En la multitudinaria homilía de la Misa en Brindisi, el Papa recuerda que la compasión
cristiana no tiene nada que ver con el asistencialismo, sino que es sinónimo de compartir
y de solidaridad
Domingo, 15 jun (RV).- Benedicto XVI esta mañana ha presidido la Santa Misa en la
zona portuaria de San Apolinar en Brindisi. Miles de fieles han participado en la
Eucaristía, precedida por un encuentro del Papa con las religiosas de clausura benedictinas
y las carmelitas, presentes en esta diócesis del sur de Italia. En su homilía el Santo
Padre ha reflexionado sobre las lecturas que la Iglesia nos propone en este XI Domingo
del Tiempo Ordinario, pero antes ha saludado a los presentes deteniéndose y manifestando
su felicidad por la presencia del Metropolita Gennadios, al cual, ha dicho, “dirijo
mi saludo cordial haciéndolo extensivo a todos los fieles ortodoxos y de las otras
Confesiones de esta Iglesia de Brindisi que por su vocación ecuménica nos invita a
orar y comprometernos por la plena unidad de todos los cristianos ¡Gracia y paz de
parte del Señor a cada uno y a toda la Ciudad de Brindisi!”.
Los textos bíblicos,
que hemos escuchado en este domingo, nos ayudan a comprender la realidad de la Iglesia:
la primera lectura (Ex 19,2-6ª) evoca la estrecha alianza en el monte Sinaí, durante
el éxodo de Egipto; el Evangelio (Mt. 9,36-10,8) está constituido por la narración
de la llamada y de la misión de los doce Apóstoles. Encontramos aquí presentada la
“Constitución” de la Iglesia: “¿Cómo no advertir la invitación implícita dirigida
a cada Comunidad a renovarse en la propia vocación y en el propio empuje misionero?”,
se ha preguntado el Santo Padre.
En este sentido el Papa ha explicado que
el estilo de Jesús es inconfundible, porque es el estilo característico de Dios, que
ama realizar las cosas más grandes de modo pobre y humilde: “Este es el diseño de
Dios: difundir sobre la humanidad y en el cosmos entero, su amor generador de vida.
Un proyecto que todavía el Señor quiere actuar solamente en el respeto de nuestra
libertad, porque el amor de su naturaleza no puede imponerse –ha dicho Benedicto XVI
explicando después que- la Iglesia es en Cristo el espacio de acogida y de mediación
del amor de Dios. Desde esta perspectiva resulta claro cómo su santidad y su naturaleza
misionera constituyan dos caras de la misma moneda en cuanto santa, es decir plena
del amor divino, la Iglesia puede cumplir con su misión, y es precisamente en función
de esta tarea que Dios la ha elegido y santificado como de su propiedad”.
Sobre
el binomio “santidad-misión” la Comunidad eclesial se está midiendo en este momento,
comprometida como está en el Sínodo diocesano. Al respecto, les ha dicho el Papa,
es útil reflexionar sobre el hecho de que los doce Apóstoles no eran hombres perfectos,
elegidos por su calidad moral y religiosa. Sino que seguramente eran creyentes, llenos
de entusiasmo y de celo, pero marcados por sus propios límites humanos, algunas veces
graves. Por lo tanto, Jesús no los llamó porque ya eran santos, sino para que lo fueran.
“Como nosotros. Como todos los cristianos”, ha recordado Benedicto XVI.
En
la segunda lectura hemos escuchado la síntesis del Apóstol Pablo: “La prueba de que
Dios nos ama es que Cristo, siendo nosotros todavía pecadores, murió por nosotros”
(Rm 5,8). Y es que la Iglesia es la comunidad de los pecadores que creen en el amor
de Dios y se dejan transformar por Él, “es así como se hacen santos”, ha sentenciado
el Papa.
A la luz de esta providencial Palabra de Dios, ha proseguido el Pomtífice,
“tengo el gozo en este día de confirmar el camino de vuestra Iglesia. Es un camino
de santidad y de misión, sobre el cual su Arzobispo os ha invitado a reflexionar en
su reciente Carta pastoral; es un camino que él ha verificado ampliamente en el curso
de la visita pastoral y que ahora trata de promover mediante el Sínodo diocesano”.
Precisamente, el Evangelio de hoy nos sugiere el estilo de la misión, es decir la
actitud interior que se traduce en vida que ha sido vivida. No puede más que ser aquel
de Jesús: el estilo de la “compasión”. La compasión cristiana no tiene nada que ver
con el pietismo, o con el asistencialismo, más bien, es sinónimo de solidaridad y
actitud de compartir, y está animada por la esperanza.
“Animados por la esperanza
en la cual habéis sido salvados, también vosotros, de esta antigua Iglesia de Brindisi,
sed signos e instrumentos de la compasión, y de la misericordia de Cristo”, ha exhortado
el Papa, repitiendo con fervor al Obispo y a los presbíteros, las palabras del Divino
Maestro: “Curad enfermos, resucitad muertos, purificad leprosos, expulsad demonios.
Gratis lo habéis recibido; dadlo gratuitamente” (Mt 10,8).
Pero en la misión
de Jesús se participa de diversos modos, por la gracia del Bautismo y de la Confirmación.
En este sentido el Papa ha recordado a las personas consagradas -que profesan los
votos de pobreza, virginidad y obediencia-, a los cónyuges cristianos, y a los fieles
laicos, comprometidos en las comunidades eclesiales y en la sociedad. “Queridos hermanos
y hermanas –ha proseguido el Pontífice- todos vosotros sois destinatarios del deseo
de Jesús de multiplicar los obreros en la mies del Señor”.
Este deseo, que
pide hacerse oración, ha dicho el Papa, nos hace pensar en primer lugar en los seminaristas
y en el nuevo Seminario de esta Archidiócesis; nos hace considerar que la Iglesia
es, literalmente, un gran “seminario”, empezando por la familia, pasando por las
comunidades parroquiales, las asociaciones y los movimientos de compromiso apostólico.
Todos, en la variedad de los carismas y de los ministerios, estamos llamados a trabajar
en la viña del Señor.
“Queridos hermanos y hermanas de Brindisi -ha finalizado
diciendo el Papa en su homilía- proseguid el camino emprendido con este espíritu.
Que la Virgen Santa os ayude a permanecer en el amor de Cristo, para que podáis llevar
frutos abundantes para gloria de Dios Padre y para la salvación del mundo”.