El Pontífice expresa su inmensa gratitud a las casi doce mil personas que han trabajado
sin cesar por el buen logro de cada uno de los actos de la Jornada Mundial de la Juventud
Lunes, 21 jul (RV).- «¡Con la fuerza del Espíritu, id ahora a renovar la faz de la
tierra!». Con esta exhortación y terminando esta «semana realmente memorable», el
Papa ha expresado su inmensa gratitud a las casi doce mil personas que han trabajado
sin cesar por el buen logro de cada uno de los actos. Éste ha sido el último acto
público de Benedicto XVI en Sydney y ha tenido lugar en un gran parque de esta ciudad.
Destacando la esmerada coordinación, en la que han participado autoridades
civiles, policía y asociaciones de primeros auxilios, así como personal eclesiástico
y un grupo enorme de voluntarios, responsables y ayudantes, Benedicto XVI ha hecho
hincapié en que sus esfuerzos «han preparado el terreno para que el Espíritu descendiera
con fuerza, estableciendo vínculos de unidad y amistad entre los jóvenes provenientes
de ambientes culturales muy diversos, y reforzando su amor por Cristo y por su Iglesia».
«En las multitudes que se han congregado en Sydney hemos visto una manifestación
elocuente de la unidad en la diversidad de la Iglesia universal. Hemos tenido una
visión en pequeño de la unidad de la familia humana que anhelamos», ha destacado el
Santo Padre, deseando asimismo que «estos jóvenes, con la fuerza del Espíritu, hagan
de esta visión una realidad en el mundo del mañana».
Sintetizando los tantos
acontecimientos llenos de gracia que ha vivido con los jóvenes, Benedicto XVI ha asegurado
que reza también por todos los que han brindado su estupenda generosidad, para que
regresen a sus hogares y familias «con ardor renovado para difundir el Evangelio de
Jesucristo».
Seguidamente escuchemos a nuestro enviado especial Raúl Cabrera
en esta crónica conclusiva del Viaje pastoral de Benedicto XVI a Australia:
Estas latitudes
nunca vieron nada de parecido. A lo largo de su historia Australia, y Sydney en particular,
no experimentó jamás lo que en la ultima semana. Una invasión: rumorosa y festiva,
si, pero pacifica. Llena de fraternidad. De amor. De esperanza… Los jóvenes han traído
a esta capital austral su juventud y todo lo que esta atesora… Hasta ahora este
ha sido el viaje más largo del pontificado de Benedicto XVI, en cuanto a distancia
en kilómetros, y por algunas circunstancias también, en distancia de los corazones.
El Papa ha venido a Sydney a acortar estas distancias, a extender su mano, a unir…
Este noveno viaje internacional del Santo Padre ha querido confirmar en la fe a una
iglesia joven. La JMJ ha traído a estas latitudes una renovada Pentecostés, que volverá
a partir desde aquí, desde la “Terra Australis”, hacia todo el mundo… Recapitulando
estas intensas jornadas, nos queda la imagen del gran puente entre las dos orillas.
Un puente como aquel de Sydney: aquel de las postales que todos hemos visto alguna
vez… El puente es el medio a través del cual comunicamos con el otro lado, intercambiamos.
En estos días el puente -aquel de Sydney- ha visto pasar miles y miles de peregrinos
que han recibido y aceptado la invitación a ir y dar testimonio…
“Recibiréis
la fuerza del Espíritu Santo y seréis mis testigos”: Bajo este lema miles y miles
de chicos y chicas se han encontrado para profundizar la propia fe en Cristo y compartir
con los demás la gozosa experiencia de comunión en su Iglesia… Han escuchado la palabra
de Dios y han aprendido más sobre su fe cristiana, como dijo Benedicto XVI, haciendo
parte de un evento que pone en evidencia los grandes ideales que los inspiran, y regresan
a casa llenos de esperanza, renovados en la decisión de construir un mundo mejor”.
A partir de hoy, la ciudad de Sydney no será la
misma.
Raúl Cabrera desde Sydney, para Radio Vaticano
DISCURSO
COMPLETO Queridos amigos en Cristo
Agradezco
al Cardenal Pell sus amables palabras y me alegra tener esta oportunidad para dirigir
un saludo final a todos vosotros y deciros lo espléndida que ha sido la experiencia
de esta semana. En estos días hemos sido testigos directos de la alegría que encuentran
en la propia fe tantos miles de jóvenes, y hemos podido expresar nuestra alabanza
y nuestra gratitud a Dios por su bondad para con nosotros. Hemos podido comprobar
el calor y la generosidad de la hospitalidad australiana y contemplar juntos el magnífico
paisaje de este hermoso continente. Ha sido una semana realmente memorable.
Sin
embargo, nada de esto hubiera sido posible sin un gran esfuerzo de preparación y de
trabajo diligente durante el período que ha precedido a la Jornada Mundial de la Juventud.
Deseo agradeceros a todos la generosidad del tiempo y las energías empleadas para
permitir el desarrollo sin percances de cada uno de los actos que hemos celebrado
juntos. Tales eventos han tenido necesidad de una esmerada coordinación, en la que
han participado Autoridades civiles, policía y asociaciones de primeros auxilios,
así como personal eclesiástico y un grupo enorme de voluntarios, responsables y ayudantes.
Vuestros esfuerzos han preparado el terreno para que el Espíritu descendiera con fuerza,
estableciendo vínculos de unidad y amistad entre los jóvenes provenientes de ambientes
culturales muy diversos, y reforzando su amor por Cristo y por su Iglesia. En las
multitudes que se han congregado aquí en Sidney hemos visto una manifestación elocuente
de la unidad en la diversidad de la Iglesia universal, hemos tenido una visión en
pequeño de la unidad de la familia humana que anhelamos. Que estos jóvenes, con la
fuerza del Espíritu, hagan de esta visión una realidad en el mundo del mañana.
En
el aeropuerto tendré ocasión de dar las gracias a los representantes de las Autoridades
civiles. Aquí quiero expresar mi profunda gratitud a todos los Obispos, los sacerdotes,
los consagrados y consagradas, los capellanes, los profesores, las asociaciones laicales,
los movimientos eclesiales, las familias de acogida, las escuelas y las comunidades
parroquiales que tanto han contribuido para que la Jornada Mundial de la Juventud
fuera un éxito. Leemos en los Hechos de los Apóstoles que «más vale dar que recibir»
(20,35). Sin embargo, espero que vosotros hayáis recibido más de lo que habéis servido
generosamente en el curso de nuestras celebraciones. A todos os digo sincera y cordialmente
«gracias».
Al disponerme a regresar a Roma, llevo
conmigo como un tesoro la memoria de muchos acontecimientos llenos de gracia que hemos
vivido juntos: mi primer encuentro con los jóvenes en Barangaroo, los encuentros posteriores
en Darlinghurst y en la Catedral de Santa María, la vigilia de la Juventud en la explanada
de la Cruz del Sur y la Misa final de ayer. Rezo para que también vosotros llevéis
en vuestra alma muchos recuerdos preciosos e intuiciones espirituales, de modo que
regreséis a vuestras casas y a vuestras familias con ardor renovado para difundir
el Evangelio de Jesucristo. Con la fuerza del Espíritu, id ahora a renovar la faz
de la tierra.
A la vez que os saludo de corazón,
os encomiendo a todos a la amorosa intercesión de la Virgen de la Cruz del Sur, Auxilio
de los cristianos. Invoco sobre vosotros los siete dones del Espíritu Santo y os aseguro
mi plegaria constante. Dios bendiga a los jóvenes del mundo y bendiga al pueblo de
Australia.