El Papa exhorta a los obispos de las Antillas a mantenerse firmes y audaces testigos
de la luz de Cristo, para afrontar los desafíos de la explotación del turismo, el
flagelo del comercio de armas y drogas, influencias que minan la familia y los valores
tradicionales y se extienden a la política
Lunes, 7 abr (RV).- «¡No nos predicamos a nosotros mismos, sino a Cristo Jesús como
Señor, y a nosotros como siervos!» (Cor 4, 5). Con estas palabras de san Pablo, Benedicto
XVI ha dado su cordial bienvenida a los 15 obispos de la Conferencia Episcopal de
las Antillas, que han concluido esta mañana su quinquenal visita ad limina apostolorum.
En su discurso que ha sido en inglés y en francés - tras recordar que los
cristianos, «gracias a la luz de Cristo podemos verdaderamente iluminar el camino
que disuelve las tinieblas del mal, elimina el odio, brinda la paz y humilla el
orgullo terrenal» (cf Exsultet) - Benedicto XVI ha reflexionado sobre las «luces y
sombras» de los informes que le han presentado los obispos de las Antillas, en lo
que se refiere a sus anhelos pastorales y a la situación de sus Iglesias locales.
El Santo Padre ha puesto de relieve la profunda religiosidad de estos pueblos antillanos
y la generosidad de sus corazones, para enfocar luego las principales preocupaciones
de los obispos y alentarlos a impulsar la esperanza cristiana.
«En varios grados,
vuestras tierras han sido afectadas por los aspectos negativos de la industria del
entretenimiento, la explotación del turismo y el flagelo del comercio de armas y de
drogas, influencias que no sólo minan la vida familiar y que socavan los cimientos
de los valores tradicionales de la cultura, sino que se extienden negativamente también
en las políticas locales» ha señalado el Papa y ha añadido: «¡Hermanos, ante estos
desafíos, permaneced firmes heraldos de la esperanza. Sed audaces testigos de la luz
de Cristo!».
Alentando a los prelados de las Antillas en el desarrollo de su
pastoral familiar y juvenil, el Papa les ha recordado asimismo la importancia de ser
firmes predicadores del poder del Evangelio, evangelizando las formas de pensar, los
estándares de juicio y las normas de comportamiento.
«¡Confío en que vuestro
testimonio vivido de Dios, como extraordinario ‘sí’ a la humanidad, alentará a vuestros
pueblos a rechazar las destructivas tendencias sociales y a anhelar la ‘fe en acción’,
abrazando todo lo que mana de la nueva vida, del nuevo Pentecostés!», ha afirmado
el Santo Padre.
Luego, en el marco de la «indispensable tarea de renovación
pastoral» que deben afrontar los obispos de las Antillas, el Santo Padre ha reiterado
la importancia de la formación sacerdotal y de las vocaciones. Y refiriéndose también
a la gran contribución de los religiosos en la misión de la Iglesia y de la sociedad
civil, Benedicto XVI ha recordado los indudables beneficios que han recibido numerosos
jóvenes y familias, gracias al compromiso de los religiosos en la guía espiritual,
en la educación y en la asistencia sanitaria. Sin olvidar, asimismo, la importante
misión de los contemplativos.
Ante la preocupación de los prelados antillanos
por la disminución de las vocaciones, el Papa ha exhortado a las comunidades religiosas
a dejarse inspirar por el Espíritu Santo, para proponer a la juventud los ideales
de la consagración y de la misión. Una vez más, el Pontífice ha alentado a perseverar
en la gran responsabilidad de sostener el matrimonio y la vida familiar, fuente primaria
de cohesión en las comunidades y, por lo tanto de importancia capital para las autoridades
civiles.
Poniendo de relieve, en este contexto, la importante contribución
que pueden aportar las escuelas católicas, Benedicto XVI ha reiterado cuán necesario
es educar a los jóvenes cristianos que, «como ya se vio con las generaciones pasadas,
serán los buenos ciudadanos del futuro».
Evocando el profundo significado de
la Semana Santa y de la gozosa celebración de la Resurrección, «que expresa la verdadera
esencia de la esperanza que nos define como cristianos», el Papa ha reiterado que
Jesús, que venció la muerte, «es el único que nos enseña cómo superar los desafíos
y los temores. Él es el verdadero maestro de vida».
El Pontífice ha concluido
su discurso renovando su exhortación a los obispos de las Antillas a perseverar en
su deseo de intensificar su testimonio y evangelización, «que nace del encuentro con
Cristo». Y a permanecer firmes en la esperaza y unidos en la proclamación de la Buena
Nueva de Jesucristo».