2008-06-28 17:43:12

El Papa recibe al Patriarca Ecuménico Bartolomé I a quien recuerda que las indicaciones del apóstol Pablo son más propicias que nunca para animar los esfuerzos tendentes a la búsqueda de la plena unidad entre todos los cristianos


Sábado, 28 jun (RV).- Esta mañana, con profunda alegría, Benedicto XVI ha celebrado un encuentro con Su Santidad el Patriarca Ecuménico Bartolomé I, acompañado por su séquito. En la alocución que le ha dirigido, el Papa lo ha saludado con las palabras tomadas de la segunda carta de san Pedro: “A los que por la justicia de nuestro Dios y Salvador Jesucristo les ha cabido en suerte una fe tan preciosa como la nuestra. A vosotros, gracia y paz abundantes por el conocimiento de nuestro Señor” (1, 1-2).

El Papa ha destacado que la celebración de los santos Pedro y Pablo, patronos de la Iglesia de Roma, así como la de san Andrés, Patrono de la Iglesia de Constantinopla, nos ofrecen anualmente la posibilidad de un intercambio de visitas, que son siempre ocasiones importantes para mantener fraternas conversaciones y momentos comunes de oración. Porque como dijo el Obispo de Roma, de este modo crece el recíproco conocimiento personal; se armonizan las iniciativas y aumenta la esperanza, que a todos nos anima, de poder llegar pronto a la plena unidad, en obediencia al mandato del Señor.

Benedicto XVI ha afirmado además que este año, aquí, en Roma, a la fiesta patronal se añade la feliz circunstancia de la inauguración del Año Paulino, que él mismo ha querido convocar para conmemorar el segundo milenio del nacimiento de san Pablo, con la intención de promover una reflexión cada vez más profunda sobre la herencia teológica y espiritual que ha dejado a la Iglesia el Apóstol de los gentiles, con su vasta y profunda obra de evangelización.

Y el Pontífice se ha congratulado con placer de la noticia de que también Su Santidad haya convocado un Año Paulino. De ahí que el Papa manifestara que esta feliz coincidencia pone de manifiesto las raíces de la común vocación cristiana y la significativa sintonía, que estamos viviendo, de sentimientos y de compromisos pastorales.

“Por esto doy gracias al Señor Jesucristo, que con la fuerza de su Espíritu guía nuestros pasos hacia la unidad”. San Pablo -ha seguido diciendo el Papa- nos recuerda que la plena comunión entre todos los cristianos encuentra su fundamento en “un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo” (Ef 4, 5). Ojalá que por tanto “la fe común -el único Bautismo por la remisión de los pecados y la obediencia al único Señor y Salvador- puedan expresarse plenamente cuanto antes en la dimensión comunitaria y eclesial. “Un solo cuerpo y un solo Espíritu”, afirma el Apóstol de los gentiles, y añade: “como una es la esperanza a que habéis sido llamados” (Ef 4, 4).

El Pontífice ha añadido que san Pablo nos indica además una vía segura para mantener la unidad y, en el caso de la división, para recomponerla. De hecho, ha recordado que el decreto sobre el Ecumenismo del Concilio Vaticano II retomó la indicación paulina volviéndola a proponer en el contexto del empeño ecuménico, haciendo referencia a las palabras densas y siempre actuales de la carta a los Efesios: “Os exhorto, pues, yo, preso por el Señor, a que viváis de una manera digna de la vocación con que habéis sido llamados, con toda humildad, mansedumbre y paciencia, soportándoos unos a otros por amor, poniendo empeño en conservar la unidad del Espíritu con el vínculo de la paz” (4, 1-3).

Después de destacar que a los cristianos de Corinto san Pablo no tuvo temor de dirigirles un fuerte llamamiento a ser unánimes en el hablar, a que dejaran las divisiones entre ellos y cultivaran una perfecta unión de pensamiento e intensiones, el Papa ha dicho que en nuestro mundo, en el que se va consolidando el fenómeno de la globalización pero en el que siguen persistiendo las divisiones y los conflictos, el hombre advierte una necesidad creciente de certezas y de paz.

Pero al mismo tiempo -ha añadido- el hombre permanece aturdido y casi cautivado por cierta cultura hedonista y relativista, que pone en duda la existencia misma de la verdad. Por esta razón el Pontífice ha dicho que las indicaciones del apóstol son más propicias que nunca para animar los esfuerzos en la búsqueda de la plena unidad entre los cristianos, tan necesaria para ofrecer a los hombres del tercer milenio un testimonio de Cristo, Camino, Verdad y Vida, cada vez más luminoso. Porque como dijo el Papa poco antes de concluir: “Sólo en Cristo y en su Evangelio, la humanidad puede encontrar respuesta a sus más íntimas expectativas”.







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