Viernes, 18 ene (RV).- Toda el Aula Magna de la Universidad de la Sapienza de Roma
en pie aplaudió ayer el discurso en la apertura del Año Académico que Benedicto XVI
no pudo leer a causa de la intransigencia y la intolerancia de algunos pocos. Desde
entonces se han sucedido un mar de reacciones, análisis, comentarios. “El laicismo
tiene miedo a la verdad”, es el título de la reflexión del padre Juan José Fernández,
que hace un análisis en torno a este desagradable e inaceptable incidente.
Ayer se
leyó el discurso que el Papa no pudo pronunciar en la Universidad de Roma. “Miedo
a la verdad”, así titula su Editorial el Osservatore Romano del 17 de Enero.
¿Por qué hemos tenido que llegar a tanto?, se pregunta. La respuesta es simple: a
causa de la intolerancia, radicalmente antidemocrática, de unos pocos.
Una
noticia, donde las pueda haber, que llena de tristeza. No sólo por el ultraje al máximo
representante de la Iglesia católica, sino a un defensor de la razón, de la ciencia,
de la investigación, de la cultura y de la forma más sublime de entendimiento entre
los hombres y con Dios, la fe. Políticos, periodistas, científicos, hombres de la
ciencia y del saber han manifestado su amargura como decimos, no tanto por la posible
ofensa o rechazo al Papa, sino al hombre de pensamiento que tiene como objetivo, y
a ello dedica su vida, la defensa de la humanidad en todas las facetas de su riqueza
como imagen de Dios en la tierra.
Pero vayamos al tema del conflicto. ¿Qué
es lo que ha motivado el rechazo laicista a Benedicto XVI? Podríamos resumirlo en
dos puntos: la acusación de atacar a Galileo como científico y otro, que se pretende
negar su autoridad académica, habiendo sido invitado justamente en cuanto Obispo de
Roma. ¿Y qué piensa el Papa de estas acusaciones?
En su discurso dice textualmente:
«El Papa no debe tratar de imponer a otros de forma autoritaria la fe, que sólo
puede ser dada en libertad, pero es su tarea mantener despierta la sensibilidad por
la verdad; invitar siempre a la razón a buscar lo verdadero, el bien, a Dios»
Junto
a esa afirmación de principio, de que la fe no se impone, el Pontífice afronta el
tema de la relación entre razón y fe. Para que la razón, para que la ciencia y la
tecnología no aplaste al hombre en su búsqueda infinita, no se debe cerrar a esa dimensión
de hambre de infinito que tiene el hombre. El Papa previene del riesgo de la ciencia
en el mundo desarrollado, el riesgo de que “el hombre, justamente en consideración
a la grandeza de su saber y su poder, se rinda ante el problema de la verdad”.
La razón no puede hacerse sorda al mensaje de la fe cristiana y de la sabiduría, en
caso contrario se vuelve árida como un árbol sin riego. Y esto significa, al mismo
tiempo, que la razón no puede doblegarse ante la presión de intereses y ante el utilitarismo.
Y
el segundo punto: se le acusa de atacar a Galileo como científico. La acusación se
basa en el hecho de que en una conferencia, tenida precisamente en La Sapienza el
15 de febrero de 1990, citó a un filósofo de la ciencia, Feyerabend, quien dudaba
de la altura científica de Galileo cuyas propuestas fueron más intuitivas que demostrables.
No disponía de pruebas suficientes para afirmar la tesis de la afirmación sobre la
cosmología copernicana. El tema de la conferencia de Cardenal Ratzinger era la falta
de confianza de la ciencia en sí misma y puso como ejemplo las afirmaciones de Feyerabend:
«En la época de Galileo la Iglesia se atuvo a la razón más que el mismo Galileo.
El proceso contra Galileo fue racional y justo». Esta cita fue la piedra del escándalo
para los laicistas. Quienes niegan la palabra al Papa no saben que citar a un autor
es propio de científicos sin tener por qué identificarse con dicho autor.
El
estudioso Ratzinger no defiende la visión di Feyerabend, ni pretende justificar la
condena de Galileo, sólo quiere afirmar que la racionalidad científica tiene límites,
y por tanto es necesario buscar una racionalidad más grande, de carácter filosófico,
teológico y abierta a la trascendencia. El Papa no tiene miedo al diálogo, ni a la
ciencia, ni a la investigación, ni a los que le atacan; estos sí, estos tienen miedo
a la razón, pero sobre todo tienen miedo a la verdad.
Concluimos. Ser crítico
con los falsos científicos es un servicio a la humanidad, servicio al que el Papa
Benedicto XVI no quiere, ni puede, ni debe renunciar. Este era el título de la Conferencia
que no puedo pronunciar: “No vengo a imponer la fe sino a solicitar el coraje por
la verdad”. ¿En Radio Vaticano estamos defendiendo al Papa? Sí, pero sobre todo estamos
proclamando y defendiendo la verdad evangélica que predica el Papa. La Iglesia tiene
2.000 años de historia y la gloria de muchos mártires. Tiene sobre todo la gloria
de su primer mártir, Jesucristo, a quien mataron porque pasó haciendo el bien. Gastarse
por los demás, dar la vida por los demás, es una de las pocas verdades no contraria
a la razón y salva al hombre.