Escuchar el programa Viernes, 25 ene.-
Muchas personas sentimos cada vez con mayor fuerza la presión incansable del tiempo,
del tic tac de reloj que siempre es implacable con lo que hacemos. Esta presión sin
duda se relaciona con los ritmos de los acontecimientos, con las velocidades que tienen
las ciudades, con la capacidad que tenemos los humanos de hacer varias o muchas cosas
al tiempo.
Su vida podría haber sido como la de aquel viejo de Momo que vivía
por y para los relojes. Los segundos y los minutos eran su razón de ser y, por lo
mismo, su obsesión. El tiempo era el más valioso de los elementos del mundo, solía
decir, aunque jamás hubiera podido definirlo bien. Christian Hederich no anda rodeado
de relojes. Su casa no es un museo de tic-tacs en diferentes tonos, pero su mente
anda ocupada gran parte del día en el estudio de los ritmos y en el influjo de éstos
sobre el ser humano.
Por ello, luego de más de 10 años de estudios e investigaciones,
Hederich asegura que “ningún organismo puede hacerlo todo al mismo tiempo, ni hacer
cualquier cosa en cualquier momento”. El universo y los seres o elementos que lo habitan
están regidos de una u otra manera por diversos ritmos. El hombre, por ejemplo, vive
gracias a diferentes funciones del organismo, marcadas todas ellas por fenómenos rítmicos.
Cada uno tiene su tiempo.
Sin duda alguna los ritmos acelerados y las presiones
de todo tipo generan una serie de reacciones diversas en nuestras vidas. Las depresiones,
la amargura, la euforia, el trabajo o la creatividad, el aprendizaje, la memoria y
el deporte, están determinados en un grado relativamente alto por los ritmos internos
de cada organismo.
Por ejemplo dentro de estos ritmos se puede señalar los
ritmos de alta frecuencia, estimados con períodos entre fracciones de segundo y 30
minutos y en estos se consideran el ritmo cardíaco o la activación eléctrica cortical;
otros de frecuencia media, estimados con períodos superiores a 30 minutos e inferiores
a seis días, como son la relación sueño-vigilia, y los ritmos de baja frecuencia,
estimados con oscilaciones mayores a los seis días, como el ciclo menstrual”.
Hederich
tiene pruebas de que toda esta gama de ritmos influye en los comportamientos del ser
humano. Sin embargo, sus investigaciones se han enfocado al análisis de los ritmos
de frecuencia media que se sitúan entre los 20 y las 28 horas, llamados por los estudiosos
“circadianos”, básicamente por las implicaciones que tienen en el aprendizaje escolar
y universitario, y en el comportamiento de los adultos.
“Uno de los fenómenos
más destacables de este ritmo es el que se conoce como depresión pospandrial, o efecto
poscomida, que tiene lugar en el punto intermedio del intervalo sueño-vigilia, es
decir, entre la una de la tarde y las cuatro. Es un descenso general en la actividad
cortical, y pese a lo que podría pensarse, no se debe directamente al almuerzo. Ocurre
aun si dejamos de tomar alimento alguno”.
Esta depresión, igual que las horas
más aptas para memorizar, aprender, hacer deporte o meditar, también van a depender
de algunas variables, como el sueño, o incluso, los aspectos socioculturales en los
que esté inmerso el hombre. “Los elementos externos de variación constante, como los
períodos de luz y oscuridad, las estaciones, el clima, o las lluvias, son lo que denominaríamos
“sincronizadores externos”.
Las primeras investigaciones sobre cronopsicología
se hicieron a finales del siglo XIX, y surgieron de la supuesta fatiga mental que
los profesores percibían entre sus alumnos. Luego de varias pruebas, los investigadores
concluyeron que la energía mental era creciente en la mañana hasta alcanzar su punto
máximo a las 10 u 11, que luego disminuía, hasta llegar a su nivel más bajo a las
dos de la tarde, para después volver a ascender. Incluso en países como Francia y
España los horarios de muchos colegios están determinados por estos estudios, pero
sin duda, apenas hoy se comienza a valorar la relación entre el tiempo, el ritmo y
el comportamiento.
Incluso, se debe tener en cuenta estos ritmos porque afectan
no sólo momentos de concentración, sino igual nuestros propios estados de humor, de
productividad y por supuesto de reposo. Aspectos fundamentales en nuestras rutinas
de vida.