Benedicto XVI recuerda a los participantes de un curso promovido por la Penitenciaria
Apostólica, que ante la pérdida del sentido del pecado, la Iglesia debe hacer sentir
a quien se confiesa la ternura divina hacia los pecadores arrepentidos
Viernes, 7 mar (RV).- Pasado el mediodía, el Santo Padre ha recibido en el Aula de
las Bendiciones a los sacerdotes participantes en el Curso anual de preparación al
ministerio del confesor, promovido por la Penitenciaria Apostólica. El Santo Padre
ha propuesto a los presentes una serie de reflexiones sobre la administración del
sacramento de la Penitencia, en una época en que -como ha dicho el Papa- “va perdiéndose
desgraciadamente el sentido del pecado”. Dirigiéndose a los aproximadamente 700 sacerdotes,
el Santo Padre ha afirmado que “la Cuaresma es un tiempo propicio para meditar sobre
la realidad del pecado a la luz de la infinita misericordia de Dios, que el sacramento
de la Penitencia manifiesta de la forma más excelsa.”
“Es necesario hacer
sentir a quien se confiesa -ha dicho el Pontífice- aquella ternura divina hacia los
pecadores arrepentidos que tantos episodios de los evangelios muestran con intensa
conmoción”. Y Benedicto XVI ha explicado un ejemplo elocuente sacado del nuevo testamento,
señalando que “a quien mucho ama, Dios le perdona todo”. “Quien confía en sí mismo
y en los propios méritos está cegado por su propio “yo” y su corazón se endurece en
el pecado”. “Quien, en cambio, se reconoce débil y pecador se confía a Dios y de Él
obtiene gracia y perdón”.
Este es precisamente el mensaje que es necesario
transmitir, ha indicado el Santo Padre. “Lo que más cuenta es hacer comprender que
en el sacramento de la Reconciliación, ante cualquier pecado cometido, si se le reconoce
humildemente y uno se acerca confiado al sacerdote confesor, se obtiene siempre la
alegría pacificadora del perdón de Dios. Es en esta perspectiva, que asume notable
importancia vuestro curso -les ha dicho el Santo Padre a los participantes. Un curso
destinado a preparar confesores bien formados desde el punto de vista doctrinal, y
capaces de hacer experimentar a los fieles arrepentidos el amor misericordioso del
Padre celestial.
Ante el rechazo que actualmente vive el sacramento de la
Confesión, el Papa ha señalado que “el corazón de la celebración sacramental no es
el pecado, sino la misericordia de Dios, que es infinitamente más grande que nuestras
culpas”. Es por ello que el compromiso de los pastores y de los confesores ha subrayado
Benedicto XVI es “el de poner en evidencia la estrecha relación que existe entre el
sacramento de la Reconciliación y una existencia orientada decididamente a la conversión”.
El
Papa ha terminado su discurso recordando a los presentes que “es necesaria que entre
la práctica del sacramento de la Confesión y una vida entregada a seguir a Cristo
se instaure una especie de “círculo virtuoso” imparable, en el cual la gracia del
Sacramento sostenga y alimente el compromiso a ser fieles discípulos del Señor. El
tiempo cuaresmal que vivimos nos recuerda que “nuestra vida cristiana debe tender
siempre a la conversión y que cuando nos acercamos frecuentemente al sacramento de
la Reconciliación permanece vivo en el creyente el anhelo de la perfección evangélica”.