Vigilia en Roma en ocasión de la Jornada Mundial para los Refugiados
Viernes, 20 jun (RV).- En ocasión de la Jornada Mundial para los Refugiados que se
celebra hoy promovida por Naciones Unidas, el cardenal Renato Martino, presidente
del Pontificio Consejo Justicia y Paz presidió ayer tarde, en la Basílica de Santa
María en Trastevere, una vigilia de oración, en la que participaron varias asociaciones
católicas.
En su homilía, el Cardenal Martino destacó la noble iniciativa de
la Comunidad de San Egidio de promover esta vigilia de oración cristiana, bajo el
lema “Morir de esperanza”. Un titulo paradójico -aseguró el purpurado-, pues de esperanza
no se muere, más bien la esperanza es la que hace vivir. No obstante, paragonando
el drama de la familia de Nazaret que se refugia en Egipto, el cardenal Martino reconoció
que la esperanza de la familia hoy está debilitada por la emigración. Al igual que
la Sagrada Familia, vemos la dolorosa condición de todos los emigrantes, de los refugiados,
exiliados, prófugos y perseguidos. A través de ella vemos las dificultades de cada
familia migrante, sus desventuras, las humillaciones, estrechez y fragilidad.
Tras
enumerar los conflictos y calamidades que hacen que millones de personas abandonen
su tierra y sus hogares con la esperanza de encontrar una nueva y mejor calidad de
vida, el Cardenal Martino advirtió que “en la Europa de hoy no se quiere tener conciencia
y memoria de este dolor y de esta realidad, hecha de tensiones y dramas que dan origen
a estos ingentes flujos migratorios”. Y recordando la Encíclica Popolorum Progressio,
en la que Pablo VI invitaba a la iglesia a superar ese grito de angustia y responder
con amor al prójimo, el purpurado subrayó que “sólo una mirada inteligente y amplia
resguardará a Europa de un futuro incierto y de la decadencia de un mundo sin vocación
y sin misión”.
Al concluir su homilía, el presidente del dicasterio Justicia
y Paz afirmó que no hay desdén sin solidaridad, no hay seguridad sin acogida y sin
integración, y si bien son difíciles de alcanzar, es más fatigoso vivir en el miedo
y dejar que éste modele la cultura, los comportamientos y las elecciones. “La sabiduría
del Evangelio, el humanismo cristiano que surge de la Iglesia -dijo el cardenal Martino-
no es debilidad ni ingenuidad, es inteligencia y cultura, sentido de responsabilidad
y capacidad de edificar el bien común”.