Escuchar el programa Jueves, 14 ago
(RV).- No cabe duda que la paciencia es una virtud que se debe cultivar. Pero por
supuesto, no es nada fácil, basta que recordemos la sensación de desolación e impaciencia
que nos da cuando las cosas no salen como queremos o en el tiempo en que necesitamos
que se den. La impaciencia de no dominar las situaciones, nos hace personas irritables,
poco tolerantes e inflexibles, haciéndonos perder el control, la paciencia, el buen
humor, el entusiasmo y la motivación.
Pero no sólo se trata del control
de las situaciones, incluso muchas personas se cierran a la comprensión de las circunstancias,
son incapaces de aceptar y manejar la frustración y de respetar las diferencias personales
que existen entre nosotros, y por ello llegamos a decir o hacer cosas que definitivamente
afectan nuestras interacciones.
Algunos síntomas de la impaciencia son
estar siempre apurados, no aceptar que los demás tengan un ritmo diferente al nuestro,
no tomar en cuenta el tiempo real de hacer las cosas, mantener un alto nivel de exigencia
hacia sí mismo y hacia los demás, reaccionar con agresividad ante cualquier situación
no esperada, sufrir de malhumor, vivir en un continuo estrés y tener dificultad para
trabajar en equipo o aceptar las reglas y los procedimientos establecidos. Todo ello
nos hace ser personas impacientes, que por supuesto le agregan una carga pesada a
nuestros días.
Aprender a manejar la vida con más conciencia, a bajar
la velocidad para recuperar la calma y la claridad que nos permitan actuar y sentirnos
de una mejor manera, es una medida importante para vivir plenamente y con calidad
nuestra vida.
Es claro que todo proceso toma su tiempo, y si no somos
lo suficientemente pacientes para aceptarlo, manejarlo y disfrutarlo, la frustración,
el estrés y la ira se apoderarán de nosotros, alterando nuestra manera de ser y de
afrontar la vida. Pero mucha atención que no se puede confundir una actitud pacífica
y tolerante con la pasividad, la sumisión y el temor. La paciencia no borra o elimina
la capacidad de las personas de asumir posiciones críticas, contrarias, reflexivas
a las situaciones en las que se encuentra.
La impaciencia, además de estrés
y de ocasionarnos irritabilidad, conlleva desconocimiento e incluso en ocasiones rechazo
a la otredad. Aceptar las formas de ser de las otras personas, los tiempos diferentes,
las otras miradas, es tener una mente abierta y con un grado de flexibilidad suficiente
para permitirnos aceptar lo inesperado e incluso adaptarnos a los cambios.
La
vida constantemente nos pone a prueba, y cada vez que decimos que ya sabemos algo,
no pasa mucho tiempo hasta que nos veamos en una situación que nos permite poner en
práctica lo que aprendimos, para saber si es cierto que lo aprendimos. La paciencia
es una cualidad maravillosa que genera sentimientos de fortaleza, integración y equilibrio
interior. Ella nos impulsa a actuar con más conciencia, nos lleva a ser más reflexivos
al momento de actuar, y a tolerar y aceptar las diferencias de los demás.
Cuando
tenemos paciencia, somos capaces de esperar, de aceptar, de reunir la fortaleza necesaria
y de tener la mejor disposición para afrontar y resolver las situaciones difíciles
de la vida. La paciencia nos permite mantener una buena actitud y un mejor estado
de ánimo, frente a lo inesperado que pueda presentarse en nuestra vida cotidiana.