2008-01-25 15:40:17

El Derecho canónico debe ser amado y observado por todos los fieles porque defiende los valores de la fe y tutela los delicados intereses de las cosas de Dios


Viernes, 25 ene (RV).- A última hora de la mañana el Papa ha recibido, en el aula de las bendiciones, a los participantes en el Congreso de estudio promovido por el Pontificio Consejo para los textos legislativos. Un congreso que se ha celebrado en ocasión del 25 aniversario de la promulgación del Código de Derecho Canónico, bajo el tema: “La ley canónica en la vida de la Iglesia”.

En su discurso, el Papa ha querido subrayar un concepto fundamental que informa el derecho canónico. “El ius ecclesiae -ha dicho- no es sólo un conjunto de normas producidas por el Legislador eclesial para este especial pueblo que es la Iglesia de Cristo. Es en primer lugar, la declaración autorizada y digna, por parte del Legislador eclesial, de los derechos y de los deberes que se fundan en los sacramentos y que han nacido por tanto de la misma institución de Cristo”.

“Este conjunto de realidades jurídicas indicadas por el Código, ha explicado el Pontífice, componen un admirable mosaico en el cual están representados todos los fieles, laicos y Pastores, de todas las comunidades de la Iglesia Universal”. “El Código de derecho canónico contiene las normas elaboradas por el Legislador eclesial para el bien de las personas y de toda la comunidad del entero Cuerpo Místico que es la santa Iglesia”. El Derecho canónico debe “ser amado y observado por todos los fieles” porque “defiende los valores de la fe y tutela los delicados intereses de las cosas de Dios.

 De hecho, la Iglesia está constituida como “un compenetrado grupo social y visible y como tal tiene necesidad de normas” ya sea para que su estructura jerárquica y orgánica sea visible; para que el ejercicio de sus funciones a ella confiado (especialmente las de la sagrada potestad y la administración de los sacramentos) pueda ser adecuadamente organizado. Las normas son útiles también para que puedan regular con justicia y caridad las relaciones entre los fieles; y finalmente, para sostener, reforzar y promover las iniciativas comunes emprendidas para una vida cristiana siempre más perfecta a través de las leyes canónicas.








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