2008-02-28 14:44:19

Benedicto XVI conoce los esfuerzos de los obispos salvadoreños en favor de la reconciliación y la paz, comparte su preocupación por la pobreza y los alienta a impulsar la pastoral familiar y juvenil


Jueves, 28 feb (RV).- El Santo Padre ha recibido esta mañana, en audiencias sucesivas, a cinco obispos de la Conferencia Episcopal de El Salvador, concluyendo así la quinquenal visita ad limina del episcopado salvadoreño.

En su discurso, el Santo Padre ha recordado que en su mayoría, el pueblo salvadoreño se caracteriza por tener una fe viva y un profundo sentimiento religioso y ha evocando a los primeros misioneros y a Mons. Óscar Romero: «El Evangelio, llevado allí por los primeros misioneros y predicado también con fervor por pastores llenos de amor de Dios - como Mons. Óscar Arnulfo Romero - ha arraigado ampliamente en esa hermosa tierra, dando frutos abundantes de vida cristiana y de santidad».

Tras enfatizar que «una vez más, se ha hecho realidad la capacidad transformadora del mensaje de salvación, que la Iglesia está llamada a anunciar, porque ciertamente ‘la Palabra de Dios no está encadenada’ (2 Tm 2, 9) y es viva y eficaz (cf. Hb 4, 12)», Benedicto XVI se ha referido a «las graves necesidades» del pueblo que ha sido encomendado a los Pastores de la Iglesia en El Salvador: «A causa de la situación de pobreza muchos se ven obligados a emigrar en busca de mejores condiciones de vida, lo cual provoca a menudo consecuencias negativas para la estabilidad del matrimonio y de la familia. Sé también de los esfuerzos que estáis haciendo para promover la reconciliación y la paz en vuestro País, y superar así dolorosos acontecimientos del pasado».

El Papa ha citado la carta pastoral con la que, en 2005, la Conferencia Episcopal salvadoreña señala «el problema de la violencia», considerado como el más grave en esta nación: «Al analizar sus causas, reconocéis que el incremento de la violencia es consecuencia inmediata de otras lacras sociales más profundas, como la pobreza, la falta de educación, la progresiva pérdida de aquellos valores que han forjado desde siempre el alma salvadoreña y la disgregación familiar. En efecto, la familia es un bien indispensable para la Iglesia y la sociedad, así como un factor básico para construir la paz».En este contexto, Benedicto XVI ha exhortado a los obispos salvadoreños a seguir impulsando la pastoral familiar y de la juventud.

Luego, subrayando que «frente a la pobreza de tantas personas, se siente como una necesidad ineludible la de mejorar las estructuras y condiciones económicas que permitan a todos llevar una vida digna», el Papa ha recomendado que «no se ha de olvidar que el hombre no es un simple producto de las condiciones materiales o sociales en que vive: «Necesita más, aspira a más de lo que la ciencia o cualquier iniciativa humana puede dar. Hay en él una inmensa sed de Dios. Sí, queridos Hermanos Obispos los hombres anhelan a Dios en lo más íntimo de su corazón, y Él es el único que puede apagar su sed de plenitud y de vida, porque sólo Él nos puede dar la certeza de un amor incondicionado, de un amor más fuerte que la muerte (cf. Spe salvi, 26). El hombre necesita a Dios, de lo contrario queda sin esperanza».

Por ello, ha insistido el Santo Padre, «es preciso impulsar un ambicioso y audaz esfuerzo de evangelización en vuestras comunidades diocesanas, orientado a facilitar en todos los fieles ese encuentro íntimo con Cristo vivo que está a la base y en el origen del ser cristiano (cf. Deus caritas est, 1). Una pastoral, por tanto, que esté centrada en Cristo mismo, al que hay que conocer, amar e imitar, para vivir en él la vida trinitaria y transformar con él la historia hasta su perfeccionamiento en la Jerusalén celeste» (Novo millennio ineunte, 29)».

En el contacto constante con Jesús, el Buen Pastor, en la oración, maduran los mejores proyectos pastorales, ha recordado Benedicto XVI, al final de su encuentro con los obispos de El Salvador, agradeciendo su entrega generosa a la Iglesia y acompañándoles con la oración, para que en todos los retos pastorales les llenen de esperanza y de ánimo las palabras del Señor Jesús: «he aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo» (Mt 28, 20): «Os estrecho en mi corazón con un abrazo de paz, en el que incluyo a los sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos de vuestras Iglesias locales. Sobre cada uno de vosotros y de vuestros fieles diocesanos imploro la constante protección de la Virgen María Reina de la Paz, Patrona de El Salvador, a la vez que os imparto con gran afecto la Bendición Apostólica».



Discurso completo de Benedicto XVI RealAudioMP3
Queridos Hermanos en el Episcopado:

1. Con gran alegría os recibo en este día en el que, con motivo de vuestra visita Ad limina, habéis venido hasta las tumbas de los Apóstoles para reforzar los lazos de comunión de vuestras respectivas Iglesias Particulares con la Sede Apostólica. Mi dicha es aún mayor porque ésta es la primera vez que tengo la oportunidad de encontrarme con vosotros como Sucesor de Pedro. Agradezco a Mons. Fernando Sáez Lacalle, Arzobispo de San Salvador y Presidente de la Conferencia Episcopal, las atentas palabras que me ha dirigido en vuestro nombre. A través de vosotros, envío un saludo especial a vuestros sacerdotes, religiosos y fieles laicos, que con generosidad e infatigable esfuerzo viven y anuncian la Buena Nueva de la Redención que Cristo nos ha traído, verdadera y única esperanza para todas las gentes.
En su mayoría, el pueblo salvadoreño se caracteriza por tener una fe viva y un profundo sentimiento religioso. El Evangelio, llevado allí por los primeros misioneros y predicado también con fervor por pastores llenos de amor de Dios, como Mons. Óscar Arnulfo Romero, ha arraigado ampliamente en esa hermosa tierra, dando frutos abundantes de vida cristiana y de santidad. Una vez más, queridos Hermanos Obispos, se ha hecho realidad la capacidad transformadora del mensaje de salvación, que la Iglesia está llamada a anunciar, porque ciertamente «la Palabra de Dios no está encadenada» (2 Tm 2, 9).

2. Como Pastores de la Iglesia, vuestros corazones se conmueven al contemplar las graves necesidades del pueblo que os ha sido encomendado, y al que queréis servir con amor y dedicación. A causa de la situación de pobreza muchos se ven obligados a emigrar en busca de mejores condiciones de vida, lo cual provoca a menudo consecuencias negativas para la estabilidad del matrimonio y de la familia. Sé también de los esfuerzos que estáis haciendo para promover la reconciliación y la paz en vuestro País, y superar así dolorosos acontecimientos del pasado.
Al mismo tiempo, habéis dedicado una carta pastoral en 2005 al problema de la violencia, considerado como el más grave en vuestra Nación. Al analizar sus causas, reconocéis que el incremento de la violencia es consecuencia inmediata de otras lacras sociales más profundas, como la pobreza, la falta de educación, la progresiva pérdida de aquellos valores que han forjado desde siempre el alma salvadoreña y la disgregación familiar. En efecto, la familia es un bien indispensable para la Iglesia y la sociedad, así como un factor básico para construir la paz (cf. Mensaje Jornada Mundial de la Paz 2008, n. 3). Por eso, sentís la necesidad de revitalizar y fortalecer en todas las Diócesis una adecuada y eficaz pastoral familiar, que ofrezca a los jóvenes una sólida formación espiritual y afectiva, que les ayude a descubrir la belleza del plan de Dios sobre el amor humano, y les permita vivir con coherencia los auténticos valores del matrimonio y de la familia, como la ternura y el respeto mutuo, el dominio de sí, la entrega total y la fidelidad constante.

3. Frente a la pobreza de tantas personas, se siente como una necesidad ineludible la de mejorar las estructuras y condiciones económicas que permitan a todos llevar una vida digna. Pero no se ha de olvidar que el hombre no es un simple producto de las condiciones materiales o sociales en que vive. Necesita más, aspira a más de lo que la ciencia o cualquier iniciativa humana puede dar. Hay en él una inmensa sed de Dios. Sí, queridos Hermanos Obispos, los hombres anhelan a Dios en lo más íntimo de su corazón, y Él es el único que puede apagar su sed de plenitud y de vida, porque sólo Él nos puede dar la certeza de un amor incondicionado, de un amor más fuerte que la muerte (cf. Spe salvi, 26). «El hombre necesita a Dios, de lo contrario queda sin esperanza» (ibíd., 23).
Por ello es preciso impulsar un ambicioso y audaz esfuerzo de evangelización en vuestras comunidades diocesanas, orientado a facilitar en todos los fieles ese encuentro íntimo con Cristo vivo que está a la base y en el origen del ser cristiano (cf. Deus caritas est, 1). Una pastoral, por tanto, que esté centrada «en Cristo mismo, al que hay que conocer, amar e imitar, para vivir en él la vida trinitaria y transformar con él la historia hasta su perfeccionamiento en la Jerusalén celeste» (Novo millennio ineunte, 29). Hay que ayudar a los fieles laicos a que descubran cada vez más la riqueza espiritual de su bautismo, por el cual están «llamados a la plenitud de la vida cristiana y a la perfección del amor» (Lumen gentium, 40), y que iluminará su compromiso de dar testimonio de Cristo en medio de la sociedad humana (cf. Gaudium et spes, 43). Para cumplir esta altísima vocación necesitan estar bien enraizados en una intensa vida de oración, escuchar asidua y humildemente la Palabra de Dios y participar frecuentemente en los sacramentos, así como adquirir un fuerte sentido de pertenencia eclesial y una sólida formación doctrinal, especialmente en cuanto se refiere a la doctrina social de la Iglesia, donde encontrarán criterios y orientaciones claras para poder iluminar cristianamente la sociedad en la que viven.

4. En vuestra solicitud pastoral, los sacerdotes han de ocupar un lugar muy especial. Con ellos os unen lazos estrechísimos en virtud del Sacramento del Orden que han recibido y de la participación en la misma misión evangelizadora. Ellos merecen vuestros mejores desvelos y vuestra cercanía a cada uno, conociendo su situación personal, atendiéndolos en todas sus necesidades espirituales y materiales y animándoles a proseguir con gozo su camino de santidad sacerdotal. Imitad en esto el ejemplo de Jesús, que consideraba amigos suyos a quienes estaban con Él (cf. Jn 15, 15).
Como fundamento y principio visible de unidad en vuestras Iglesias particulares (cf. Lumen gentium, 23) os aliento a ser promotores y modelos de comunión en el propio presbiterio, encareciendo a vivir la concordia y la unión de todos los sacerdotes entre sí y en torno a su Obispo, como manifestación de vuestro afecto de padre y hermano, sin dejar de corregir las situaciones irregulares cuando sea necesario.
El amor y la fidelidad del sacerdote a su vocación será la mejor y más eficaz pastoral vocacional, así como un ejemplo y estímulo para vuestros seminaristas, que son el corazón de vuestras Diócesis, y en los que tenéis que volcar vuestros mejores recursos y energías (cf. Optatam totius, 5), porque son esperanza para vuestras Iglesias.
Seguid también con atención la vida y el quehacer de los Institutos religiosos, estimando y promoviendo en vuestras comunidades diocesanas la vocación y misión específicas de la vida consagrada (cf. Lumen gentium, 44), y alentándolos a colaborar en la actividad pastoral diocesana para enriquecer, «con su presencia y su ministerio, la comunión eclesial» (Exhort. ap. Pastores gregis, 50).

5. Si bien los desafíos que tenéis ante vosotros son enormes y parecen superiores a vuestras fuerzas y capacidades, sabéis que podéis acudir con confianza al Señor, para quien nada hay imposible (cf. Lc 1, 37), y abrir vuestro corazón al impulso de la gracia divina. En ese contacto constante con Jesús, el Buen Pastor, en la oración, madurarán los mejores proyectos pastorales para vuestras comunidades y seréis verdaderamente ministros de esperanza para todos vuestros hermanos (cf. Pastores gregis, 3), pues Él es quien hace fecundo vuestro ministerio episcopal, que, a su vez, ha de ser un reflejo auténtico de vuestra caridad pastoral, a imagen de Aquel que vino «no a ser servido, sino a dar su vida como rescate por muchos» (Mc 10, 45).

6. Queridos Hermanos, al final de nuestro encuentro os agradezco de nuevo vuestra entrega generosa a la Iglesia y os acompaño con mi oración, para que en todos vuestros retos pastorales os llenen de esperanza y de ánimo las palabras del Señor Jesús: «he aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo» (Mt 28, 20). Os estrecho en mi corazón con un abrazo de paz, en el que incluyo a los sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos de vuestras Iglesias locales. Sobre cada uno de vosotros y de vuestros fieles diocesanos imploro la constante protección de la Virgen María Reina de la Paz, Patrona de El Salvador, a la vez que os imparto con gran afecto la Bendición Apostólica.
Vaticano, 28 de febrero de 2008


Saludo de mons. Sáenz Lacalle al Santo Padre RealAudioMP3

Beatísimo Padre:

Somos portadores del filial afecto de los católicos salvadoreños.

CRISTO, MARÍA Y EL PAPA

Nuestro País está orgulloso de ser la única nación del mundo que ostenta el nombre del Divino Salvador. Celebramos la fiesta nacional el 6 de agosto, conmemorando el misterio de la Transfiguración. Cada año, después de una multitudinaria procesión, acompañando la imagen del Divino Salvador del Mundo, se reproduce con emotiva devoción de decenas de miles de fieles la escena de la Transfiguración y después de haber escuchado el correspondiente Evangelio, que narra ese acontecimiento salvador. La imagen de Jesús, en lo alto del monumento, desaparece por un corto tiempo volviendo a aparecer con blancos vestidos refulgentes, vivamente iluminada con el entusiasmo, devoción, amor de la multitud que prorrumpe de aplausos y aclamaciones.

El pueblo salvadoreño ama a Cristo Jesús, Divino Salvador y a su Madre Bendita a quién, bajo la advocación de Nuestra Señora de la Paz, es Patrona de todo el país. Una gran parte de las parroquias se acogen al amparo de alguna advocación mariana.

Tuvimos la bendición de tener en nuestro país, por unas horas, en dos ocasiones al recordado Juan Pablo II. Esas visitas pusieron de manifiesto el amor que embarga el corazón de los hijos de la Iglesia en El Salvador hacia el Sucesor de Pedro, al Vice Cristo. Nos sentimos portadores del afecto y reverencia de todos ellos.

El pueblo salvadoreño ama al Vicario de Cristo y somos portadores de ese cariño filial. Santo Padre somos sus hijos y nos sabemos amados por Su Santidad.

LUCES Y SOMBRAS

Con confianza filial queremos participar a Su Santidad las luces y sombras que se observan en nuestro pueblo y en nuestra Iglesia.

Ya mencioné el amor al Divino Salvador del Mundo, a su Madre Bendita y al Vicario de Cristo en la tierra, Jesús, María y el Papa: tres amores que anidan en el corazón del pueblo salvadoreño.

Queremos destacar la vitalidad de la Iglesia, que responde al celo y fervor de los Pastores. Iglesias llenas de fieles en las varias celebraciones eucarísticas de los domingos, es frecuente que los Obispos confirmemos a más de cien jóvenes anualmente, en la mayoría de las parroquias. Los Movimientos y Asociaciones de fieles están muy florecientes.

Consecuencia de esta vida cristiana, año con año, con gran alegría vemos crecer el número de vocaciones sacerdotales. Crece el número pero, a la vez, vamos cuidando cada vez más la selección de los candidatos al sacerdocio y procuramos destinar al equipo de formadores, los mejores sacerdotes de nuestras diócesis. A pesar de la necesidad de sacerdotes y de la creación de nuevas parroquias que la creciente población reclama, procuramos que jóvenes sacerdotes amplíen sus estudios, obteniendo licenciaturas y doctorados en las universidades de Roma u otras de reconocido prestigio.

Los miembros de la Conferencia Episcopal de El Salvador que estamos aquí presentes, hemos estado muy atentos a defender la vida humana, con oportunos mensajes a la población y apoyando la acción generosa de muchos laicos empeñados en la defensa de la vida.

Gracias a Dios en el año 2007 conseguimos que fuese aprobada por mayoría de los dos tercios de los diputados de la Asamblea Legislativa, la reforma del artículo 1° de la Constitución de la República para introducir, en la referencia a la defensa a la vida humana, la cláusula "desde el momento de la concepción". Tenemos planteado solicitar a la Asamblea la "redefinición" del matrimonio en la misma Constitución, aclarando que el matrimonio es la unión de un hombre y una mujer "así, nacidos naturalmente" para asegurar la no legalización de matrimonios homosexuales. También vamos a pedir que se puedan dar niños en adopción a verdaderos matrimonios. Son muchos laicos los que están colaborando en la defensa de la vida y de la familia.

El fenómeno de la masiva migración de salvadoreños hacia Estados Unidos supone una gran preocupación, pues deseamos que cuenten con la debida atención pastoral.

Personalmente, los Obispos estamos muy disponibles para aceptar las invitaciones que se nos hace para celebrar las fiestas patronales de El Salvador con alguna de las comunidades de emigrantes en Estados Unidos. Son bastantes los sacerdotes salvadoreños que se han desplazado a aquel país. Algunos seminaristas están recibiendo su formación en el Seminario de Nuestra Señora de Guadalupe en la ciudad de México, fundado precisamente para preparar sacerdotes que atiendan a los emigrantes.

Un gran problema relacionado en parte con la migración, es el de las "maras" o pandillas juveniles que tuvieron su origen en Los Ángeles, California, y son un grave problema, pues son causa de cuantiosos actos de violencia. Con cierta periodicidad llegan de USA aviones ocupados por integrantes de pandillas de nacionalidad salvadoreña que, después de cumplir la condena por los delitos de Cristo. Consideramos muy importante que Su Santidad conozca la realidad de la Iglesia que peregrina en El Salvador, con sus luces y sus sombras. Y que ore por nosotros. La oración del Romano Pontífice conlleva la de toda la Iglesia.
Además tenemos la ocasión de manifestar a Su Santidad nuestra unidad y nuestra filiación y el sincero afecto de nuestro pueblo.

Que Jesús, Buen Pastor, colme de sabiduría y fortaleza a su Vicario y que Maria Santísima lo tenga bajo su maternal protección.

+ Fernando Sáenz Lacalle
Arzobispo Metropolitano de San Salvador
Presidente de la Conferencia Episcopal de El Salvador








All the contents on this site are copyrighted ©.