Homilía del Card. Bertone en el Monasterio de Carmelitas Descalzas de Cuba durante
la que expresa su deseo de que la Iglesia pueda desarrollar su misióm con la necesaria
libertad
Viernes, 22 feb (RV).- El cardenal Tarcisio Bertone ha presidido esta tarde la Santa
Misa en el Monasterio de Santa Teresa, de las Carmelitas, a la que siguió un cordial
encuentro con las monjas carmelitas y dominicas. En su homilía, el cardenal Secretario
de Estado ha señalado que el ejemplo de Pedro, su encuentro personal con Jesucristo,
su constancia en la fe y sus enseñanzas deben ser un estímulo para renovar el entusiasmo
de vivir según los criterios del Reino de Dios, y dar testimonio de amor evangélico.
“La Iglesia, como os exhortó el inolvidable Papa JPII hace diez años -les ha dicho
el cardenal Bertone- espera de vosotras una existencia trasfigurada de la profesión
de los consejos evangélicos, que crean comunión ya sea en la comunidad, en la Iglesia
y en el mundo”.
El Secretario de Estado ha observado que no se puede concebir
una acción pastoral sin el apoyo de la oración, debéis por tanto ofrecer oraciones
sobretodo por el Santo Padre, como Pastor de toda la Iglesia. “Vuestros conventos
deben ser también santuarios donde, cum Petro et sub Petro, se viva en plenitud
el misterio de la Iglesia, esposa de Cristo, con las peculiaridades de sus carismas,
y se exprese un testimonio de inmolación y de unidad. Su Santidad –ha proseguido-
os asegura su cercanía espiritual y su afecto, y os confía a la protección materna
de la Santísima Virgen, venerada con el título del Monte Carmelo, y también
a la intercesión de Santa Teresa de Jesús, San Juan de la Cruz, San Domingo de Guzmán
y Santa Catalina de Siena”.
Luego se ha llevado a cabo el encuentro con los
religiosos y las religiosas de Cuba reunidos en el Monasterio de las Carmelitas Descalzas.
“Es hermoso estar con todos ustedes, llamados por el Señor Jesús para ser testigos
de su Evangelio en medio de este noble pueblo, a través de los diversos carismas de
sus Institutos y de su compromiso misionero y apostólico. He venido a esta preciosa
isla caribeña para conmemorar el décimo aniversario del significativo viaje pastoral
que a la misma efectuara el venerado Papa Juan Pablo II. El legado que él dejó no
ha perdido valor. Es un magnífico tesoro que sigue enriqueciendo a los que tienen
la hermosa tarea de evangelizar al querido pueblo cubano”.
En nombre de Su
Santidad Benedicto XVI, el purpurado ha querido expresar el afecto e interés de toda
la Iglesia, “que conoce bien el empeño de ustedes y el camino que están recorriendo
entre vicisitudes y desafíos, y en el que la Palabra de Dios, que siempre aparece
como luz y lámpara, les sirve de guía y de consuelo. Que la penuria de medios o las
insuficientes infraestructuras, así como otras delicadas situaciones, sean para Ustedes,
más que una contrariedad, una oportunidad privilegiada para vigorizar la confianza
en Dios, cuyos designios de amor nunca defraudan. Sus ansias de superación y su perseverancia
en el bien obrar mostrarán la belleza de nuestra fe y serán un remedio eficaz ante
los posibles brotes de secularización y abatimiento”. Texto completo
de la homilía Queridas hermanas en el Señor: Es para mí motivo de gran
alegría poder celebrar la Santa Misa de la fiesta de la Cátedra del Apóstol San Pedro
en este Monasterio de Carmelitas Descalzas, juntamente con la Madres Dominicas presentes
en esta querida Nación.
La confesión del Pescador de Galilea, apenas proclamada
en el Evangelio, y la respuesta de Cristo: “Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré
mi Iglesia” (Mt 16,18),resuenan hoy, con particular énfasis,
en nuestros corazones y nos invitan a unirnos desde estas tierras cubanas al Sucesor
de Pedro, con esa íntima cercanía de quien está muy dentro “en el corazón de la Iglesia”
(Vita consecrata, 46).
El ejemplo de Pedro, su encuentro personal con
Jesucristo, su firmeza en la fe y sus enseñanzas deben ser estímulo para renovar el
entusiasmo por vivir según los criterios del Reino de Dios y dar testimonio del amor
al Evangelio. La Iglesia, tal y como les exhortaba el recordado Papa Juan Pablo II,
hace ahora diez años, espera de Ustedes una existencia transfigurada por la profesión
de los consejos evangélicos, que crean comunión tanto en la comunidad, como en la
Iglesia y en el mundo (Encuentro con el clero, religiosos y religiosas, seminaristas
y laicos en la catedral metropolitana de La Habana, 25.01.2005).
Efectivamente,
la Iglesia y el mundo esperan su entrañable acompañamiento, con su oración incesante,
en los grandes y pequeños acontecimientos, tanto de la Iglesia universal como de la
sociedad concreta en la que viven. A sus rezos se encomiendan especialmente las actividades
evangelizadoras y de apostolado, y cuantos están encargados de llevarlas a cabo.
No se puede concebir ninguna acción pastoral sin el sustento de la oración (Cf. CARD.
TARCISIO BERTONE, Carta a los Monasterios contemplativos, 15.09.06).
Por
ello, han de ofrecer plegarias muy especialmente por el Santo Padre, como Pastor de
toda la Iglesia. También sus claustros han de ser como santuarios donde, cum Petro
et sub Petro, se viva en plenitud el misterio de la Iglesia, esposa de Cristo,
con las peculiaridades de sus propios carismas, y se exprese un testimonio de inmolación
y de unidad. Asimismo, sus renuncias y sacrificios deben transformarse también en
ofrenda agradable al Señor, que sostenga especialmente a los numerosos pastores, sacerdotes
y religiosos, así como a tantos laicos que, desde la inquebrantable fidelidad a Cristo
y a su Iglesia, acompañan con su entrega generosa a los hermanos en todas sus vicisitudes,
defendiendo los derechos inalienables de la persona y la dignidad que le es propia
como ser creado a imagen de Dios.
La tarea es vital y apasionante, pues consiste
en colaborar, desde lo recóndito del claustro, en la construcción de una auténtica
sociedad, muchas veces herida y desarmada de valores, privada de identidad, invertebrada,
escasa de fe y lejana de Dios. Les exhorto vivamente a ser artífices, de este modo
a veces incomprendido, de una nueva humanidad. Les aliento a vivir santamente su vocación,
para ser ejemplo, modelo e inspiración para todos los cubanos, ayudándolos en todo
momento a dar vigor a su profundo espíritu religioso, a la vez que los acompañan en
sus aspiraciones, alegrías y sufrimientos.
Al animarles, Hermanas, a esta misión,
no desconozco las dificultades del mundo actual y los dramas que sufre cotidianamente
la sociedad. Por ello, que su oración consista “en amar mucho” (Cf. SANTA TERESA,
Castillo Interior, IV,1,7). Comprométanse cada día a amar más y a dar testimonio,
con gozo y esperanza, desde el silencio de la vida cotidiana, de la belleza de Dios,
que todo lo puede y todo lo transforma.
Rueguen también sin cesar para que
el Señor ilumine las conciencias de los que tienen en sus manos la responsabilidad
de proporcionar una vida digna a los ciudadanos, de instaurar la paz y la justicia,
promoviendo la solidaridad en favor especialmente de los más necesitados. Pidan ardientemente
para que se favorezca el desarrollo de los valores humanos, éticos y religiosos, cuya
ausencia afecta particularmente a los jóvenes. Y nunca se olviden de las familias,
para que sigan siendo depositarias de un rico patrimonio de virtudes cristianas y
transmisoras de la fe y de los grandes valores que manan del Evangelio.
Finalmente,
imploro de la divina misericordia que a través de su vida sencilla y transparente,
el Señor bendiga abundantemente sus Monasterios. No se dejen vencer por el cansancio
o el desánimo, aún cuando surjan obstáculos y sinsabores. Prorsus in Domino!
Recen por sus propias comunidades contemplativas y por las vocaciones, para que se
acreciente en Cuba el inestimable testimonio de una entrega total al Señor en la vida
recogida de los Monasterios que siguen las huellas profundas del carisma carmelitano
y dominico. Pidamos a Dios que su oración y su presencia despierte en muchos jóvenes
el deseo de seguir a Cristo en el ministerio sacerdotal o en la vida consagrada. Ayuden
al pueblo cubano a mirar el futuro con la esperanza que solo se encuentra en Cristo.
Queridas hermanas, antes de finalizar quiero renovar el llamado que hice a
todos los Monasterios contemplativos al principio del trabajo que como Secretario
de Estado me fue confiado por Su Santidad Benedicto XVI. Acompáñenme con sus plegarias.
Sigo confiando mi ministerio a sus oraciones. Gracias por su presencia en esta tierra,
caracterizada por una historia tan singular. Cuba las necesita porque los cubanos,
como todos los hombres, necesitan a Dios. A semejanza del Príncipe de los Apóstoles,
muéstrenle que sólo Cristo es “el Mesías, el Hijo de Dios vivo” (Mt
16, 16).
Su Santidad les asegura su cercanía espiritual y su afecto, y las
encomienda a la protección maternal de la Santísima Virgen bajo la advocación del
Monte Carmelo, así como a la intercesión de Santa Teresa de Jesús, San Juan de la
Cruz, Santo Domingo de Guzmán y Santa Catalina de Siena. Qué Dios las bendiga.