2008-04-25 15:18:24

En el concierto homenaje por su tercer aniversario en el pontificado, el Papa señala que el arte y la oración nos impulsan a impregnar la realidad de cada día con valores espirituales y de esperanza, que conducen a la justicia, a la solidaridad y a la paz, por el bien de toda la humanidad


Viernes, 25 abr (RV).- El arte y la oración nos impulsan a impregnar la realidad de cada día con valores espirituales y de esperanza, que conducen a la justicia, a la solidaridad y a la paz, por el bien de toda la humanidad. Lo reiteró Benedicto XVI, agradeciendo el concierto que le ofreció el presidente de la República Italiana, como homenaje en el tercer aniversario de su pontificado.

Fue ayer por la tarde en el Vaticano, en el Aula Pablo VI. Y poco antes del concierto, el Santo Padre mantuvo un encuentro con el presidente italiano. Un comunicado del Director de la Oficina de Prensa de la Santa Sede señala que fueron «unos quince minutos, caracterizados por una gran cordialidad, en los que se abordaron los grandes temas de la situación del mundo de hoy, con especial referencia al reciente discurso del Papa ante la Asamblea general de las Naciones Unidas».

Es decir, «la dignidad de la persona humana, los cimientos de los derechos del hombre y el compromiso de la comunidad internacional en la tutela y promoción de estos mismos derechos; el diálogo entre razón y fe al servicio del crecimiento integral de la persona y del desarrollo armónico de la comunidad humana y el diálogo entre las grandes religiones y su contribución en favor de la paz en el mundo».

Al finalizar el concierto - expresando su profunda gratitud por esta «nueva manifestación del gran cariño que el pueblo italiano le tiene el Papa» - Benedicto XVI puso de relieve el valor espiritual del arte musical: «Llamada de forma singular a infundir esperanza en el alma humana, tan marcada y algunas veces herida por la condición terrenal. Hay una misteriosa y profunda parentela entre música y esperanza, entre canto y vida eterna. En efecto, la tradición cristiana representa a los espíritus beatos cantando en coro, arrebatados y extasiados por la belleza de Dios. Pero en realidad, el arte y la oración no nos alejan de la realidad de cada día. Sino que más bien nos impulsan a irrigarla para que germine y brinde frutos de bien y de paz».

Destacando las magistrales interpretaciones musicales recién escuchadas, el Santo Padre recordó asimismo el valor e importancia universal del patrimonio artístico: «Pienso en especial en las jóvenes generaciones, que acercándose a este patrimonio pueden percibir siempre nuevas inspiraciones para construir el mundo según proyectos de justicia y solidaridad, valorizando, al servicio del hombre, las multiformes expresiones de la cultura mundial. Pienso también en la importancia que reviste la educación a la belleza auténtica en la formación de los jóvenes. El arte en su conjunto contribuye a afinar su alma y orienta hacia la edificación de una sociedad abierta a los ideales del espíritu».

En este contexto, Benedicto XVI se refirió al excepcional patrimonio artístico de Italia, que puede desarrollar un papel importante en el mundo. Pues, gracias a la cantidad y calidad de sus monumentos y obras de arte, esta nación puede ser ‘mensajera’ universal de los valores que el arte expresa y promueve: «La alegría del canto y de la música son también una constante invitación para los creyentes y para los hombres de buena voluntad a comprometerse a dar a la humanidad un porvenir rico de esperanza».

El Papa quiso expresar también su admiración a la orquesta y al coro sinfónico ‘Giuseppe Verdi’ de Milán, que ejecutaron este concierto con extraordinario talento. Benedicto XVI extendió su gratitud a los dirigentes de la benemérita fundación que lleva el mismo nombre y que, además de su prestigioso compromiso artístico y cultural, promueve el de «llevar la música a aliviar situaciones de dificultad humana, a hospitales y cárceles».







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