2008-05-22 14:37:10

El 24 de mayo se celebra la Jornada de Oración por la Iglesia en China


Jueves, 22 may (RV).- Este sábado, 24 de mayo, se celebra la Jornada de Oración por la Iglesia en China, establecida por el Santo Padre Benedicto XVI en la Carta a los obispos, presbíteros, personas consagradas y a los fieles laicos de la Iglesia Católica de la República Popular de China, firmada en el mes de mayo del pasado año.

En la carta, el Papa señalaba que la elección del 24 de mayo se debía a que ese mismo día se celebra la memoria litúrgica de la Beata Virgen María, Ayuda de los Cristianos, venerada con devoción en el santuario mariano de Cesan en Shangai.

“Deseo que esta fecha sea para vosotros –se lee en la misiva del Pontífice- una jornada de oración para la Iglesia en China. Os exhorto a celebrarla, renovando vuestra comunión de fe en Jesús, Nuestro Señor, y de fidelidad al Papa, orando para que la unidad entre vosotros, sea siempre más profunda y visible”.

Asimismo el Santo Padre ponía de relieve el mandamiento del amor que Jesús “nos ha dado, amar a los enemigos y orar por quienes nos persiguen”, y lo hacía evocando las palabras de san Pablo: “Ante todo recomiendo que se hagan plegarias, oraciones, súplicas y acciones de gracias por todos los hombres; por los reyes y por todos los constituidos en autoridad, para que podamos vivir una vida tranquila y apacible con toda piedad y dignidad. Esto es bueno y agradable a Dios, nuestro salvador, que quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento pleno de la verdad” (1 Tm 2, 1-4).

En esta misma jornada, los católicos del mundo entero, en particular los de origen chino, están llamados a mostrar su fraterna solidaridad, pidiendo, como el Papa lo hace en su carta, el don de la perseverancia en el testimonio, “con la certeza de que vuestros sufrimientos, pasados y presentes, por el santo Nombre de Jesús, y vuestra intrépida lealtad a Su Vicario en la tierra –finalizó Benedicto XVI en su misiva- serán premiados, aunque pueda parecer todo un sufrimiento inútil”.

Y es que, como señaló Juan Pablo II en su mensaje en ocasión de la solemne celebración del VII centenario del comienzo de la evangelización de China, por obra del fraile Juan de Montecorvino, “la fe y la práctica religiosa son una fuente dinámica de compromiso en el ámbito de la responsabilidad social y civil. No puede existir oposición o incompatibilidad en el hecho de ser verdaderamente católico y, al mismo tiempo, auténticamente chino”.

Precisamente, Juan de Montecorvino, fue el primer evangelizador del pueblo chino y el primer arzobispo de Khambaliq, la actual Pekín. De hecho, en 1994 se celebraron los siete siglos desde que el gran misionero franciscano llegó a Khambaliq, después de un viaje que duró cinco años, llevando consigo una carta del Papa Nicolás IV para el soberano de esos vastos territorios del Lejano Oriente. Gracias a sus cartas y a los escritos de sus contemporáneos sabemos que su apostolado en China produjo tan abundantes frutos, que en 1307 el Papa Clemente V lo elevó al rango de arzobispo y le dio amplias facultades para establecer y organizar la Iglesia en esa lejana región. Su ordenación se celebró en 1310, en presencia del kan, cuando los obispos enviados para consagrarlo pudieron llegar finalmente a esa capital.

En 1328, cuando murió Juan de Montecorvino, sus treinta y cuatro años de sabia e incansable actividad misionera en Khambaliq habían dado vida a una numerosa y fervorosa comunidad cristiana, así como a una amplia red de iglesias, conventos, escuelas y otras instituciones.








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