El Papa se despide de Estados Unidos recordando las visitas a la ONU y a la Zona Cero
y asegurando sus oraciones para que el futuro traiga una mayor fraternidad y solidaridad,
un creciente respeto recíproco y una renovada fe y confianza en Dios
Domingo, 20 abr (RV).- Benedicto XVI se ha despedido de los Estados Unidos subrayando
la hospitalidad de los estadounidenses y agradeciendo la acogida que le han dispensado.
El Papa ha recordado uno de los momentos más significativos de esta visita, su oportunidad
de dirigirse a la Asamblea de las Naciones Unidas, “revisando los sesenta años trascurridos
desde la Declaración Universal de los Derechos del Hombre.
Crónica
El
Pontífice ha agradecido “todo lo que la Organización ha logrado realizar para defender
y promover los derechos fundamentales de todo hombre, mujer y niño en cualquier parte
del mundo” y ha alentado “a todos los hombres de buena voluntad a continuar esforzándose
sin desfallecer en la promoción de la coexistencia justa y pacífica entre los pueblos
y las naciones”.
El Santo Padre ha querido recordar también la visita que había
realizado por la mañana a la Zona Cero y que quedaría profundamente grabada en su
memoria. “Seguiré rezando por los que fallecieron y por los que sufren las consecuencias
de la tragedia que tuvo lugar en 2001. Rezo por todos los Estados Unidos, realmente
por todo el mundo, para que el futuro traiga una mayor fraternidad y solidaridad,
un creciente respecto recíproco y una renovada fe y confianza en Dios, nuestro Padre
que está en el cielo”.
DISCURSO COMPLETO
Señor
Vicepresidente, Ilustres Autoridades, Queridos Hermanos en el Episcopado, Queridos
Hermanos y Hermanas:
Ha llegado el momento de despedirme de vuestro País.
Los días que he pasado en los Estados Unidos han estado bendecidos por muchas e inolvidables
experiencias del sentido de hospitalidad de los Americanos. Deseos expresarles a todos
ustedes mi profunda gratitud por su amable acogida. Me ha alegrado ser testigo de
la fe y de la devoción de la comunidad católica en esta Nación. Ha sido alentador
encontrar a los líderes y a los representantes de otras comunidades cristianas y de
otras religiones, motivo por el cual les aseguro mi consideración y estima. Agradezco
al Señor Presidente Bush el que viniera a saludarme al comienzo de mi visita, y doy
las gracias al Señor Vicepresidente Cheney por su presencia aquí en el momento de
mi salida. Las autoridades civiles, los encargados y voluntarios en Washington y en
Nueva York han sacrificado generosamente su tiempo y energías para asegurar el sereno
desarrollo de mi visita en cada una de sus etapas, y por esta razón expreso mi profundo
agradecimiento al Señor Alcalde de Washington, Adrian Fendy, y al Señor Alcalde de
Nueva York, Michael Bloomberg.
Reitero mis felicitaciones y mi plegaria a
los representantes de las Sedes de Baltimore, la primera Archidiócesis, y a las de
Nueva York, Boston, Filadelfia y Louisville, en este año jubilar. Que el Señor continúe
colmándoles de bendiciones en los años venideros. Renuevo mi reconocimiento por su
arduo compromiso y su dedicación a todos mis Hermanos en el Episcopado, a Mons. DiMarzio,
Obispo de Brookling, a los oficiales y al personal de la Conferencia Episcopal, que
han contribuido de diversos modos a la preparación de esta visita. Con gran afecto
saludo una vez más a los sacerdotes y religiosos, a los diáconos, a los seminaristas
y a los jóvenes, y a todos los fieles de los Estados Unidos, y los aliento a perseverar
dando un gozoso testimonio de Cristo, nuestra esperanza, nuestro Señor y Salvador
resucitado, que renueva todas las cosas y nos da la vida en abundancia.
Uno
de los momentos más significativos de mi visita ha sido la oportunidad de dirigir
la palabra a la Asamblea de las Naciones Unidas. Agradezco al Secretario General,
Ban Ki-moon, su atenta invitación y su acogida. Revisando los sesenta años transcurridos
desde la Declaración Universal de los Derechos del Hombre, agradezco todo lo que la
Organización ha logrado realizar para defender y promover los derechos fundamentales
de todo hombre, mujer y niño en cualquier parte del mundo, y aliento a todos los hombres
de buena voluntad a continuar esforzándose sin desfallecer en la promoción de la coexistencia
justa y pacífica entre los pueblos y las naciones.
La visita que esta mañana
he realizado a “Ground Zero” permanecerá profundamente grabada en mi memoria. Seguiré
rezando por los que fallecieron y por los que sufren las consecuencias de la tragedia
que tuvo lugar en 2001. Rezo por todos los Estados Unidos, realmente por todo el mundo,
para que el futuro traiga una mayor fraternidad y solidaridad, un creciente respecto
recíproco y una renovada fe y confianza en Dios, nuestro Padre que está en el cielo.
Con
estas palabras de despedida, les dejo, rogándoles que se acuerden de mí en sus plegarias,
a la vez que les aseguro mi afecto y mi amistad en el Señor. Dios bendiga a América.