2008-02-22 18:52:40

Homilía del Card. Bertone en el Monasterio de Carmelitas Descalzas de Cuba durante la que expresa su deseo de que la Iglesia pueda desarrollar su misióm con la necesaria libertad


Viernes, 22 feb (RV).- El cardenal Tarcisio Bertone ha presidido esta tarde la Santa Misa en el Monasterio de Santa Teresa, de las Carmelitas, a la que siguió un cordial encuentro con las monjas carmelitas y dominicas. En su homilía, el cardenal Secretario de Estado ha señalado que el ejemplo de Pedro, su encuentro personal con Jesucristo, su constancia en la fe y sus enseñanzas deben ser un estímulo para renovar el entusiasmo de vivir según los criterios del Reino de Dios, y dar testimonio de amor evangélico. “La Iglesia, como os exhortó el inolvidable Papa JPII hace diez años -les ha dicho el cardenal Bertone- espera de vosotras una existencia trasfigurada de la profesión de los consejos evangélicos, que crean comunión ya sea en la comunidad, en la Iglesia y en el mundo”.

El Secretario de Estado ha observado que no se puede concebir una acción pastoral sin el apoyo de la oración, debéis por tanto ofrecer oraciones sobretodo por el Santo Padre, como Pastor de toda la Iglesia. “Vuestros conventos deben ser también santuarios donde, cum Petro et sub Petro, se viva en plenitud el misterio de la Iglesia, esposa de Cristo, con las peculiaridades de sus carismas, y se exprese un testimonio de inmolación y de unidad. Su Santidad –ha proseguido- os asegura su cercanía espiritual y su afecto, y os confía a la protección materna de la Santísima Virgen, venerada con el título del Monte Carmelo, y también a la intercesión de Santa Teresa de Jesús, San Juan de la Cruz, San Domingo de Guzmán y Santa Catalina de Siena”.

Luego se ha llevado a cabo el encuentro con los religiosos y las religiosas de Cuba reunidos en el Monasterio de las Carmelitas Descalzas. “Es hermoso estar con todos ustedes, llamados por el Señor Jesús para ser testigos de su Evangelio en medio de este noble pueblo, a través de los diversos carismas de sus Institutos y de su compromiso misionero y apostólico. He venido a esta preciosa isla caribeña para conmemorar el décimo aniversario del significativo viaje pastoral que a la misma efectuara el venerado Papa Juan Pablo II. El legado que él dejó no ha perdido valor. Es un magnífico tesoro que sigue enriqueciendo a los que tienen la hermosa tarea de evangelizar al querido pueblo cubano”.

En nombre de Su Santidad Benedicto XVI, el purpurado ha querido expresar el afecto e interés de toda la Iglesia, “que conoce bien el empeño de ustedes y el camino que están recorriendo entre vicisitudes y desafíos, y en el que la Palabra de Dios, que siempre aparece como luz y lámpara, les sirve de guía y de consuelo. Que la penuria de medios o las insuficientes infraestructuras, así como otras delicadas situaciones, sean para Ustedes, más que una contrariedad, una oportunidad privilegiada para vigorizar la confianza en Dios, cuyos designios de amor nunca defraudan. Sus ansias de superación y su perseverancia en el bien obrar mostrarán la belleza de nuestra fe y serán un remedio eficaz ante los posibles brotes de secularización y abatimiento”.
 
Texto completo de la homilía
Queridas hermanas en el Señor:
Es para mí motivo de gran alegría poder celebrar la Santa Misa de la fiesta de la Cátedra del Apóstol San Pedro en este Monasterio de Carmelitas Descalzas, juntamente con la Madres Dominicas presentes en esta querida Nación.

La confesión del Pescador de Galilea, apenas proclamada en el Evangelio, y la respuesta de Cristo: “Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia (Mt 16,18), resuenan hoy, con particular énfasis, en nuestros corazones y nos invitan a unirnos desde estas tierras cubanas al Sucesor de Pedro, con esa íntima cercanía de quien está muy dentro “en el corazón de la Iglesia” (Vita consecrata, 46).

El ejemplo de Pedro, su encuentro personal con Jesucristo, su firmeza en la fe y sus enseñanzas deben ser estímulo para renovar el entusiasmo por vivir según los criterios del Reino de Dios y dar testimonio del amor al Evangelio. La Iglesia, tal y como les exhortaba el recordado Papa Juan Pablo II, hace ahora diez años, espera de Ustedes una existencia transfigurada por la profesión de los consejos evangélicos, que crean comunión tanto en la comunidad, como en la Iglesia y en el mundo (Encuentro con el clero, religiosos y religiosas, seminaristas y laicos en la catedral metropolitana de La Habana, 25.01.2005).

Efectivamente, la Iglesia y el mundo esperan su entrañable acompañamiento, con su oración incesante, en los grandes y pequeños acontecimientos, tanto de la Iglesia universal como de la sociedad concreta en la que viven. A sus rezos se encomiendan especialmente las actividades evangelizadoras y de apostolado, y cuantos están encargados de llevarlas a cabo. No se puede concebir ninguna acción pastoral sin el sustento de la oración (Cf. CARD. TARCISIO BERTONE, Carta a los Monasterios contemplativos, 15.09.06).

Por ello, han de ofrecer plegarias muy especialmente por el Santo Padre, como Pastor de toda la Iglesia. También sus claustros han de ser como santuarios donde, cum Petro et sub Petro, se viva en plenitud el misterio de la Iglesia, esposa de Cristo, con las peculiaridades de sus propios carismas, y se exprese un testimonio de inmolación y de unidad. Asimismo, sus renuncias y sacrificios deben transformarse también en ofrenda agradable al Señor, que sostenga especialmente a los numerosos pastores, sacerdotes y religiosos, así como a tantos laicos que, desde la inquebrantable fidelidad a Cristo y a su Iglesia, acompañan con su entrega generosa a los hermanos en todas sus vicisitudes, defendiendo los derechos inalienables de la persona y la dignidad que le es propia como ser creado a imagen de Dios.

La tarea es vital y apasionante, pues consiste en colaborar, desde lo recóndito del claustro, en la construcción de una auténtica sociedad, muchas veces herida y desarmada de valores, privada de identidad, invertebrada, escasa de fe y lejana de Dios. Les exhorto vivamente a ser artífices, de este modo a veces incomprendido, de una nueva humanidad. Les aliento a vivir santamente su vocación, para ser ejemplo, modelo e inspiración para todos los cubanos, ayudándolos en todo momento a dar vigor a su profundo espíritu religioso, a la vez que los acompañan en sus aspiraciones, alegrías y sufrimientos.

Al animarles, Hermanas, a esta misión, no desconozco las dificultades del mundo actual y los dramas que sufre cotidianamente la sociedad. Por ello, que su oración consista “en amar mucho” (Cf. SANTA TERESA, Castillo Interior, IV,1,7). Comprométanse cada día a amar más y a dar testimonio, con gozo y esperanza, desde el silencio de la vida cotidiana, de la belleza de Dios, que todo lo puede y todo lo transforma.

Rueguen también sin cesar para que el Señor ilumine las conciencias de los que tienen en sus manos la responsabilidad de proporcionar una vida digna a los ciudadanos, de instaurar la paz y la justicia, promoviendo la solidaridad en favor especialmente de los más necesitados. Pidan ardientemente para que se favorezca el desarrollo de los valores humanos, éticos y religiosos, cuya ausencia afecta particularmente a los jóvenes. Y nunca se olviden de las familias, para que sigan siendo depositarias de un rico patrimonio de virtudes cristianas y transmisoras de la fe y de los grandes valores que manan del Evangelio.

Finalmente, imploro de la divina misericordia que a través de su vida sencilla y transparente, el Señor bendiga abundantemente sus Monasterios. No se dejen vencer por el cansancio o el desánimo, aún cuando surjan obstáculos y sinsabores. Prorsus in Domino! Recen por sus propias comunidades contemplativas y por las vocaciones, para que se acreciente en Cuba el inestimable testimonio de una entrega total al Señor en la vida recogida de los Monasterios que siguen las huellas profundas del carisma carmelitano y dominico. Pidamos a Dios que su oración y su presencia despierte en muchos jóvenes el deseo de seguir a Cristo en el ministerio sacerdotal o en la vida consagrada.
Ayuden al pueblo cubano a mirar el futuro con la esperanza que solo se encuentra en Cristo.

Queridas hermanas, antes de finalizar quiero renovar el llamado que hice a todos los Monasterios contemplativos al principio del trabajo que como Secretario de Estado me fue confiado por Su Santidad Benedicto XVI. Acompáñenme con sus plegarias. Sigo confiando mi ministerio a sus oraciones. Gracias por su presencia en esta tierra, caracterizada por una historia tan singular. Cuba las necesita porque los cubanos, como todos los hombres, necesitan a Dios. A semejanza del Príncipe de los Apóstoles, muéstrenle que sólo Cristo es “el Mesías, el Hijo de Dios vivo” (Mt 16, 16).

Su Santidad les asegura su cercanía espiritual y su afecto, y las encomienda a la protección maternal de la Santísima Virgen bajo la advocación del Monte Carmelo, así como a la intercesión de Santa Teresa de Jesús, San Juan de la Cruz, Santo Domingo de Guzmán y Santa Catalina de Siena.
Qué Dios las bendiga.







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