2008-06-14 19:32:07

El Papa preside la Santa Misa en la Basílica de Santa María de finibus terrae, donde “los confines geográficos, culturales, étnicos, inclusive los religiosos son para la iglesia una invitación a la evangelización desde la perspectiva de la comunión de la diversidad”


Sábado, 14 jun (RV).- 45 mil los fieles que acudieron a la Basílica de Santa María de Finibus Terrae, santuario mariano, para participar, ya sea dentro como fuera en celebración Eucarística presidida por el Santo Padre… Recordamos que la tradición quiere que sea en este santuario donde se coloca geográficamente la llegada de San Pedro a la región occidental del planeta.

Ha sido en el marco de esta celebración que la diócesis local y en particular su obispo, Mons. Vito De Grisantis, donó la suma de 30 mil euros de colecta para una obra que difunda un mensaje de unidad y de paz entre los jóvenes de Tierra Santa… capaz de promover la convivencia entre jóvenes cristianos y musulmanes.

La última vez que un pontífice visitó Brindisi fue en el año 1089, era Papa Urbano II, para bendecir la primera piedra de la catedral que todavía existe. El puerto de Brindisi, ubicado al sur del territorio italiano fue desde su origen, puerta hacia Oriente, cuyo umbral fue atravesado inclusive por los hombres de la primera Cruzada. Quienes la conocen pueden afirmar que ya desde entonces y a pesar de los siglos transcurridos Brindisi, llamada también “ciudad de agua”, zona de tránsito, hacia el cercano oriente; mantiene intacta su vocación de acogida… En efecto en este tercer milenio, sigue siendo la puerta con el mundo musulmán: la puerta de entrada, para quien quiera buscar en Occidente la esperanza de una vida mejor.

“Este viaje inicia con una peregrinación mariana”, dijo el Papa al comenzar su homilía aludiendo al Santuario de Santa María de Finibus Terre. Tras agradecer a todos por la acogida que le ha sido reservada y en particular al Obispo Vito de Grisantis, a los obispos de la Región y al Metropolita de Lecce Mons. Cosmo Francesco Ruppi. A los presbíteros, diáconos, personas consagradas y fieles el Papa evocó el culto secular que en esta Basílica se rinde a la Santísima Virgen María, explicando que por ello ha querido que la liturgia estuviera dedicada a Ella, “Estrella del mar y Estrella de la Esperanza, Siempre Virgen y Reina del Cielo”… como reza un antiguo himno de saludo que a su vez hace eco del saludo que el Ángel dirigió a la Madre de Dios en Nazaret.

El Papa explicó que todos los títulos marianos se han gestado desde el primer nombre con el cual el mensajero celeste se dirigió a la Virgen “Alégrate, llena de Gracia” y, refiriéndose a la Anunciación, y tras evocar que la Madre de Dios, sin violencia y mansamente respondiendo, con su “Sí”, nos libró, ya no de un enemigo terreno, sino del antiguo adversario -dando un cuerpo humano a Aquel que le habría aplastado la cabeza al malvado de una vez para siempre- Benedicto XVI recordó que en el mar de la vida y de la historia, María resplandece como Estrella de la Esperanza: “No brilla de luz propia, dijo, sino que refleja aquella de Cristo, sol surgido al horizonte de la humanidad, de modo que siguiendo la Estrella de María podemos orientarnos en el viaje y mantener la ruta hacia Cristo, especialmente en los momentos oscuros y tempestuosos”.

“El apóstol Pedro conoció bien este experiencia por haberla vivido en primera persona –dijo el Santo Padre. Una noche, mientras con los demás discípulos estaba atravesando el lago de Galilea fue sorprendido por la tempestad. Su barca, abandonada al movimiento de las ondas, no lograba navegar. En aquel momento Jesús, caminando sobre las aguas, los alcanzó e invitó a Pedro a descender de la barca y acercarse… Pedro dio algunos pasos entre las ondas pero sintió que se hundía y gritó “Señor, sálvame”. Jesús lo sujetó de la mano y lo puso a salvo”.

Este episodio así narrado por el Papa fue explicado por él como “la revelación de un signo en la prueba que Pedro debía superar en el momento de la Pasión de Jesús. Cuando el Señor fue arrestado, él tuvo miedo y lo negó tres veces: fue arrastrado por la tempestad. Pero cuando sus ojos se cruzaron con la mirada de Cristo, la misericordia de Dios nuevamente lo cubrió haciéndolo estallar en lágrimas, y elevándolo de su caída”.

“He querido evocar la historia de San Pedro, porque sé que este lugar y toda su Iglesia están particularmente unidos al Príncipe de los Apóstoles. A él la tradición hace resalir el primer anuncio del Evangelio en esta tierra: El Pescador, “pescado” por Jesús, lanzó las redes hasta aquí, y hoy nosotros damos gracias por haber sido objeto de esta “pesca milagrosa”, que se prolonga desde hace dos mil años; una pesca que como escribe san Pedro “nos ha llamado de las tinieblas a su admirable luz”.

“Para ser pescadores con Cristo, observó el Papa, es necesario antes que nada ser “pescados” por Él. San Pedro es testigo de esta realidad, como lo es san Pablo, el gran convertido de quien dentro de pocos días inauguraremos el bi-milenario de su nacimiento. Como Sucesor de Pedro y Obispo de la Iglesia fundada sobre la sangre de estos dos eminentes Apóstoles, añadió, he venido a confirmarlos en la fe en Jesucristo, único salvador del hombre y del mundo”.

Aludiendo al Santuario y a la devoción mariana, Benedicto XVI recordó que la fe de Pedro y la fe de María se conjugan precisamente en Finibus Terrae, donde –dijo- se puede llegar al doble principio de la experiencia cristiana: el mariano y el petrino. Ambos nos permiten “volver a partir de Cristo” y renovar la fe, para que ésta responda a las exigencias de nuestro tiempo. María nos enseña a permanecer siempre a la escucha del Señor en el silencio de la oración, y acoger con generosa disponibilidad su Palabra con el deseo profundo de ofrecerse a Dios con la propia vida concreta, para que hoy su Verbo eterno, con la potencia del Espíritu Santo, pueda, una vez más, hacerse carne en nuestra historia…

“De finibus terrae”: el nombre de este lugar santo es muy bello y sugestivo porque hace eco de las últimas palabras de Jesús a sus discípulos y surge entre Europa y el Mediterráneo, entre el Occidente y el Oriente, y nos recuerda que la iglesia no tiene fronteras porque es universal”.

“Los confines geográficos, culturales, étnicos, inclusive los confines religiosos son para la iglesia una invitación a la evangelización desde la perspectiva de la comunión de la diversidad. La Iglesia existe –según la originaria vocación y misión revelada a Abraham, para ser una bendición en beneficio de todos los pueblos de la tierra, y para ser, con el lenguaje del Concilio Ecuménico Vaticano II, signo e instrumento de unidad para todo el género humano” observo el Papa.

Benedicto XVI elogió a la Iglesia local de esta región del sur de Italia, diciendo que “la Iglesia en “Puglia” posee una destacada vocación a ser puente entre pueblos y culturas. Esta tierra y este Santuario –añadió- son un baluarte en este sentido y me alegro en el constatar que esta sensibilidad esta viva y es percibida con genuino espíritu evangélico.

En la homilía que esta tarde pronunció en el marco de su visita pastoral al Santuario Mariano de Finibus Terrae de Leuca, muy cerca de Brindisi, al sur de Italia; el Papa, dirigiéndose a los fieles (alrededor de 45 mil), los llamó “queridos amigos”, para añadir “nosotros lo sabemos bien porque el Señor Jesús fue muy claro, que la eficacia del testimonio es proporcional a la intensidad del amor. De nada nos vale proyectarnos hasta los extremos confines de la tierra, si antes no nos queremos y no nos ayudamos los unos a los otros al interno de la comunidad cristiana”.

“La exhortación del apóstol Pablo escuchada en la segunda lectura, añadió el Papa, es fundamental no solo en la vida de familia eclesial sino también para el propio trabajo de animación de la realidad social. En un contexto tendiente a incentivar cada vez más el individualismo, el primer servicio de la iglesia es aquel de educar para el sentido social, el servicio al prójimo, a la solidaridad y a la actitud de compartir. La Iglesia, dotada como lo está por su Señor, de una carga espiritual que continuamente se renueva, se revela capaz de ejercer un influjo positivo inclusive en el plano social, porque promueve una humanidad renovada y relaciones humanas abiertas y constructivas, en el respeto y en el servicio que da prioridad a los últimos y a los más débiles.

Aquí en el Salento como en todo el sur de Italia, en el seno de las comunidades eclesiales, hay lugares donde las jóvenes generaciones pueden aprender la esperanza, ya no como una utopía, sino como confianza tenaz en la fuerza del bien. “El bien vence, a pesar de que a veces pueda parecer vencido por la supremacía de la astucia, porque en realidad sigue actuando en el silencio y en la discreción”.

Benedicto XVI explicó que esta es la renovación social cristiana, basada en la transformación de las conciencia, y sobre la formación moral y la oración y dijo que la oración, en particular, da la fuerza de creer y luchar por el bien inclusive cuando humanamente nos podríamos ver tentados al desaliento y a retroceder.

Más adelante aludiendo al discurso pronunciado por el Obispo Vito de Grisantis, en la parte en que el prelado se refería a los enfermos amorosamente atendidos por las religiosas Marcelinas, que ahora se preparan para inaugurar una Casa de Cuidados paliativos para la asistencia y el cuidado físico y espiritual de los enfermos incurables, es decir en fase terminal, y de sus familias; así como al centro de rehabilitación y permanencia para discapacitados y personas especiales, bajo el tierno cuidado de los Padres Trinitarios, el Papa quiso observar que estas iniciativas son el signo elocuente del estilo típicamente eclesial de promoción humana y social de la que poco antes hacía referencia.

En esta celebración participaron autoridades civiles, por este motivo el Papa quiso tomar la ocasión para recordar que la Comunidad cristiana no puede y no quiere sustituir las legítimas competencias de las Instituciones, sino que, por el contrario, las estimula y las sostiene en sus tareas en espíritu de colaboración por el bien de todos, y partiendo de las situaciones de mayor dificultad.

Poco antes de concluir su homilía en el santuario de Finibus Terrae, el Papa expresó su deseo de realizar, de modo espiritual, una peregrinación a los varios Santuarios marianos del Salento, definidos por él como verdaderas gemas engarzadas en esta península lanzada –dijo aludiendo a la forma de la península itálica- como un puente sobre el mar. “La piedad mariana de las poblaciones ha sido formada bajo el influjo maravilloso de la devoción de San Basilio a la Theo-tokos, la Madre de Dios; una devoción cultivada por San Benedicto, Santo Domingo, San Francisco y expresada en bellísimas iglesias y altares sagrados que deben ser cuidados y mantenidos como signo de la rica herencia religiosa y civil de la gente del lugar”.








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