El Papa preside el rezo del Rosario en la Basílica de Santa María la Mayor y confía
a los fieles las intenciones de oración más urgentes de su ministerio: la paz en el
mundo, la unidad de los cristianos y el diálogo entre todas las culturas
Sábado, 3 may (RV).- La paz en el mundo, la unidad de los cristianos y el diálogo
entre todas las culturas, fueron las intenciones que el Papa confió a los fieles que
participaron, esta tarde, en la rezo del Santo Rosario, que presidió en la basílica
de Santa María la Mayor, abriendo con esta celebración el mes dedicado a la Virgen
María. Al final de la oración mariana, el Santo Padre dirigió unas palabras de agradecimiento
a los presentes, y en particular, a su Vicario para la Diócesis de Roma, cardenal
Camilo Ruini y al Cardenal Bernard Francis Law, Arcipreste de la basílica donde se
venera la imagen de María Salus Populi Romani.
El Santo Padre reconoció que
esta invitación a guiar el Santo Rosario en el primer sábado del mes de mayo le hizo
recordar esta bella tradición que vivió desde su infancia. De hecho, explicó el Papa,
en la experiencia de su generación “las noches de mayo evocan dulces recuerdos ligados
a las citas vespertinas para rendir homenaje a la Virgen”, en los patios de las casas
y las plazas de los pueblos.
Benedicto XVI enfatizó que hoy por hoy, juntos
podemos confirmar que “el santo Rosario no es una pía práctica relegada al pasado,
como oración de otros tiempos en los que pensar con nostalgia”. En cambio, agregó
el Papa, “el Rosario está conociendo casi una nueva primavera” y esto es, sin duda,
“uno de los signos más elocuentes del amor que las jóvenes generaciones nutren por
Jesús y por su Madre, María”.
“En el mundo actual tan disperso, esta oración
nos ayuda a poner a Cristo en el centro, como hacía la Virgen, que meditaba interiormente
todo aquello que decía su Hijo, y luego aquello que Él hacía y decía. Cuando se reza
el Rosario, se reviven los momentos importantes y significativos de la historia de
la salvación, se recorren las varias etapas de la misión de Cristo”.
El Papa
subrayó que junto a María se orienta el corazón al misterio de Jesús, se coloca a
Cristo en el centro de nuestra vida, de nuestro tiempo y de nuestras ciudades mediante
la contemplación la meditación de sus santos misterios de alegría, de luz, de dolor
y de gloria. Y así el Papa invocó a la Virgen.
“Nos ayude María a acoger en
nosotros la gracia que emana de estos misterios, para que a través de nosotros, pueda
irrigar a la sociedad a partir de las relaciones cotidianas, y purificarla de tantas
fuerzas negativas abriéndola a la novedad de Dios. El Rosario, cuando es rezado de
manera auténtica, no mecánica y superficial sino profunda, trae paz y reconciliación.
Contiene en sí la potencia sanadora del Nombre santísimo de Jesús, invocado con fe
y con amor en el centro de cada Ave María.
Benedicto XVI invitó a los fieles
a agradecer a Dios que nos ha concedido el poder vivir esta bella gracia en las próximas
tardes de este mes mariano, y aunque estemos distantes, cada uno en sus propias familias
y comunidades podrán sentirse igualmente cercanos y unidos en la oración. Y recordando
que en estos días nos estamos preparando para la solemnidad de Pentecostés, el Papa
exhortó a permanecer unidos a María invocando para la Iglesia una renovada efusión
del Espíritu Santo, y como en los orígenes, pidiendo a María Santísima que ayude a
los fieles de cada comunidad cristiana a formar “un solo corazón y una sola alma”.
“Les confío las intenciones más urgentes de mi ministerio, las necesidades
de la Iglesia, los grandes problemas de la humanidad: la paz en el mundo, la unidad
de los cristianos, el diálogo entre todas las culturas”.
Por último, el Papa
se dirigió a la iglesia que vive en Roma y en Italia para que rece por los objetivos
pastorales de las Diócesis y por el desarrollo solidario del país, pero también por
el bien de todos aquellos que a través de la radio y de la televisión, en especial
los enfermos, se han unido a esta oración, impartiendo a todos su bendición apostólica.