2008-04-05 16:14:56

El Papa define el aborto y el divorcio como ofensas a Dios, que hieren la dignidad humana, y subraya el deber de la Iglesia de acabar con la ‘conjura del silencio’ y acercarse con amor a las víctimas de las injusticias y de los pecados


Sábado, 5 abr (RV).- Benedicto XVI ha reiterado, también este sábado que el divorcio y el aborto procurado hieren la dignidad humana de la persona, implican injusticias humanas y sociales y ofenden a Dios. Y ha recordado que la Iglesia anuncia la Misericordia divina de Jesucristo a las víctimas de los pecados, invitando a quienes los han cometido a buscar el perdón y la paz, sin perder la esperanza en el evangelio del amor, que tanto necesita la humanidad.

En su discurso a los participantes en el Congreso Internacional «’El aceite sobre las heridas’. Una respuesta a las llagas del aborto y del divorcio» - promovido por el Pontificio Instituto Juan Pablo II para estudios sobre Matrimonio y Familia, en colaboración con los Caballeros de Colón – el Papa ha destacado la actualidad del tema elegido, inspirado en la parábola del buen samaritano: «Sí, verdaderamente los hombres y las mujeres de nuestros días se encuentran algunas veces despojados y heridos, a los márgenes de los caminos que recorremos. A menudo, sin nadie que escuche su grito de dolor que pide socorro y que se acerque a su pena, para aliviarla y curarla. En el debate – a menudo meramente ideológico – se crea para con ellos una especie de ‘conjura del silencio’. Sólo en la conducta del amor misericordioso, nos podemos acercar a ellos para socorrerlos y permitir a estas víctimas que se puedan volver a levantar y que reanuden el camino de su existencia».

Lamentando que «en un contexto cultural marcado por un creciente individualismo, por el hedonismo y, demasiado a menudo, también por falta de solidaridad y de adecuado sostén social, ante las dificultades de la vida, la libertad humana es llevada en su fragilidad a decisiones que contrastan con la indisolubilidad del pacto conyugal o con el respeto debido a la vida humana, recién concebida y custodiada aún en el seno materno», Benedicto XVI ha señalado que divorcio y aborto son elecciones de naturaleza diferente, maduradas algunas veces en circunstancias difíciles y dramáticas, que conllevan a menudo traumas y que son fuente de profundos sufrimientos en quienes los cumplen. Sin olvidar que afectan también a víctimas inocentes, como a los niños no nacidos y a los hijos implicados en la ruptura de los lazos familiares:

«Dejan en todos heridas que marcan indeleblemente. El juicio de la Iglesia en lo que respecta al divorcio y al aborto procurado es claro y conocido por todos: se trata de culpas graves que - en medida diversa y quedando a salvo la evaluación de las responsabilidades subjetivas - hieren la dignidad de la persona humana, implican una profunda injusticia en las relaciones humanas y sociales y ofenden a Dios mismo, garante del pacto conyugal y autor de la vida. Y, sin embargo, la Iglesia – siguiendo el ejemplo de su Divino Maestro, tiene siempre ante sí a personas concretas. Sobre todo a aquellas más débiles e inocentes, que son víctimas de las injusticias y de los pecados, y a aquellos hombres y mujeres, que habiendo cumplido semejantes actos se han manchado con culpas y llevando estas heridas interiores, buscan la paz y la posibilidad de recobrarse. La Iglesia tiene el deber primario de acercarse a estas personas con amor y delicadeza, con premura y atención materna, para anunciar la cercanía misericordiosa de Dios en Jesucristo».

Evocando lo que dijo su amado predecesor, el Siervo de Dios Juan Pablo II, inaugurando el Santuario de la Divina Misericordia en Cracovia, el Papa ha hecho hincapié en que «a partir de esta misericordia, la Iglesia cultiva una indomable confianza en el hombre y en su capacidad de recobrarse. Sabe que con la ayuda de la gracia, la libertad humana es capaz del don de sí definitivo y fiel, que hace posible el matrimonio entre un hombre y una mujer como pacto indisoluble, que la libertad humana aun en las circunstancias más difíciles es capaz de extraordinarios gestos de sacrificio y de solidaridad para acoger la vida de un nuevo ser humano»:

«Así se puede ver que los ‘no’ que la Iglesia pronuncia en sus indicaciones morales y sobre los cuales la atención de la opinión pública se detiene, a veces, de forma unilateral, son en realidad grandes ‘sí’ a la dignidad de la persona humana, a su vida y a su capacidad de amar. Son la expresión de la confianza constante que, a pesar de sus debilidades, los seres humanos tienen la capacidad de corresponder a la altísima vocación para la cual han sido creados: la de amar. En aquella ocasión, Juan Pablo II añadía: Hay que transmitir al mundo este fuego de la misericordia. En la misericordia de Dios el mundo encontrará la paz».

Manifestando su aprecio por la atención prestada a las víctimas de las heridas del divorcio y del aborto, el Papa se ha detenido en los sufrimientos de los hijos de los divorciados, alentando a impulsar una pastoral que acompañe a quienes padecen las consecuencias de los conflictos entre los padres que se divorcian, favoreciendo las relaciones familiares y sociales que son indispensables para un crecimiento psicológico y humano.

En lo que respecta al drama del aborto procurado, que deja heridas profundas, marcando algunas veces de forma indeleble a la mujer que lo cumple y a las personas que la rodean, en la familia y en la sociedad, favoreciendo la mentalidad materialista del desprecio de la vida, Benedicto XVI ha señalado que son numerosas las complicidades egoístas, que a menudo están en la raíz de una decisión tan sufrida, y que tantas mujeres han tenido que afrontar en la soledad, llevando en su alma una herida aún no cicatrizada marginada. Una vez más, el Papa ha citado a Juan Pablo II:

«A pesar de que lo cumplido siga siendo una grave injusticia y en sí no se pueda remediar, hago mía la exhortación de la Encíclica ‘Evangelium vitae’, a las mujeres que han recurrido al aborto: «no os dejéis vencer por el desánimo y no abandonéis la esperanza. Antes bien, comprended lo ocurrido e interpretadlo en su verdad. Si aún no lo habéis hecho, abríos con humildad y confianza al arrepentimiento: el Padre de toda misericordia os espera para ofreceros su perdón y su paz en el sacramento de la Reconciliación. Os daréis cuenta de que nada está perdido y podréis pedir perdón también a vuestro hijo que ahora vive en el Señor». (n.99)

Benedicto XVI ha reafirmado su profundo aprecio por todas aquellas iniciativas sociales y pastorales que están dirigidas a la reconciliación y al cuidado de las personas heridas por el drama del aborto y del divorcio:

«Éstas iniciativas son, junto con tantas otras formas de compromiso, elementos esenciales para la construcción de aquella civilización del amor, de la que, nunca como hoy, la humanidad tiene necesidad. Implorando del Señor Dios misericordioso que os asimile cada vez más a Jesús, Buen Samaritano, para que su Espíritu os enseñe a mirar con ojos nuevos la realidad de los hermanos que sufren, os ayude a pensar con criterios nuevos y os impulse a actuar con generosidad en la perspectiva de una auténtica civilización del amor y de la vida, a todos os imparto una especial Bendición Apostólica.»







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