El Derecho canónico debe ser amado y observado por todos los fieles porque defiende
los valores de la fe y tutela los delicados intereses de las cosas de Dios
Viernes, 25 ene (RV).- A última hora de la mañana el Papa ha recibido, en el aula
de las bendiciones, a los participantes en el Congreso de estudio promovido por el
Pontificio Consejo para los textos legislativos. Un congreso que se ha celebrado en
ocasión del 25 aniversario de la promulgación del Código de Derecho Canónico, bajo
el tema: “La ley canónica en la vida de la Iglesia”.
En su discurso, el Papa
ha querido subrayar un concepto fundamental que informa el derecho canónico. “El ius
ecclesiae -ha dicho- no es sólo un conjunto de normas producidas por el Legislador
eclesial para este especial pueblo que es la Iglesia de Cristo. Es en primer lugar,
la declaración autorizada y digna, por parte del Legislador eclesial, de los derechos
y de los deberes que se fundan en los sacramentos y que han nacido por tanto de la
misma institución de Cristo”.
“Este conjunto de realidades jurídicas indicadas
por el Código, ha explicado el Pontífice, componen un admirable mosaico en el cual
están representados todos los fieles, laicos y Pastores, de todas las comunidades
de la Iglesia Universal”. “El Código de derecho canónico contiene las normas elaboradas
por el Legislador eclesial para el bien de las personas y de toda la comunidad del
entero Cuerpo Místico que es la santa Iglesia”. El Derecho canónico debe “ser amado
y observado por todos los fieles” porque “defiende los valores de la fe y tutela los
delicados intereses de las cosas de Dios.
De hecho, la Iglesia está constituida
como “un compenetrado grupo social y visible y como tal tiene necesidad de normas”
ya sea para que su estructura jerárquica y orgánica sea visible; para que el ejercicio
de sus funciones a ella confiado (especialmente las de la sagrada potestad y la administración
de los sacramentos) pueda ser adecuadamente organizado. Las normas son útiles también
para que puedan regular con justicia y caridad las relaciones entre los fieles; y
finalmente, para sostener, reforzar y promover las iniciativas comunes emprendidas
para una vida cristiana siempre más perfecta a través de las leyes canónicas.