Reflexión sobre la conclusión del III Congreso Misionero Americano
Lunes, 18 ago (RV).- En el estadio de la Liga Deportiva Universitaria de Quito, Ecuador,
terminaron ayer los trabajos del III Congreso Misionero Latinoamericano. Después de
la Misa presidida por el cardenal Nicolás López Rodríguez, arzobispo de Santo Domingo
y enviado especial del Papa, dio comienzo oficialmente la “Misión Continental, llamada
a relanzar la evangelización de los pueblos americanos.
Al respecto oigamos
la crónica del padre David Gutiérrez, responsable de la Oficina de prensa del CELAM,
que nos habla de las conclusiones del Congreso misionero. Precisamente
tras la conclusión de los trabajos del III Congreso Americano Misionero y con el
envío a la Misión por todo el Continente, saquemos nuestras conclusiones. Y lo vamos
a hacer a la luz del Mensaje que el Papa dirigió a los congregados. Este es el objetivo:
“anunciar a Jesucristo, que vino a este mundo para que tengamos vida y la tengamos
en abundancia”.
Anunciarle para que "el Señor sea cada día más conocido, amado,
seguido y alabado en esas benditas tierras". El fruto de este anuncio será nuestra
cercanía a los heridos y a los hambrientos de justicia y de paz. El Papa nos exhorta
también al modo en que debemos realizar este trabajo: "con mansedumbre y fortaleza".
Escuchemos la reflexión del responsable de los programas en lengua española
el padre Juan José Fernández Ibáñez de la Compañía de Jesús: “Bajo
el lema "América con Cristo: escucha, aprende y anuncia", el Congreso se ha desarrollado
a lo largo e la pasada semana en Quito. Pero es la hora de comenzar a trabajar en
esta viña del Señor, en estas benditas tierras de América. El Papa ha considerado
este encuentro como un “Cenáculo continental”, donde uno se alimenta de la Palabra
y el Pan, para llevarlo después a los hombres, a "los que están sedientos de justicia,
paz y verdad” e instó a llevar consuelo a los que viven "apesadumbrados por el dolor
o han quedado heridos por la frialdad de la indiferencia o el flagelo de la corrupción".
Este
es el servicio más importante que podemos brindar a nuestros hermanos, el anuncio
claro y humilde de Jesucristo, que vino a este mundo para que tengamos vida y la tengamos
en abundancia. Una persona, Jesús de Nazaret, y una nueva forma en las relaciones
humanas: “Amaos unos a otros…”, ayúdense unos a otros, atiendan unos a las necesidades
de los otros.
Es la novedad de un mensaje que el
mundo necesita. Si en la época del Impero romano el mensaje del cristianismo entró
como un reguero de pólvora, por la novedad que proponía frente la corrupción, tal
vez estemos hoy en un momento semejante. Los sistemas políticos y económicos no crean
condiciones de fraternidad, están inmunizados a las necesidades de los más débiles,
buscan el lucro y la marginación. Es lo que se define como estado de corrupción.
Los
cristianos de los primeros tiempos eran pocos, pero la oferta de humanidad y fraternidad
acabó por imponerse a las dificultades de aquel ambiente. Hoy, como entonces, el Papa
reconoce la insuficiencia de medios, la escasez de resultados inmediatos, las dificultades
de un entorno hostil, pero la fe en un Cristo, que vino a traernos vida y vida en
abundancia, les hizo resistir a las persecuciones, convirtió los corazones y transformó
aquel poderoso Impero por dentro.
Esta es la invitación
del Papa a la Misión que tenemos por delante. No podemos dejarnos vencer por el miedo,
el desánimo, ni seguir arrastrados por la inercia. Las palabras de Jesús: "Ustedes
encontrarán la persecución en el mundo. Pero, ánimo, yo he vencido al mundo", es el
secreto para el éxito en nuestra tarea; es la fuerza del Espíritu que ha sido derramada
en nuestros corazones y es la luz que nos librará de amoldarnos a los dictados de
este mundo.
Ciertamente, en la Santísima Virgen María,
Nuestra Señora de Guadalupe, siempre podremos encontrar el modelo de perfecta entrega
a los demás. Como hizo en Caná de Galilea, ella nos sigue invitando a hacer lo que
Jesús nos diga”.