Jueves,
26 jun (RV).- Reflexiones en familia aborda hoy el tema de las mentiras piadosas,
esas que la vida cotidiana diluye sin que se sientan que son males o dificultades
que poco a poco van afectando la realidad de las familia, de la personas. No cabe
duda que la mayora de los padres nos enfurece cuando nos damos cuenta de que nuestros
hijos nos han dicho una mentira, quizás porque lo interpretamos como una ofensa personal.
Pero las mentiras, más que una falta en contra de nuestras enseñanzas, son un síntoma
de que algo está mal: en su forma de relacionarse, o en las maneras como los hijos
están construyendo sus mundos.
Una mentira es muchas veces la manera de salir
fácilmente de la severidad del castigo que recibirán, o al problema que se formará
si nosotros nos enteramos de que han hecho algo mal. También puede ser el resultado
de que nosotros mismos les hemos enseñado a hacerlo porque faltamos a la verdad delante
de ellos o les pedimos que lo hagan por nosotros para librarnos de lo que no queremos
hacer y quedar bien ante los demás.
Además, es posible que los padres estemos
interpretando como mentiras los falsos heroísmos que suelen inventar los niños entre
los 5 y los 9 años de edad y que no son otra cosa que las hazañas que ellos sueñan
con lograr en esta etapa de su vida, dejan imaginar su imaginación.
Sin embargo,
cuando los niños dicen mentiras a sabiendas de que los van a coger y a pesar de que
es evidente para todos que está faltando a la verdad, la razón es lograr la atención
de su padres o mayores. Está visto que si los hijos se sienten ignorados o poco reconocidos
por sus buenos actos, pueden optar por mentir porque prefieren ser reprendidos que
permanecer ignorados.
No cabe duda que los padres deben tener en cuenta es
que los niños no aprenden a actuar bien a base de recriminaciones o de sanciones sino
que es algo que se les enseña, que se les contagia. Los niños copian de los adultos
que aman la forma de resolver las dificultades en que se encuentran o de obtener lo
que quieren. Por eso, una conducta impecable de parte nuestra así como un sincero
reconocimiento a sus buenos actos es lo que más ayuda a los hijos a ser honestos y
a actuar en forma correcta.
Cuando los niños están estimulados, reconocidos,
son más capaces de elegir ser honestos cuando se sienten muy amados que cuando se
sienten muy censurados. Así, si los padres nos concentramos en sus fortalezas y virtudes
en lugar de en sus errores, tendremos más posibilidades de que nuestros hijos crezcan
y florezcan como personas íntegras e intachables.
Y ya lo decíamos hace unos
segundos, es fundamental en ese proceso de enseñanza está obviamente el ejemplo de
los padres, el comportamiento en todas las instancias y niveles: si se dicen mentiras
“piadosas” para librarse de una visita incomoda, o por salirle al paso de una conversación
comprometedora. Ante estas situaciones los niños son como esponjas, todo lo aprenden
y posteriormente lo imitan, con sus amigos y en los juegos de roles, los hijos representan
sus padres actuando e imitándolos en las acciones y cosas que hacen y dicen. De ahí
que el ejemplo es fundamental, mucho mas cuando de mentiras se trata.