2008-01-24 13:53:10

El Papa recuerda a los obispos de la Conferencia Episcopal de Eslovenia, que si Europa quiere llegar a ser cada vez más una tierra de paz no puede renegar del cristianismo, que es su componente principal en el plano espiritual y ético


Jueves, 24 ene (RV).- Desde el pasado lunes 21 y hasta el sábado 26 de enero los obispos de Eslovenia realizan su quinquenal visita “ad Limina Apostolorum”. Y de hecho, esta mañana al recibirlos colectivamente Benedicto XVI les entregó un discurso en su propio idioma mientras durante la audiencia leyó su alocución en italiano.

Dirigiéndose a sus venerados hermanos en el episcopado, el Pontífice comenzó afirmando que mientras está a punto de terminar su visita “ad Limina Apostolorum”, acoge con gran alegría a estos queridos pastores de la Iglesia que está en Eslovenia. Y tras saludarlos con afecto el Papa manifestó su gratitud a Mons. Alojzij Uran, arzobispo metropolitano de Ljubljana y presidente de esta Conferencia Episcopal, por las amables palabras que le había dirigido previamente.

El Papa puso de manifiesto que de la precedente visita “ad Limina”, que tuvo lugar en abril de 2001, su país ha conocido notables cambios en el ámbito de las instituciones civiles. Ante todo, Benedicto XVI destacó que el 1° de mayo de 2004 Eslovenia entró a formar parte de la Unión Europea, y recordó que en aquella circunstancia los obispos dirigieron a todos los fieles una Carta pastoral. Además, el 1° de enero de 2007 –prosiguió el Pontífice– Eslovenia adoptó la moneda única europea. Por otra parte, a finales del año pasado, su nación ha entrado en el ámbito del Tratado de Schengen para la libre circulación. Mientras casi como para coronar semejante evolución, en el corriente semestre a Eslovenia ha sido confiada la presidencia de turno de la Unión Europea.

Al respecto, Benedicto XVI dijo que si bien estos importantes acontecimientos que quiso recordar no tienen un carácter eclesial, interesan igualmente a la Iglesia, porque se refieren a la vida de la gente y, en particular al horizonte de los valores en Europa, tal como, justamente subrayaba la mencionada Carta pastoral del 23 de abril de 2004. Y añadió que esta Carta hoy podría parecer demasiado optimista. Puesto que, evidentemente, en ella los obispos se proponían valorar los aspectos positivos, sin ignorar, sin embargo, los problemas y peligros.

Para el Papa, a distancia de casi cuatro años del ingreso de Eslovenia en la Unión Europea, aquel documento conserva aún todo su valor porque estos prelados han afirmado que si Europa quiere permanecer, y llegar a ser cada vez más una tierra de paz, conservando como uno de los valores fundamentales el respeto de la dignidad de la persona humana, no puede renegar del cristianismo, que es su componente principal en el plano espiritual y ético. Y añadió que los humanismos no son todos iguales, ni equivalentes bajo el perfil moral.

“No me refiero aquí –dijo el Papa textualmente- a los aspectos religiosos, sino que me limito sólo a los ético-sociales”. Y explicó que, en efecto, según el punto de vista que se adopta, se obtienen consecuencias diversas para la convivencia civil. Si por ejemplo se concibe al hombre según la tendencia difundida hoy, de modo individualista, ¿cómo justificar el esfuerzo para la construcción de una comunidad justa y solidaria? -se preguntó Benedicto XVI-.

Y a este propósito, glosando una expresión de la Carta pastoral de los obispos de Eslovenia, citó: “El cristianismo es la religión de la esperanza: esperanza en la vida, en la felicidad sinfín, en el cumplimiento de la fraternidad entre todos los hombres”. Esto –dijo el Obispo de Roma- es verdad en cada continente, y lo es también en una Europa donde a muchos intelectuales les cuesta aún aceptar el hecho de que –tal como se lee en su última encíclica, “Spe salvi”, - “razón y fe se necesitan mutuamente para realizar su verdadera naturaleza y su misión” (n. 23).

Hacia el final de su discurso, el Papa recordó que para la primavera de 2009 los obispos eslovenos han convocado el Congreso Eucarístico Nacional, y también, en esa circunstancia, lo han invitado a visitar su país. Por esta razón Benedicto XVI les dijo que mientras les agradecía este gesto cortés encomienda este proyecto al Señor mientras desde ahora se congratula con ellos por la iniciativa de convocar a toda la comunidad en torno al Misterio eucarístico, “fuente y culmen de la vida y de la misión de la Iglesia” (Lumen gentium, 11). Y se despidió de ellos dando gracias al Señor por estos días en que han estrechado sus vínculos de comunión, entre ellos y con la Sede de Pedro. Mientras antes de impartirles su bendición apostólica, invocó la protección del beato Anton Martin Slomšek y de los demás santos que se veneran de modo particular en sus comunidades, pidiendo que María Santísima, Madre de la Iglesia, vele siempre sobre su ministerio y les obtenga abundantes gracias celestiales.







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