En el Seminario de san José, Benedicto XVI se dirige a medio centenar de jóvenes discapacitados
asegurándoles el amor incondicional de Dios, que alcanza a todo ser humano, y que
otorga un significado y finalidad a cada vida humana
Sábado, 19 abr (RV) - En el Seminario de san José, Benedicto XVI se ha dirigido a
medio centenar de jóvenes discapacitados diciéndoles que el amor incondicional de
Dios, que alcanza a todo ser humano, otorga un significado y finalidad a cada vida
humana. Manifestando su alegría por este encuentro el Papa ha reconocido que “a veces
es un reto encontrar una razón para lo que aparece solamente como una dificultad que
superar o un dolor que afrontar. No obstante, la fe nos ayuda a ampliar el horizonte
más allá de nosotros mismos para ver la vida como Dios la ve”.
El Santo Padre
que además ha pedido a los jóvenes que recen por él, ha subrayado que “Dios les ha
bendecido con el don de la vida, y con otros talentos y cualidades, por medio de las
cuales pueden servirlo a Él y a la sociedad de diferentes modos. Aunque la contribución
de algunos puede parecer grande y la de otros más modesta, el valioso testimonio de
nuestros esfuerzos constituye siempre un signo de esperanza para todos”.
Crónica
de nuestra enviada especial
DISCURSO
COMPLETO
Eminencia, Excelencia, queridos amigos:
Me alegra
tener esta oportunidad de encontrarme brevemente con ustedes. Agradezco el saludo
del Señor Cardenal y, sobre todo, doy las gracias a vuestros representantes por sus
atentas palabras y por el regalo de vuestra composición. Sepan que estoy muy contento
de estar con ustedes. Les ruego que transmitan mi saludo a sus padres y familiares,
a sus profesores y a los que les atienden. Dios les ha bendecido con el don de
la vida, y con otros talentos y cualidades, por medio de las cuales pueden servirlo
a Él y a la sociedad de diferentes modos. Aunque la contribución de algunos puede
parecer grande y la de otros más modesta, el valioso testimonio de nuestros esfuerzos
constituye siempre un signo de esperanza para todos. A veces es un reto encontrar
una razón para lo que aparece solamente como una dificultad que superar o un dolor
que afrontar. No obstante, la fe nos ayuda a ampliar el horizonte más allá de nosotros
mismos para ver la vida como Dios la ve. El amor incondicional de Dios, que alcanza
a todo ser humano, otorga un significado y finalidad a cada vida humana. Por su Cruz,
Jesús nos introduce realmente en su amor salvador (cf. Jn 12,32) y así nos muestra
la dirección, el camino de la esperanza que nos transfigura, de modo que nosotros
mismos lleguemos a ser para los demás transmisores de esperanza y amor.
Queridos
amigos, les animo a rezar todos los días por nuestro mundo. Hay muchas intenciones
y personas por las que poder orar, también por los que todavía no han llegado a conocer
a Jesús. Les ruego que recen también por mí. Como saben, acabo de cumplir un año más.
El tiempo vuela.
Reitero a todos mi gratitud, también a los Jóvenes Cantores
de la Catedral de San Patricio y a los miembros del Coro de Sordos de la Archidiócesis.
Como signo de vigor y de paz y con gran afecto en el Señor, les imparto a ustedes
y a sus familias, a sus profesores y a los que les cuidan mi Bendición Apostólica.