Lunes, 18 feb (RV).- Este año se celebra el 150 aniversario de las apariciones de
la Virgen en Lourdes, y precisamente hoy, se conmemora la tercera aparición de la
Señora a santa Bernardita, dando de este modo inicio la quincena de apariciones. Es
decir, cuando la Virgen pidió a Bernardita que fuera a la Gruta durante quince días.
Bernardita lo prometió y mantuvo su promesa, a pesar de todas las dificultades.
Para
esta conmemoración hoy se ha celebrado una misa internacional en la Basílica de Nuestra
Señora del Rosario, y una Santa misa en la parroquia del Sagrado Corazón. La homilía
la ha presidido el obispo de Nevers, monseñor Francis Deniau. Y es que Nevers juega
un papel muy relevante en la vida de santa Bernardita (1844-1879) porque tras la experiencia
vivida durante su infancia, y decidida a seguir la llamada a la vida religiosa, Bernardita
entró en julio de 1866 en la Casa Madre de la Congregación de las Hermanas de la Caridad
de esta ciudad de la región de Borgoña, iniciando de este modo el camino evangélico
propuesto por la Congregación. Durante 13 años Bernardita prestó sus servicios en
esta comunidad como ayudante de enfermera, responsable de enfermería y sacristana,
hasta que el asma que sufría se agravó de tal forma que falleció a la edad de 35 años.
Santa Bernardita fue beatificada el 14 de junio de 1925 y canonizada el 8 de diciembre
de 1933 por el Papa Pío XI.
En este aniversario el Camino del Jubileo se compone
de cuatro etapas. La primera la iglesia parroquial, donde se conserva la pila bautismal
en que fue bautizada Bernardita. En la pared del templo, se puede ver la reproducción
del acta de bautismo, dañada por un incendio. Antes de ser una vidente, Bernardita
es una cristiana. Fue declarada "santa", porque vivió extraordinariamente la gracia
de su bautismo.
La segunda etapa del Camino del Jubileo lleva al peregrino
hasta el calabozo donde vivía la familia Soubirous. Desde noviembre de 1856, la familia
Soubirous (los padres y los cuatro hijos) vivía en una única habitación, en la que
está la chimenea. El lugar era húmedo y oscuro. La miseria y la deshonra se juntaban.
Lo mismo que Dios fue a buscar a María en el pueblo desconocido de Nazaret, María
fue a buscar a su mensajera en este lugar de la mayor pobreza. La tercera parada
propone visitar la puerta de San Miguel, los arcos y la Gruta. Bajo cada uno de los
arcos hay un mosaico que representa a la Virgen con el Niño: María nos entrega a su
Hijo. Para venerar este icono, pueden besarlo, tocarlo o inclinarse ante él: como
se hace con la Cruz, en la celebración del Viernes Santo. Por este camino es cuando
se pasa por delante de las fuentes, cuya agua viene del manantial de la Gruta. Es
el momento de realizar el gesto que la Virgen pidió a Bernardita: "Vaya a beber y
a lavarse en la fuente". Una vez en la gruta, no se contenten con estar delante de
ella, paseen por ella. Junto con los que les preceden y los que les siguen, forman
una pequeña comunidad de oración silenciosa. A menudo se lee en la Biblia: "¡El Señor
es mi roca!".
Por último, la parada final de este recorrido es el oratorio
del hospital. Ya antes de las Apariciones, las Hermanas de la Caridad de Nevers tenían
en Lourdes un hospicio y una escuela para niñas. Desde enero de 1858, Bernardita
asistía a la escuela de las Hermanas. Allí se preparó para su Primera Comunión. La
celebración tuvo lugar el 3 de junio de 1858. Además, allí aprendió también a servir
a los enfermos más pobres. El Camino del Jubileo comenzó con el Bautismo y se acaba
con la Eucaristía y el servicio: es el camino de la vida cristiana. Cristo está presente
en el Sacramento del altar y en los hermanos, en el prójimo: "Lo que hicisteis con
uno de estos mis pequeños hermanos, conmigo lo hicisteis”. No hay Santísimo en el
mismo oratorio, pero pueden hacer el gesto del sacerdote al principio de la Misa,
besar el altar.
Finalizamos con un relato de santa Bernardita: “Fui con otras
dos niñas a la orilla del río para recoger madera. Pero cuando éstas cruzaron el agua,
se echaron a llorar. Les pregunté por qué lloraban y me respondieron que el agua estaba
muy fría. Les pedí que me ayudaran a tirar piedras al agua para pasar sin descalzarme
y me respondieron que debía hace como ellas. Entonces, fui un poco más lejos para
ver si podía pasar, pero no pude. Entonces regresé delante de la gruta para descalzarme
y cuando estaba empezando, oí un rumor. Miré hacia el lado de la pradera y vi que
los árboles no se movían en absoluto; continué descalzándome y volví a oír el mismo
rumor. Levanté la cabeza mirando hacia la gruta y vi una Señora con un vestido blanco,
un cinturón azul y una rosa amarilla en cada pie del mismo color que la cadena de
su rosario. Cuando vi eso, me froté los ojos creyendo equivocarme. Metí la mano en
mi bolsillo; encontré mi rosario. Quise hacer la señal de la cruz, pero no pude llevar
la mano a la frente: se me cayó. La visión hizo la señal de la cruz. Entonces mi mano
temblaba; intenté hacerla de nuevo y pude. Recé el rosario; la visión hacía pasar
las cuentas del suyo, pero la Señora no movía los labios. Cuando terminé mi rosario,
la visión desapareció de repente”.