2008-08-30 15:24:33

El secretario para las relaciones con los Estados defiende la libertad religiosa vulnerada en diferentes partes del mundo


Sábado, 30 ago (RV).- El secretario para las relaciones con los Estados, monseñor Dominique Mamberti, señaló ayer, durante su ponencia sobre la “Protección y derecho de libertad religiosa” en el Encuentro para la amistad entre los pueblos de Rimini, que la Santa Sede defiende de manera inagotable la libertad religiosa que “viene vulnerada en diferentes partes del mundo”, y en este sentido, enumeró las prioridades de la diplomacia Pontificia.

“Las prioridades estratégicas de la diplomacia Pontificia –dijo- son sobre todo asegurar condiciones favorables para el ejercicio de la misión propia de la Iglesia católica en cuanto tal, pero también a la vida de fe de sus miembros y al libre ejercicio de sus derechos humanos y de sus libertades fundamentales".

Monseñor Mambertì explicó que la naturaleza religiosa de la Santa Sede y su vocación universal hacen que su diplomacia no determine sus prioridades sobre la base de intereses económicos o políticos y que no tenga ambiciones geopolíticas. En este sentido, ante las violencias perpetradas en la India contra cristianos, o la difícil situación que se vive en Irak, y el antisemitismo y la islamofobia, llamó “al respeto de la libertad religiosa”, un respeto que pidió fuera recíproco.

La libertad religiosa para la Iglesia - afirmó- es un derecho subjetivo que no puede ser suprimido, inalienable e inviolable, con una dimensión privada y una pública, una individual y una colectiva, además de la institucional. En esta perspectiva, el Secretario para las Relaciones con los Estados de la Santa Sede enfatizó que el error que comenten aquellos que hoy interpretan la libertad religiosa como libertad de la religión es que presuponen que la religión es un peligro o un enemigo, en lugar de una exigencia inalienable de cada persona, en cada lugar y en cada tiempo, porque niegan la dimensión trascendente de la persona.

En este contexto, monseñor Mamberti reiteró que la Santa Sede no se cansa de subrayar – ante todas las instancias institucionales de la comunidad internacional - que el fundamento del derecho a la libertad religiosa se encuentra en la paridad de la dignidad de todas las personas. Y, por lo tanto, para promover tal dignidad de manera integral se debe combatir con eficacia la llamada cristianofobia, así como la islamofobia y el antisemitismo.

El prelado explicó que la expresión cristianofobia fue introducida en 2003. En una resolución de la Asamblea de la ONU, en la que el término se asociaba a la islamofobia y al antisemitismo, y aunque nunca fue definido comprende los ámbitos de una educación errónea o desinformación sobre los cristianos y la intolerancia y la discriminación de la que son víctimas, ya sea por legislaciones, por violencias o persecuciones.

Para recalcar que la cristianofobia debe ser combatida con la misma determinación con la que se combate el antisemitismo o la islamofobia, monseñor Mamberti enumeró las circunstancias de discriminación y persecución que viven los cristianos en distintas partes del mundo, pero también las situaciones en las que son víctimas de prejuicios, estereotipos e intolerancias de carácter cultural.

“Frente a esta situación, se comprende que la eficacia de la acción internacional dependa, en buena medida, de su credibilidad, y por tanto, también de su carácter 'inclusivo’. En otras palabras – añadió monseñor Mamberti– sería una paradoja omitir la adopción de medidas concretas para garantizar que los cristianos gocen de libertad, o bien crear una especie de 'jerarquía' de las intolerancias, precisamente cuando se trata de eliminar la discriminación y la intolerancia” “Por otra parte, -precisó- también sería un error que las comunidades religiosas instrumentalizaran cualquier medida legal o administrativa hacia ellos, tachando de discriminación cualquier procedimiento legítimo derivado de sus actividades”.

Hacia el final de su ponencia, monseñor Mamberti habló de la función social de la religión y afirmó que una sana laicidad comporta la distinción entre la religión y la política, entre la Iglesia y el Estado, sin que esto haga de Dios una hipótesis privada, o se excluya la religión y la comunidad eclesial de la vida pública.

La libertad religiosa - explicó Mons. Mambertì - posee una intrínseca dimensión pública, porque aquello en lo que se cree no es para esconderlo sino para darlo a conocer. Cualquier tradición religiosa sólida exige la exhibición de la propia identidad. No quiere, por lo tanto, permanecer escondida o ser mimetizada. Y el rostro mejor de la laicidad sabe acoger y tutelar el patrimonio de espiritualidad y de humanismo presente en las distintas religiones, rechazando cuanto en ellas podría contrastar la dignidad humana.







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