El 24 de mayo se celebra la Jornada de Oración por la Iglesia en China
Jueves, 22 may (RV).- Este sábado, 24 de mayo, se celebra la Jornada de Oración por
la Iglesia en China, establecida por el Santo Padre Benedicto XVI en la Carta a los
obispos, presbíteros, personas consagradas y a los fieles laicos de la Iglesia Católica
de la República Popular de China, firmada en el mes de mayo del pasado año.
En
la carta, el Papa señalaba que la elección del 24 de mayo se debía a que ese mismo
día se celebra la memoria litúrgica de la Beata Virgen María, Ayuda de los Cristianos,
venerada con devoción en el santuario mariano de Cesan en Shangai.
“Deseo que
esta fecha sea para vosotros –se lee en la misiva del Pontífice- una jornada de oración
para la Iglesia en China. Os exhorto a celebrarla, renovando vuestra comunión de fe
en Jesús, Nuestro Señor, y de fidelidad al Papa, orando para que la unidad entre vosotros,
sea siempre más profunda y visible”.
Asimismo el Santo Padre ponía de relieve
el mandamiento del amor que Jesús “nos ha dado, amar a los enemigos y orar por quienes
nos persiguen”, y lo hacía evocando las palabras de san Pablo: “Ante todo recomiendo
que se hagan plegarias, oraciones, súplicas y acciones de gracias por todos los hombres;
por los reyes y por todos los constituidos en autoridad, para que podamos vivir una
vida tranquila y apacible con toda piedad y dignidad. Esto es bueno y agradable a
Dios, nuestro salvador, que quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento
pleno de la verdad” (1 Tm 2, 1-4).
En esta misma jornada, los católicos del
mundo entero, en particular los de origen chino, están llamados a mostrar su fraterna
solidaridad, pidiendo, como el Papa lo hace en su carta, el don de la perseverancia
en el testimonio, “con la certeza de que vuestros sufrimientos, pasados y presentes,
por el santo Nombre de Jesús, y vuestra intrépida lealtad a Su Vicario en la tierra
–finalizó Benedicto XVI en su misiva- serán premiados, aunque pueda parecer todo un
sufrimiento inútil”.
Y es que, como señaló Juan Pablo II en su mensaje en ocasión
de la solemne celebración del VII centenario del comienzo de la evangelización de
China, por obra del fraile Juan de Montecorvino, “la fe y la práctica religiosa son
una fuente dinámica de compromiso en el ámbito de la responsabilidad social y civil.
No puede existir oposición o incompatibilidad en el hecho de ser verdaderamente católico
y, al mismo tiempo, auténticamente chino”.
Precisamente, Juan de Montecorvino,
fue el primer evangelizador del pueblo chino y el primer arzobispo de Khambaliq, la
actual Pekín. De hecho, en 1994 se celebraron los siete siglos desde que el gran misionero
franciscano llegó a Khambaliq, después de un viaje que duró cinco años, llevando consigo
una carta del Papa Nicolás IV para el soberano de esos vastos territorios del Lejano
Oriente. Gracias a sus cartas y a los escritos de sus contemporáneos sabemos que su
apostolado en China produjo tan abundantes frutos, que en 1307 el Papa Clemente V
lo elevó al rango de arzobispo y le dio amplias facultades para establecer y organizar
la Iglesia en esa lejana región. Su ordenación se celebró en 1310, en presencia del
kan, cuando los obispos enviados para consagrarlo pudieron llegar finalmente a esa
capital.
En 1328, cuando murió Juan de Montecorvino, sus treinta y cuatro años
de sabia e incansable actividad misionera en Khambaliq habían dado vida a una numerosa
y fervorosa comunidad cristiana, así como a una amplia red de iglesias, conventos,
escuelas y otras instituciones.