Regina Coeli: El Papa confía a la protección de la Mater Misericordae, la causa
de la paz en el mundo, para que la misericordia de Dios cumpla lo que es imposible
para la fuerza humana, e infunda en los corazones el valor del diálogo y de la reconciliación
Domingo, 30 (RV).- El Santo Padre Benedicto XVI ha presidido, desde el balcón del
Palacio Apostólico de Castelgandolfo donde ha transcurrido unos días de descanso,
el rezo mariano del Regina Coeli en esta festividad de la Divina Misericordia, que
como ha recordado el propio Pontífice fue instaurada durante el Jubileo del 2000 por
el Siervo de Dios Juan Pablo II, coincidiendo con la canonización de Faustina Kowalska,
humilde religiosa polaca. “La misericordia –ha señalado el Papa- es en realidad el
núcleo central del mensaje evangélico, es el nombre mismo de Dios, el rostro con el
cual Él se reveló en la antigua Alianza y plenamente en Jesucristo, encarnación del
Amor creador y redentor”.
“Este amor de misericordia –ha proseguido el Santo
Padre- ilumina también el rostro de la Iglesia, y se manifiesta a través de los Sacramentos,
en particular en el de la Reconciliación, a través de las obras de caridad, comunitarias
e individuales”. De la misericordia divina, que pacifica los corazones, mana la auténtica
paz en el mundo, la paz entre los pueblos, culturas y religiones diferentes. Como
Sor Faustina, Juan Pablo II se convirtió a su vez, en apóstol de la Divina Misericordia.
La noche del inolvidable 2 de abril de 2005, cuando cerró los ojos a este mundo, era
la vigilia del segundo Domingo de Pascua, y muchos se dieron cuenta de la singular
coincidencia, que unía en si, la dimensión mariana –el primer sábado del mes- y la
de la Divina Misericordia.
Precisamente en esta fecha, el largo pontificado
de Juan Pablo II tuvo su núcleo central. “Toda su misión –ha recordado Benedicto XVI-
estuvo marcada por el servicio a la verdad de Dios y del hombre, y de la paz en el
mundo”. En este sentido el Papa ha resumido en las palabras de su predecesor -“Más
allá de la Misericordia de Dios no hay ninguna otra fuente de esperanza para los seres
humanos”- este mensaje, como el de santa Faustina, que lleva de nuevo al rostro de
Cristo, “suprema revelación de la misericordia de Dios”. “Contemplar constantemente
ese Rostro; ésta es la herencia que él nos dejó, y que nosotros con gozo acogemos
y hacemos nuestra”.
Por último el Pontífice ha recordado que en los próximos
días, precisamente sobre la Divina Misericordia, se celebra el primer Congreso Apostólico
Mundial sobre este tema en Roma. La Santa Misa con la que inicia este encuentro será
presidida por el Papa. “Pongamos el Congreso bajo la celeste protección de María Santísima
Mater Misericordiae –ha acabado diciendo Benedicto XVI- A Ella confiamos la
gran causa de la paz en el mundo, para que la misericordia de Dios cumpla lo que es
imposible para la fuerza humana, e infunda en los corazones el valor del diálogo y
de la reconciliación”.
Y tras el rezo mariano del Regina Coeli y el responso
por los fieles difuntos, el Santo Padre ha saludado, como es tradicional en varias
lenguas, dirigiéndose en primer lugar a todos los fieles concentrados en la plaza
de san Pedro del Vaticano que han seguido la oración mariana.
Asimismo, en
italiano, el Pontífice ha recordado la figura de Madre Celestina Donati, fundadora
de la Congregación de las Hijas Pobres de San José de Calasanz, que precisamente hoy
ha sido proclamada Beata en Florencia, y se ha despedido de Castelgandolfo, ya que
hoy el Papa regresa a Roma, hasta –si Dios quiere- el mes de julio. Y en español,
éstas han sido las palabras que Benedicto XVI ha dirigido a todos los fieles: “Saludo con afecto
a los peregrinos de lengua española. Queridos hermanos: En este domingo dedicado a
la Divina Misericordia, agradezcamos a Dios Padre el amor que nos ha manifestado en
la muerte y resurrección de su propio Hijo, y pidamos a la Virgen María que interceda
por nosotros para que sepamos reconocer en Cristo resucitado la fuente de la esperanza
y de la alegría verdadera. Feliz domingo”.