Miércoles de Ceniza: el Papa centra su homilía en la oración y el sufrimiento como
aspectos significativos del tiempo cuaresmal
Miércoles, 6 feb (RV).- En ocasión del comienzo del itinerario cuaresmal, tiempo de
renovación interior en espíritu de oración, de penitencia, de limosna y de ayuno,
el Papa ha presidido esta tarde, la tradicional asamblea de oración en la iglesia
romana de San Anselmo y la sucesiva procesión penitencial hasta la basílica de Santa
Sabina, situadas las dos en el Aventino. Después de la procesión, en la misma basílica
de Santa Sabina, ha tenido lugar la celebración de la Eucaristía, con el rito de bendición
e imposición de la ceniza.
Y la oración y el sufrimiento como aspectos significativos
del tiempo cuaresmal han sido los temas centrales de la homilía del Papa. Benedicto
XVI ha definido la oración como la confluencia donde nuestras esperanzas y aspiraciones
son expuestas a la Palabra de Dios, se sumergen en el diálogo con Aquel que es la
verdad, y salen libres de mentiras ocultas y compromisos con las distintas formas
de egoísmo.... “La verdadera oración – ha dicho el Santo Padre- es el motor del mundo”....
“y sin ella no hay esperanza, sino sólo ilusiones”.
“Sin la dimensión de la
oración, el yo humano termina por cerrarse en sí mismo, y la conciencia, que debería
ser el eco de la voz de Dios, corre el riesgo de reducirse a un espejo del yo, de
tal manera que el coloquio interior se convierte en monólogo dando entrada a mil auto
justificaciones. La oración, por tanto, es garantía de apertura a los demás: quien
se hace libre para Dios y sus exigencias, se abre contemporáneamente al otro, al hermano
que toca a la puerta de su corazón y pide escucha, atención, perdón, a veces corrección,
pero siempre en la caridad fraterna. La verdadera oración no es jamás egocéntrica,
sino siempre centrada sobre el otro. Como tal, ella ejercita al orante al “éxtasis”
de la caridad, a la capacidad de salir de sí mismo para hacerse cercano al otro en
el servicio humilde y desinteresado. La verdadera oración es el motor del mundo, abierto
a Dios. Por esto, sin oración no hay esperanza, sino sólo ilusión. No es de hecho
la presencia de Dios quien aliena al hombre, si no su ausencia: sin el verdadero Dios,
Padre del Señor Jesucristo, las esperanzas se convierten en ilusiones que inducen
a evadirnos de la realidad. Hablar con Dios, permanecer en su presencia, dejarse iluminar
y purificar de su Palabra, nos introduce en cambio en el corazón de la realidad, en
el íntimo motor del devenir cósmico; nos introduce así por decirlo en el corazón pulsante
del universo”.
Más adelante, el Papa se concentró sobre el sufrimiento recordando
- como escribe en la Encíclica Spe Salvi - “la medida de la humanidad se determina
esencialmente en la relación con el sufrimiento y con el que sufre… Esto vale tanto
para el individuo como para la sociedad... La Pascua, hacia la cual la Cuaresma se
dirige, es el misterio que da sentido al sufrimiento humano, a partir de la abundancia
de la compasión de Dios, realizada en Jesucristo…
Al igual que por la oración,
la historia de la Iglesia es riquísima de testimonios que se han ofrecido sin reservas
por el prójimo a costa de grandes sufrimientos. Mientras más grande es la esperanza
que nos anima, mayor es también en nosotros la capacidad de sufrir por amor a la verdad
y al bien, ofreciendo con alegría las pequeñas y grandes fatigas de cada día e incluyéndolas
en la gran compasión de Cristo
Benedicto XVI finalizó recordando que en estos
días, en que se conmemora el 150 aniversario de las apariciones de la Virgen en Lourdes,
estamos llamados a meditar sobre el misterio de la participación de María en los dolores
de la humanidad.
La comunidad religiosa de Santa Sabina recibía con alegría
esta visita del Santo Padre, como nos ha explicado el maestro general de los dominicos,
Fray Carlos Azpiroz Costa.