Declaraciones del Observador Permanente de la Santa Sede ante la Oficina de la ONU
de Ginebra
Jueves, 22 may (RV).- Como señalaba Benedicto XVI - en su apremiante llamamiento del
pasado domingo - los ojos de las víctimas inocentes, de los pueblos y de los países
afectados están dirigidos hacia la Conferencia Diplomática de Dublín contra el uso,
fabricación, distribución y almacenamiento de las bombas de racimo. Precisamente en
este encuentro organizado por el gobierno irlandés intervino también el Observador
Permanente de la Santa Sede ante la Oficina de la ONU de Ginebra.
El Arzobispo
Silvano Tomasi volvió a presentar el llamamiento del Papa con el anhelo de que - tal
como señaló Benedicto XVI - «se alcance un acuerdo internacional firme y creíble».
Pues «es necesario que se ponga fin a los errores del pasado, evitando que se vuelvan
a repetir en el futuro». El representante de la Santa Sede hizo hincapié en la urgencia
de dicho acuerdo, destacando que «el mundo espera un acto de fe en la persona humana
y en sus elevadas aspiraciones de vivir en paz y seguridad. Un compromiso que haga
de la solidaridad la más bella expresión de la unidad de la familia humana y su destino
común». Mons. Tomasi ha explicado ante nuestros micrófonos la constante actividad
de la Santa Sede en este contexto:
«La razón profunda que inspira la actividad
de la Santa Sede en el ámbito diplomático internacional, para combatir este mal enorme
que crean las bombas de racimo, es el anhelo de evitar que siga habiendo víctimas
entre la población civil. Sobre todo, que paguen un precio demasiado alto por estas
actividades de carácter miliar. La Santa Sede está comprometida desde el primer momento
en la promoción de una convención, un instrumento internacional de carácter jurídico,
para prohibir este tipo de municiones. En efecto, la Santa Sede integra el pequeño
grupo de estados que, desde hace algunos años impulsa la toma de conciencia de la
opinión pública. Trabajando asimismo por medio de instrumentos, también jurídicos,
para llegar a conclusiones prácticas, que puedan limitar los daños de estas armas.
Estamos activamente comprometidos en ello y trabajamos sin desmayo para lograr resultados
positivos».
Los principales productores y usuarios de este tipo de armas no
están participando en esta cumbre de Dublín, como Estados Unidos, Israel, Rusia, China,
India y Pakistán. En la actualidad, más de 30 países fabrican este tipo de bombas
de racimo o de fragmentación, que se distribuyen en más de 70 estados, entre ellos
España. Mons. Tomasi nos habla sobre la trágica realidad de estas bombas de racimo:
«Recientemente
han sido empleadas en la guerra entre Israel y el Líbano. En los últimos días se han
lanzado más de dos millones en territorio libanés, creando graves problemas para el
desarrollo de la agricultura, para los niños y mujeres, para todos los que intentan
regresar a sus hogares y se pueden encontrar con estos residuos de guerra, que explotan
y crean víctimas indefensas cada día. Por ejemplo, aún hoy, en el sudeste asiático,
después de cuarenta años de haber sido lanzadas, estas bombas siguen matando e hiriendo
de gravedad. Por lo tanto, no hablamos de una realidad abstracta, de algo lejano de
la historia. Sino de armas que siguen sembrando víctimas. Nosotros como Iglesia y
como cristianos, queremos sensibilizar acerca de las personas más vulnerables. Queremos
hacer algo concreto para limitar el impacto de estos artefactos sobre las personas,
que llevan sus terribles consecuencias durante toda la vida o que pierden la vida».
Las bombas de racimo son trágicamente peligrosas y letales, porque se abren
en el aire y dejan caer cientos de pequeñas bombas del tamaño de una lata de refresco,
muchas de las cuales no llegan a estallar al caer al suelo y se convierten en minas.
El Representante de la Santa Sede en la Conferencia de Dublín nos detalla la actividad
de su delegación en esta cita:
«Durante esta conferencia la delegación de la
Santa Sede está trabajando activamente para que se alcance, junto con los otros países,
este nuevo instrumento jurídico, que anhelamos sea verdaderamente eficaz y operativo.
Que, de forma substancial y decidida prohíba y elimine el uso, la fabricación, la
distribución y el almacenamiento de las bombas de racimo. Está claro que la presencia,
en el contexto internacional, de un instrumento nuevo, de una convención que dé la
posibilidad a los estados de afianzarse en ella para eliminar estas bombas es un paso
muy importante para alcanzar nuestro objetivo. Es decir, que nunca más haya matanzas
y tragedias inútiles causadas por estas bombas».