En el concierto homenaje por su tercer aniversario en el pontificado, el Papa señala
que el arte y la oración nos impulsan a impregnar la realidad de cada día con valores
espirituales y de esperanza, que conducen a la justicia, a la solidaridad y a la paz,
por el bien de toda la humanidad
Viernes, 25 abr (RV).- El arte y la oración nos impulsan a impregnar la realidad de
cada día con valores espirituales y de esperanza, que conducen a la justicia, a la
solidaridad y a la paz, por el bien de toda la humanidad. Lo reiteró Benedicto XVI,
agradeciendo el concierto que le ofreció el presidente de la República Italiana, como
homenaje en el tercer aniversario de su pontificado.
Fue ayer por la tarde
en el Vaticano, en el Aula Pablo VI. Y poco antes del concierto, el Santo Padre mantuvo
un encuentro con el presidente italiano. Un comunicado del Director de la Oficina
de Prensa de la Santa Sede señala que fueron «unos quince minutos, caracterizados
por una gran cordialidad, en los que se abordaron los grandes temas de la situación
del mundo de hoy, con especial referencia al reciente discurso del Papa ante la Asamblea
general de las Naciones Unidas».
Es decir, «la dignidad de la persona humana,
los cimientos de los derechos del hombre y el compromiso de la comunidad internacional
en la tutela y promoción de estos mismos derechos; el diálogo entre razón y fe al
servicio del crecimiento integral de la persona y del desarrollo armónico de la comunidad
humana y el diálogo entre las grandes religiones y su contribución en favor de la
paz en el mundo».
Al finalizar el concierto - expresando su profunda gratitud
por esta «nueva manifestación del gran cariño que el pueblo italiano le tiene el Papa»
- Benedicto XVI puso de relieve el valor espiritual del arte musical: «Llamada de
forma singular a infundir esperanza en el alma humana, tan marcada y algunas veces
herida por la condición terrenal. Hay una misteriosa y profunda parentela entre música
y esperanza, entre canto y vida eterna. En efecto, la tradición cristiana representa
a los espíritus beatos cantando en coro, arrebatados y extasiados por la belleza de
Dios. Pero en realidad, el arte y la oración no nos alejan de la realidad de cada
día. Sino que más bien nos impulsan a irrigarla para que germine y brinde frutos de
bien y de paz».
Destacando las magistrales interpretaciones musicales recién
escuchadas, el Santo Padre recordó asimismo el valor e importancia universal del patrimonio
artístico: «Pienso en especial en las jóvenes generaciones, que acercándose a este
patrimonio pueden percibir siempre nuevas inspiraciones para construir el mundo según
proyectos de justicia y solidaridad, valorizando, al servicio del hombre, las multiformes
expresiones de la cultura mundial. Pienso también en la importancia que reviste la
educación a la belleza auténtica en la formación de los jóvenes. El arte en su conjunto
contribuye a afinar su alma y orienta hacia la edificación de una sociedad abierta
a los ideales del espíritu».
En este contexto, Benedicto XVI se refirió al
excepcional patrimonio artístico de Italia, que puede desarrollar un papel importante
en el mundo. Pues, gracias a la cantidad y calidad de sus monumentos y obras de arte,
esta nación puede ser ‘mensajera’ universal de los valores que el arte expresa y promueve:
«La alegría del canto y de la música son también una constante invitación para los
creyentes y para los hombres de buena voluntad a comprometerse a dar a la humanidad
un porvenir rico de esperanza».
El Papa quiso expresar también su admiración
a la orquesta y al coro sinfónico ‘Giuseppe Verdi’ de Milán, que ejecutaron este concierto
con extraordinario talento. Benedicto XVI extendió su gratitud a los dirigentes de
la benemérita fundación que lleva el mismo nombre y que, además de su prestigioso
compromiso artístico y cultural, promueve el de «llevar la música a aliviar situaciones
de dificultad humana, a hospitales y cárceles».