación
por cuanto acaece en el mundo, sobre qué es lo que se está haciendo al respecto, para
ayudar a estas personas.
“Sé –ha corroborado el Pontífice- que muchas instituciones
regionales, nacionales e internacionales, se están ocupando de la cuestión de la inmigración
irregular”, a ellas el Santo Padre ha enviado su apoyo y ha aplaudido sus acciones,
animando a continuar con sus acciones con sentido de responsabilidad y espíritu humanitario.
“Sentido de responsabilidad es el que también tienen que mostrar los países de origen
-ha matizado el Papa-, no sólo porque se trata de sus conciudadanos, sino también
para eliminar las causas de la inmigración irregular, así como para eliminar, desde
la raíz, todas las formas de criminalidad a ella unidas”.
Benedicto XVI se
ha dirigido también a los países europeos, meta de esta llegada masiva de inmigrantes,
a ellos les ha llamado a desarrollar “de común acuerdo”, iniciativas y estructuras
“cada vez más adecuadas a las necesidades de los inmigrantes irregulares”. A estos
últimos el Pontífice ha instado a “sensibilizar sobre el valor de la propia vida,
que representa un bien único, siempre precioso, que tutelar frente a los graves riesgos
a los que se exponen en la búsqueda de una mejora de sus condiciones y sobre el deber
de legalidad que se impone a todos”.
Como Padre común, Benedicto XVI se ha
sentido en el deber de llamar la atención de todos, sobre el problema, y pedir “la
generosa colaboración individual y de las instituciones para afrontarlo y encontrar
el camino hacia una solución”.
Y durante las palabras antes del rezo mariano
del Ángelus, el Santo Padre ha recordando la misión de los cristianos en la obra de
la salvación, donde “Cristo no cesa de proponer su fuerza misteriosa -desarmada y
que desarma- del amor para responder a los horrores de las guerras, la violencia,
la miseria y la injusticia: al mal, que perdura también en nuestros días”.
Evocando
la Cruz de Cristo, que sabe que la “última palabra será la resurrección”, y la fe
aún inmadura de Pedro, “ligada a la mentalidad de este mundo”, el Papa ha hecho hincapié
en que “si para salvarnos, el Hijo de Dios ha tenido que sufrir y morir crucificado,
no es ciertamente por un diseño cruel del Padre celestial. La causa es la gravedad
de la enfermedad de la que nos tenía que curar: un mal tan serio y mortal que requería
toda su sangre”.
“En efecto –ha dicho el Pontífice- con su muerte y resurrección,
Jesús derrotó el pecado y la muerte, restableciendo la señoría de Dios. Pero la lucha
no ha terminado. El mal existe y resiste en toda generación. También, como sabemos,
en nuestros días. ¿Qué son los horrores de la guerra, las violencias contra los inocentes,
la miseria y la injusticia que infieren sobre los débiles, sino la oposición del mal
al reino de Dios?”.
Una vez más, Benedicto XVI ha recordado la fuerza invencible
del amor y la misión de los cristianos de abrazar la cruz de Cristo: “Y ¿cómo responder
a tanta maldad sino con la fuerza desarmada y que desarma del amor que vence el odio,
de la vida que no teme la muerte? Es la misma misteriosa fuerza que usó Jesús, a costa
de no ser comprendido y de que lo abandonaran muchos de los suyos. Queridos hermanos
y hermanas, para cumplir la obra de la salvación, el Redentor sigue asociando a sí
y a su misión a hombres y mujeres dispuestos a tomar la cruz y a seguirlo. Como para
Cristo, también para los cristianos llevar la cruz no es algo facultativo. Sino que
es una misión que se debe abrazar por amor”.
Misión a la que Cristo nos invita
constantemente, ha señalado el Papa, exhortando a invocar la ayuda de la Madre de
Dios: “En nuestro mundo actual, donde parecen dominar las fuerzas que dividen y destruyen,
Cristo no cesa de proponer a todos su invitación clara: el que quiere ser mi discípulo,
reniegue de su propio egoísmo y lleve conmigo la cruz. Invoquemos la ayuda de la Virgen
Santa, que fue la primera en seguir a Jesús hasta el final del camino de la cruz.
Que Ella nos ayude a seguir con decisión al Señor, para experimentar desde ahora,
aun en la prueba, la gloria de la resurrección”.
Y tras el rezo mariano del
Ángelus y el responso por los fieles difuntos, Benedicto XVI ha saludado como es tradicional
en varias lenguas. En español, se ha dirigido especialmente al pueblo cubano que ayer
inauguró el trienio de las celebraciones del 400 aniversario del hallazgo de la Virgen
de la Caridad del Cobre: “Saludo cordialmente
a los fieles de lengua española, en particular a los Pastores y fieles de la querida
Nación cubana, que ayer inauguraron solemnemente el Trienio preparatorio de la celebración
de los cuatrocientos años del hallazgo y la presencia de la venerada imagen de Nuestra
Señora de la Caridad del Cobre. A todos los amados hijos e hijas de la Iglesia que
viven en ese noble País los encomiendo fervientemente en mi plegaria, para que, a
ejemplo de María Santísima, y ayudados por su maternal intercesión, tengan una fe
rica en obras de misericordia y amor. Los invito asimismo a acoger cotidianamente
en su corazón la Palabra de Dios, a meditarla y llevarla a la práctica con valentía
y esperanza para que, como auténticos hijos de Dios Padre, discípulos fieles de Cristo
y, con la fuerza del Espíritu Santo, sean misioneros del Evangelio en cualquier circunstancia
de la vida. Reciban a la Virgen en sus casas, permanezcan con Ella en oración y encuentren
su dicha en hacer lo que su Hijo Jesús les diga. En este hermoso camino los acompaña
el afecto y la cercanía espiritual del Papa. Que Dios bendiga a Cuba y a todos los
cubanos”.