Benedicto XVI resalta el profundo cambio en la vida eclesial cubana desde celebración
del Encuentro Nacional Eclesial Cubano y la histórica visita a la isla de Juan Pablo
II
Viernes, 2 may (RV).- Benedicto XVI ha recibido esta mañana con gran gozo a los Obispos
de Cuba al concluir su quinquenal visita ad limina. “Para mí - les ha dicho el Papa
- es un motivo particular de alegría encontrarme con ustedes, queridos Hermanos, que
están al cuidado de una Iglesia a la que me siento muy cercano espiritualmente, como
ya tuve ocasión de manifestarles en el mensaje que les envié a través del Cardenal
Secretario de Estado en su reciente viaje a Cuba, y tras agradecer las palabras que
le ha dirigido el Presidente de los Obispos cubanos, les ha agradecido “la intensa
labor pastoral que, a pesar de las muchas dificultades y limitaciones, ha contribuido
a fortalecer el espíritu misionero en todas las comunidades eclesiales cubanas y les
ha invitado, a seguir desplegando un audaz y generoso esfuerzo de evangelización que
lleve la luz de Cristo a todos los ámbitos y lugares”.
“En este momento de
la historia, la Iglesia en su País está llamada a ofrecer a toda la sociedad cubana
la única esperanza verdadera: Cristo nuestro Señor, vencedor del pecado y de la muerte
(cf. Spe salvi, 27). Ésta, ha afirmado el Papa, es la fuerza que ha mantenido a los
creyentes cubanos firmes en la senda de la fe y del amor y todo ello exige que el
fomento de la vida espiritual tenga un puesto central en sus aspiraciones y proyectos
pastorales. Sólo a partir de una experiencia personal de encuentro con Jesucristo,
y con una preparación doctrinal sólida y enraizada en la comunidad eclesial, el cristiano
podrá ser sal y luz del mundo (cf. Mt 5, 13), y saciar así la sed de Dios que se advierte
cada vez más entre sus conciudadanos”.
Seguidamente el Pontífice les ha delineado
a los Obispos el papel fundamental que tienen los presbíteros en la tarea evangelizadora.
“Por ello, a través de ustedes quiero expresar a todos los sacerdotes mi gratitud
y mi aprecio por su fidelidad y su incansable servicio a la Iglesia y a los fieles.
Confío también en que el incremento de las vocaciones, y la adopción al mismo tiempo
de justas medidas en este campo, permitan pronto a la Iglesia cubana contar con un
número suficiente de presbíteros, así como de los templos y lugares de culto necesarios,
para cumplir con su misión estrictamente pastoral y espiritual. No dejen de acompañarlos
y alentarlos, a ellos que llevan el peso del día y del calor (cf. Mt 20, 12), y ayúdenles
a que con la meditación personal, el rezo de la Liturgia de las Horas, la celebración
cotidiana de la Eucaristía, así como con una adecuada formación permanente, mantengan
siempre vivo el don recibido con la imposición de las manos (cf. 2 Tm 1, 6)”.
Seguidamente
el Papa les ha alentado a continuar promoviendo una pastoral vocacional específica,
la atención al Seminario deberá ocupar un lugar privilegiado en el corazón del Obispo
“dedicándole los mejores medios humanos y materiales de sus comunidades diocesanas,
y asegurando a los seminaristas, mediante la competencia y dedicación de escogidos
formadores, la mejor preparación espiritual, intelectual y humana posible, de modo
que puedan hacer frente, identificados con los sentimientos del Corazón de Cristo,
al compromiso del ministerio sacerdotal que deberán afrontar”.
También el Santo
Padre les ha recordado a los Prelados cubanos la labor ejemplar que realizan los religiosos
y religiosas y ha dado las gracias a los numerosos misioneros que ofrecen el don de
su consagración a toda la Iglesia en Cuba. De la misma manera el Papa, ha aludido
al Plan Pastoral de los Obispos respecto a un laicado comprometido, consciente de
su vocación y misión en la Iglesia y en el mundo. Procuren, les ha pedido, que todos
los fieles tengan acceso a la lectura y meditación orante de la Palabra de Dios, así
como a la recepción frecuente del sacramento de la Reconciliación y de la Eucaristía.
A este respecto, hago votos para que la Iglesia en Cuba, conforme a sus legítimas
aspiraciones, pueda tener un normal acceso a los Medios de Comunicación Social”.
Antes
de finalizar su discurso Benedicto XVI ha hablado de la amenaza que corre la estabilidad
de los matrimonios y las familias a causa “del divorcio y sus consecuencias, la práctica
del aborto o las dificultades económicas, así como por las separaciones familiares
a causa de la emigración u otros motivos. Les animo a redoblar sus esfuerzos para
que todos, y especialmente los jóvenes, comprendan mejor y se sientan cada vez más
atraídos por la belleza de los auténticos valores del matrimonio y de la familia.
Asimismo, es necesario alentar y ofrecer los medios pertinentes para que las familias
puedan ejercer su responsabilidad y su derecho fundamental a la educación religiosa
y moral de sus hijos”.
No han faltado las palabras de aliento del Papa por
la generosidad con que la Iglesia se entrega al servicio de los más pobres y desfavorecidos,
recibiendo por ello el aprecio y el reconocimiento de todo el pueblo cubano. Les exhorto
de corazón a seguir llevando a todas las personas necesitadas, a los enfermos, a los
ancianos o a los encarcelados, un signo visible del amor de Dios hacia ellos, conscientes
de que «la mejor defensa de Dios y del hombre consiste precisamente en el amor»”.
“Que la próxima beatificación del Siervo de Dios Padre José Olallo Valdés
les dé nuevo impulso en su servicio a la Iglesia y al pueblo cubano, siendo en todo
momento fermento de reconciliación, de justicia y de paz. A Nuestra Señora de la Caridad
del Cobre, cuando se disponen a preparar la celebración del Cuarto Centenario del
hallazgo de su venerada imagen, les encomiendo a ustedes y sus intenciones, y le pido
que les proteja y les dé fortaleza, al mismo tiempo que les imparto una especial Bendición
Apostólica”.
Discurso completo Queridos Hermanos
en el Episcopado:
1. Con gran gozo les recibo al
término de esta visita ad limina, que les ha traído hasta las tumbas de los Apóstoles
san Pedro y san Pablo para estrechar aún más los lazos de comunión que siempre han
caracterizado la relación de los Obispos cubanos con esta Sede Apostólica. Para mí
es un motivo particular de alegría encontrarme con ustedes, queridos Hermanos, que
están al cuidado de una Iglesia a la que me siento muy cercano espiritualmente, como
ya tuve ocasión de manifestarles en el mensaje que les envié a través del Cardenal
Secretario de Estado en su reciente viaje a Cuba. Agradezco de corazón
las amables palabras de adhesión y sincero afecto que me ha dirigido Mons. Juan García
Rodríguez, Arzobispo de Camagüey y Presidente de la Conferencia de Obispos Católicos
de Cuba, en nombre de todos ustedes y de sus comunidades diocesanas.
2.
Conozco bien la vitalidad de la Iglesia en su amado País, así como su unidad y su
entrega a Jesucristo. La vida eclesial cubana ha experimentado un cambio profundo,
sobre todo desde la celebración del Encuentro Nacional Eclesial Cubano, hace ahora
algo más de veinte años, y muy especialmente con la histórica visita a Cuba de mi
venerado Predecesor, el Papa Juan Pablo II. Se ha llevado a cabo una intensa labor
pastoral que, a pesar de las muchas dificultades y limitaciones, ha contribuido a
fortalecer el espíritu misionero en todas las comunidades eclesiales cubanas. Les
invito, pues, a seguir desplegando un audaz y generoso esfuerzo de evangelización
que lleve la luz de Cristo a todos los ámbitos y lugares. En este momento
de la historia, la Iglesia en su País está llamada a ofrecer a toda la sociedad cubana
la única esperanza verdadera: Cristo nuestro Señor, vencedor del pecado y de la muerte
(cf. Spe salvi, 27). Ésta es la fuerza que ha mantenido a los creyentes cubanos firmes
en la senda de la fe y del amor. Todo ello exige que el fomento de la vida
espiritual tenga un puesto central en sus aspiraciones y proyectos pastorales. Sólo
a partir de una experiencia personal de encuentro con Jesucristo, y con una preparación
doctrinal sólida y enraizada en la comunidad eclesial, el cristiano podrá ser sal
y luz del mundo (cf. Mt 5, 13), y saciar así la sed de Dios que se advierte cada vez
más entre sus conciudadanos.
3. En esta tarea evangelizadora
los presbíteros tienen un papel fundamental. Conozco la dedicación y celo pastoral
con el que se entregan a sus hermanos, a pesar de su reducido número y aún en medio
de grandes obstáculos. Por ello, a través de ustedes quiero expresar a todos los sacerdotes
mi gratitud y mi aprecio por su fidelidad y su incansable servicio a la Iglesia y
a los fieles. Confío también en que el incremento de las vocaciones, y la adopción
al mismo tiempo de justas medidas en este campo, permitan pronto a la Iglesia cubana
contar con un número suficiente de presbíteros, así como de los templos y lugares
de culto necesarios, para cumplir con su misión estrictamente pastoral y espiritual.
No dejen de acompañarlos y alentarlos, a ellos que llevan el peso del día y del calor
(cf. Mt 20, 12), y ayúdenles a que con la meditación personal, el rezo de la Liturgia
de las Horas, la celebración cotidiana de la Eucaristía, así como con una adecuada
formación permanente, mantengan siempre vivo el don recibido con la imposición de
las manos (cf. 2 Tm 1, 6). El incremento de las vocaciones sacerdotales
es una fuente de esperanza. Sin embargo, es necesario continuar promoviendo una pastoral
vocacional específica que no tenga miedo de animar a los jóvenes a seguir los pasos
de Cristo, el único que puede satisfacer sus ansias de amor y de felicidad. Al mismo
tiempo, el cuidado y la atención del Seminario deberá ocupar siempre un lugar privilegiado
en el corazón del Obispo (cf. PO 5), dedicándole los mejores medios humanos y materiales
de sus comunidades diocesanas, y asegurando a los seminaristas, mediante la competencia
y dedicación de escogidos formadores, la mejor preparación espiritual, intelectual
y humana posible, de modo que puedan hacer frente, identificados con los sentimientos
del Corazón de Cristo, al compromiso del ministerio sacerdotal que deberán afrontar. No
puedo dejar de mencionar y reconocer la labor ejemplar de tantos religiosos y religiosas,
y les animo a que sigan enriqueciendo al conjunto de la vida eclesial con el tesoro
de sus propios carismas y de su entrega generosa. Quisiera también dar las gracias
de modo especial a los numerosos misioneros que ofrecen el don de su consagración
a toda la Iglesia en Cuba.
4. Uno de los objetivos
prioritarios del Plan de Pastoral que ustedes han elaborado es justamente la promoción
de un laicado comprometido, consciente de su vocación y misión en la Iglesia y en
el mundo. Les invito, por tanto, a promover en sus Iglesias Particulares un auténtico
proceso de educación en la fe en los diversos niveles, con la ayuda de catequistas
debidamente preparados. Procuren que todos los fieles tengan acceso a la lectura y
meditación orante de la Palabra de Dios, así como a la recepción frecuente del sacramento
de la Reconciliación y de la Eucaristía. Fortalecidos así con una vida
espiritual intensa y contando con una sólida preparación religiosa, especialmente
en cuanto se refiere a la doctrina social de la Iglesia, los fieles laicos podrán
ofrecer un testimonio convincente de su fe en todos los ámbitos de la sociedad, para
iluminarlos con la luz del Evangelio (cf. LG 38). A este respecto, hago votos para
que la Iglesia en Cuba, conforme a sus legítimas aspiraciones, pueda tener un normal
acceso a los Medios de Comunicación Social.
5. De
un modo especial deseo confiarles la atención pastoral de los matrimonios y las familias.
Sé cuánto les preocupa la situación de la familia, amenazada en su estabilidad por
el divorcio y sus consecuencias, la práctica del aborto o las dificultades económicas,
así como por las separaciones familiares a causa de la emigración u otros motivos.
Les animo a redoblar sus esfuerzos para que todos, y especialmente los jóvenes, comprendan
mejor y se sientan cada vez más atraídos por la belleza de los auténticos valores
del matrimonio y de la familia. Asimismo, es necesario alentar y ofrecer los medios
pertinentes para que las familias puedan ejercer su responsabilidad y su derecho fundamental
a la educación religiosa y moral de sus hijos.
6.
He podido comprobar con gozo la generosidad con que la Iglesia en su querida Nación
se entrega al servicio de los más pobres y desfavorecidos, recibiendo por ello el
aprecio y el reconocimiento de todo el pueblo cubano. Les exhorto de corazón a seguir
llevando a todas las personas necesitadas, a los enfermos, a los ancianos o a los
encarcelados, un signo visible del amor de Dios hacia ellos, conscientes de que «la
mejor defensa de Dios y del hombre consiste precisamente en el amor» (Deus caritas
est, 31). De esta manera, ofrecen a toda Cuba el testimonio de una Iglesia que comparte
profundamente sus gozos, esperanzas y penalidades.
7.
Queridos Hermanos, quiero agradecerles todo el trabajo que están realizando para que
el pequeño rebaño de Cuba se fortalezca y produzca un fruto cada vez más abundante
de vida cristiana, como el grano de trigo que cae en tierra (cf. Jn 12, 24). Que la
próxima beatificación del Siervo de Dios Padre José Olallo Valdés les dé nuevo impulso
en su servicio a la Iglesia y al pueblo cubano, siendo en todo momento fermento de
reconciliación, de justicia y de paz. Les ruego que transmitan mi afectuoso
saludo y mi cercanía espiritual a todos, en particular a los Obispos Eméritos, a los
sacerdotes, diáconos permanentes, comunidades religiosas, seminaristas y fieles laicos,
y díganles que el Papa reza siempre por ellos, al mismo tiempo que les anima a crecer
en santidad para dar lo mejor de sí mismos a Dios y a los demás. A Nuestra
Señora de la Caridad del Cobre, cuando se disponen a preparar la celebración del Cuarto
Centenario del hallazgo de su venerada imagen, les encomiendo a ustedes y sus intenciones,
y le pido que les proteja y les dé fortaleza, al mismo tiempo que les imparto una
especial Bendición Apostólica.