Escuchar el programa Jueves, 22 may
(RV).- Hoy hablaremos de la relación estrecha entre la libertad y la verdad, la una
sin la otra no tiene sentido. Pare mentira, pero desde que nacemos queremos ser libres
para expresar lo que sentimos y creemos, para ser lo que somos. Con el tiempo y el
aprendizaje, empezamos a comprender que sólo la sabiduría nos permite crear bienestar
y prosperidad para todos y cada uno de nosotros. Pero al observar nuestra realidad
social, sorprende ver la frecuencia con la que las ideologías nos llevan a perder
la independencia y la conciencia. De ahí que la pregunta obligada es cómo hemos llegado
a vivir tan lejos de nuestros verdaderos anhelos, de aquellos sueños iniciales de
libertad para ser lo que queremos ser?
Recogiendo algunas reflexiones de la
terapeuta Angela Solorzano, publicadas en un diario capitalino de Colombia, señalaba
como desde niños, las iniciativas de actuar por cuenta propia, regidas por los deseos
y los instintos, fueron moldeadas en los diversos ámbitos sociales: la familia, la
escuela, los amigos, la sociedad. Es decir, desde niños nos indicaron -en los diversos
ámbitos- lo qué debíamos hacer y lo qué no; lo que debíamos pensar y lo que no; lo
que estaba bien o mal visto.
Bastaba que nos alejáramos de las expectativas
institucionales para ser tratados como seres obstinados, rebeldes sin causa, etc.
Y, en la vida adulta, mirar críticamente las costumbres sociales o atreverse a ser
distinto, es usualmente señalado como amenazante y no como un aporte constructivo.
Y como lo señala esta especialista, lo más paradójico es entender que parte
de la educación, del reconocimiento de la historia es admirar como héroes o seres
míticos a aquellos artistas o pensadores que con sus acciones e ideas cambiaron la
historia del conocimiento o del arte, a los próceres de la Independencia que se aventuraron
a luchar para que pudiéramos ser una república con un gobierno democrático o a aquellas
mujeres que comenzaron a reivindicar la posición social de la mujer y a conquistar
para ellas los derechos que cualquier ser nacido en un estado democrático tiene.
Cada
vez las contradicciones nos atrapan. Hoy, en las sociedades donde existe tantas ofertas,
tantas posibilidades para realizar lo que queramos, sentimos cada vez más que la libertad
es una experiencia que se circunscribe a elegir la marca de los objetos que consumimos
o las escuelas en las que hacemos una especialización, pues a diferencia de nuestros
héroes históricos o artistas, pareciera que en muchas ocasiones ni siquiera nos cuestionamos
o examinamos si el mundo en que vivimos es lo que queremos y menos si podemos crear
una realidad diferente.
Trascender estas contradicciones y descubrir los velos
que nos nublan la mirada es imperativo para hacer el camino hacia la libertad, interna
o externa de cada ser humano, para encontrarse a sí mismo.
No cabe duda que
no es posible vivir en la búsqueda de nuestros anhelos –la libertad y la sabiduría–
mientras el miedo al dolor o a la desaprobación estén en la sombra de nuestras elecciones,
porque no está claros los alcances de esa libertad, o sus consecuencias, sino que
obramos más por temor, esperando que el tiempo y las circunstancias de nuestra vida
vayan delineando nuestros rumbos. La autocrítica, la consciencia, el análisis nos
permitirán descubrir claramente las posibilidades de construir, de crear permanentemente
nuevas y auténticas maneras de ser, en beneficio de una permanente evolución.
Recordemos
que la verdad es hija de la libertad y la libertad sólo se construye a partir de la
verdad.