Agradecimiento del Papa a los organizadores de la JMJ de Sydney por su sacrificio,
confianza y dedicación que les ha llevado a experimentar la fuerza del Espíritu Santo
Domingo, 20 jul (RV).- La jornada de hoy domingo ha finalizado con el encuentro del
Papa Benedicto XVI con los benefactores y organizadores de esta XXIII Jornada Mundial
de la Juventud, a todos ellos el Santo Padre ha agradecido su dedicación, sacrificio
y confianza en este evento. “Estoy seguro que vuestra participación –ha dicho el Pontífice-
os ha permitido experimentar especialmente la fuerza del Espíritu Santo”, haciendo
referencia a los momentos de inquietud vividos durante estos días.
“Ahora
–ha proseguido el Papa- mirando hacia atrás, podéis constatar la cosecha abundante
que el Espíritu ha suscitado a través de vuestras oraciones, vuestra perseverancia
y vuestro duro trabajo. ¡Cuántas buenas semillas se han sembrado en estos pocos días!”.
Antes de retirarse a descansar, Benedicto XVI ha evocado la figura de san Pablo quien
pasó toda su vida al servicio del Evangelio. “Vuestra generosidad y vuestro sacrificio
–ha finalizado el Papa diciendo a los organizadores de esta Jornada Mundial de la
Juventud- han sido una contribución esencial, también a menudo escondida, para el
éxito de esta Jornada Mundial de la Juventud”.
DISCURSO COMPLETO:Señor
Cardenal, Queridos amigos
En el momento
en que mi visita a Australia está por concluir, deseo expresar mi agradecimiento a
todos los que han contribuido al éxito de esta Jornada Mundial de la Juventud. Esta
tarde, en particular, mi gratitud se dirige a vosotros, que con tanta generosidad
habéis ayudado material y espiritualmente a la realización de este evento. El cardenal
Pell se ha referido a los grandes sacrificios que habéis afrontado en la organización
de esta Jornada maravillosa para la vida de la Iglesia. Deseo daros las gracias a
todos y cada uno, no sólo por los sacrificios, sino sobre todo por la confianza que
habéis demostrado hacia nuestros jóvenes y por vuestra fe en la gracia de Dios que
actúa en sus corazones. Oremos para que todo lo que habéis invertido en ellos dé fruto
en su vida, para la vida de la Iglesia de Cristo y para el futuro de nuestro mundo.
En
estos días, gracias al trabajo del comité organizador y a la cooperación de tantas
personas, empresas, asociaciones y autoridades locales, los jóvenes procedentes de
todas las partes del mundo han tenido la oportunidad de experimentar la belleza de
este País y la calurosa hospitalidad del pueblo australiano. Por su parte, ellos han
enriquecido esta tierra con el testimonio que han dado de su amor a Cristo y de la
fuerza de su Espíritu que actúa en la Iglesia.
Estoy
seguro, queridos amigos, que vuestra participación en los preparativos de esta Jornada
Mundial de la Juventud os ha permitido experimentar especialmente la fuerza del Espíritu
Santo. Sin duda, en la preparación de este gran encuentro internacional, y en el compromiso
de afrontar cualquier eventualidad, habéis tenido momentos de inquietud y preocupación,
e incluso momentos de temor y agitación por el éxito final de este evento. Ahora,
mirando hacia atrás, podéis constatar la cosecha abundante que el Espíritu ha suscitado
a través de vuestras oraciones, vuestra perseverancia y vuestro duro trabajo. ¡Cuántas
buenas semillas se han sembrado en estos pocos días!
Queridos
amigos, san Pablo, que pasó toda su vida al servicio del Evangelio, nos recuerda que
«más dichoso es el que da que el que recibe» (cf. Hch 20,35). Vuestra generosidad
y vuestro sacrificio han sido una contribución esencial, también a menudo escondida,
para el éxito de esta Jornada Mundial de la Juventud. Que el gozo espiritual, la satisfacción
y la dicha, que todos hemos experimentado en estos días, sean una fuente inagotable
de bendiciones para vuestras vidas. No dudéis jamás de la verdad de la promesa de
nuestro Señor, cada vez que le ofrezcamos nuestra creatividad, energía, recursos y
nuestra propia personas, recibiremos una recompensa abundante (cf. Mt 16,26).
Con
estos sentimientos renuevo la expresión de mi profundo agradecimiento a cada uno de
vosotros. Os encomiendo, a vosotros y a vuestras familias, a la amorosa intercesión
de Nuestra Señora de la Cruz del Sur, Auxilio de los cristianos, y de corazón os imparto
la Bendición Apostólica como prenda de fuerza y paz en Jesús, su divino Hijo.