Escuchar el programa Viernes, 1 feb
(RV).- Estas reflexiones de hoy giran entorno al tema de la violencia intrafamiliar,
concretamente el maltrato de los hijos, en particular de los adolescentes, frente
a los cuales casi siempre es la madre la principal víctima. Aunque no hay datos exactos
sobre el maltrato, algunas estadísticas obtenidas de estudios en Estados Unidos, indican
que las denuncias de padres que han sido maltratados por sus hijos están en aumento,
aunque se presenten sobre todo en los casos graves, en los que generalmente se ha
llegado a la violencia física.
Los expertos -psicólogos y educadores consultados
en diversos estudios-creen que estos representan solo un pequeño porcentaje de los
casos de maltrato, pues se cree que hay muchos adolescentes que torturan de diferentes
maneras a sus progenitores. Frente a esta tendencia, los investigadores han dado su
alarma, al tiempo que denuncian la falta de recursos y medios para abordar el problema
en los asuntos más graves.
Desde las indagaciones de diversos centros, se advierte
que no se trata de un fenómeno nuevo, sino que ahora la gente acude a denunciar las
situaciones, incluso asistiendo en búsqueda de entidades como la fiscalía, hecho que
no se presentaba con frecuencia. Estas denuncias realizadas ante los fiscales, han
descubierto un amplio abanico de modalidades de malos tratos, que en algunos casos
llegan a poner en riesgo la vida de los padres o hermanos. Pero hay otros malos
tratos como el insulto, el acoso, el robo de dinero, el abandono del hogar, la rotura
de objetos, la conversión de la vivienda en un hotel donde se traen amigos a montar
escándalo, la tortura psicológica, en fin una serie de modalidades que pueden desequilibrar
a toda la familia. A ello se agrega, que cuando los padres denuncian a su hijo, en
un acto de profunda desesperación muestran un enorme sentimiento de fracaso y de culpa,
pero lo hace casi respondiendo a un instinto de protección de sus otros hijos o de
pura supervivencia.
Al respecto, hay dos teorías sobre los condicionantes
que provocan que un joven llegue a ser un agresor dentro de casa. Javier Urra, psicólogo
forense, ex defensor del menor y autor del libro El pequeño dictador, apunta
a la dificultad de muchos padres para imponer su autoridad; para saber decir “no”
cuando es necesario para modificar el natural egoísmo de los menores; para hacer comprender
que hay una serie de obligaciones dentro de la casa y la dificultad de los padres
para educar en los valores a sus hijos.
Otros profesionales señalan que
los jóvenes maltratadores no son necesariamente el producto de la permisividad de
los padres; sino que se trata de una cuestión del temperamento con el que nacen, una
cualidad de su forma de ser innata, que se puede caracterizar por su poca capacidad
afectiva, un bajo sentido de la contención y un deseo persistente por obtener propósitos,
es decir, una hiperfocalización en sus propias metas egocéntricas.
Por
mucho que pensemos que todas las desgracias ocurren durante la adolescencia, hay que
tener en cuenta dos factores. El primero es que aquellos adolescentes que son realmente
problemáticos son muy pocos. El segundo, que la mayoría de los adolescentes problemáticos
ya eran niños problemáticos y, si no ponemos remedio, seguramente serán adultos problemáticos.
La
manera como se educa a los hijos cuando son pequeños va a marcar las pautas de su
comportamiento cuando lleguen a la adolescencia. A menudo, pasamos por alto ciertas
conductas de los niños y las excusamos diciendo que son traviesos.
Las conductas
violentas, tanto en la infancia como en la adolescencia, siempre deben ser tomadas
muy en serio. Y antes de que la situación sobrepase a los padres, siempre es aconsejable
acudir a un especialista que pueda dar normas de actuación claras.
La educación
de los hijos empieza cuando nacen, y la manera como vamos a tratarles cuando son pequeños,
va a marcar cómo se van a comportar de mayores. Y no es importante únicamente su relación
con ellos, sino también el ambiente familiar en el que conviven. Los padres son los
modelos en los que se miran y de los que aprenden los hijos. Dar un buen ejemplo es
la mejor prevención. Texto: Alma García Locución: Alina Tufani