2008-01-16 16:17:41

Audiencia general: en vísperas del centenario de la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos, llamamiento del Papa a «rezar sin cesar implorando con insistencia a Dios el gran don de la unidad entre todos los discípulos del Señor»


Miércoles, 16 ene (RV).- En su Audiencia General de esta mañana, Benedicto XVI ha dirigido un llamamiento a la oración, recordando que está por empezar el Octavario por la unidad de los cristianos, que este año celebra su centenario, con el lema «No ceséis de orar»:

«Pasado mañana, viernes 18 de enero, comienza la acostumbrada Semana de oración por la unidad de los cristianos, que este año reviste un valor singular puesto que han transcurrido cien años de su puesta en marcha. El tema es la invitación de san Pablo a los Tesalonicenses: «No ceséis de orar» (1 Tes 5,17). Invitación que con gusto hago mía y que dirijo a toda la Iglesia. Sí, es necesario rezar sin cesar implorando con insistencia a Dios el gran don de la unidad entre todos los discípulos del Señor. Que la fuerza inextinguible del Espíritu Santo nos estimule en un compromiso sincero de búsqueda de la unidad, para que podamos profesar todos juntos que Jesús es el único Salvador del mundo».

Y como había anunciado el pasado miércoles, Benedicto XVI ha dedicado hoy, por segunda semana consecutiva, su catequesis de la Audiencia General a la figura de San Agustín, el gran obispo de Hipona. El Santo Padre esta vez ha querido subrayar la actualidad de las enseñanzas de uno de los mayores padres de la Iglesia, que sin duda están entre los principales puntos de referencia en la visión teológica del Papa. “Cuando leo sus escritos -ha revelado el Pontífice- no tengo la impresión de estar ante un hombre que murió hace 1.600 años, sino que pienso que es un hombre de hoy, un amigo, un contemporáneo, que me habla, que nos habla de su fe, fresca y actual”.

''Vivos son también sus escritos'', ha afirmado Benedicto XVI que, para rendir homenaje a la figura del obispo de Hipona, peregrinó el pasado 22 de abril a su tumba en Pavía, donde san Agustín, muerto en 430, reposa desde el año 725. “Hablando así con San Agustín -ha explicado el Santo Padre a los más de 5 mil peregrinos reunidos en el aula Pablo VI del Vaticano- observando que nos habla en sus escritos, comprobamos la actualidad permanente de su fe, de la fe que viene de Cristo, del Verbo eterno encarnado e hijo de Dios, hijo de Dios con nosotros”.

Un obispo, un sacerdote, cualquier hombre de Iglesia, cuando el peligro acecha a toda la comunidad no abandona a sus fieles: juntos se salvan o juntos sufren la calamidad". Benedicto XVI citando estas palabras de san Agustín ha dicho que se trata "de un heroico mensaje que han hecho suyo muchos sacerdotes a lo largo de los siglos”. La recomendación del obispo de Hipona a los suyos, ha recordado el Papa era "no dejarse desanimar nunca. Ante las dificultades de la vida -decía- es necesario esforzarse para ayudar al necesitado".

En la reflexión catequética sobre el gran filosofo cristiano, el Papa ha recordado también el claro magisterio del obispo de Hipona contra cualquier forma de violencia: "la paz - ha recordado - se construye con la paz y no con la guerra”.  ''En Agustín vemos la actualidad de la fe encarnada: podemos ver que esta fe no es de ayer aunque fue predicada en el pasado” ha precisado Benedicto XVI. “Vemos que realmente Cristo, ayer, hoy y siempre es el camino, la verdad y la vida”. Así San Agustín - ha concluido el Papa- nos anima a confiarnos siempre a Cristo vivo para encontrar el camino de la vida''.

Este ha sido el resumen de la catequesis en español, en las palabras del Santo Padre. RealAudioMP3

Queridos hermanos y hermanas:
Siguiendo hablando de San Agustín, me refiero hoy a sus últimos años de vida, cuando designó a su sucesor, Heraclio, como Obispo de Hipona, para consagrar su tiempo al estudio de la Sagrada Escritura. Fueron años de una extraordinaria actividad intelectual, pero en los que realizó también grandes esfuerzos de pacificación ante el acoso de las tribus del sur a las provincias africanas. Como él decía, «la gloria más grande es de vencer a la guerra con la palabra, más que matar a los hombres con la espada». Después, el asedio de Hipona por los Vándalos en el cuatrocientos veintinueve aumentó más aún la pena de Agustín. En su vejez, veía derrumbarse el mundo de la cristiandad en su tierra. No obstante, permaneció firme, confortando a los demás con la meditación de los misteriosos designios de la Providencia. Si el mundo envejece, Cristo es siempre joven, afirmaba. Su casa-monasterio se abrió a los hermanos en el episcopado que le pedían hospitalidad. Ya cercano a la muerte, sólo se ocupaba de orar con los salmos penitenciales, porque, confesaba, nadie puede afrontar la muerte sin una adecuada penitencia. Murió el 28 de agosto del cuatrocientos treinta. Su cuerpo fue trasladado a Cerdeña y, hacia el setecientos veinticinco, a Pavía, donde reposa hoy. Pero nosotros lo reencontramos aún vivo en sus escritos.
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española venidos de España, Uruguay y otros países latinoamericanos. Que la vida y escritos de San Agustín sean para todos nosotros luz y aliento en nuestro camino.
Muchas gracias.


Como es tradicional, Benedicto XVI ha saludado en varias lenguas a los numerosos fieles y peregrinos que han participado en su Audiencia General, durante la cual ha recibido grandes aplausos y manifestaciones de aprecio y cariño. En italiano se ha dirigido a un grupo de representantes de la Asociación italiana de ganaderos. «Realidad importante para la economía del país», ha señalado el Papa, exhortando a «trabajar cada vez más en el respeto del ambiente y en favor de la seguridad alimentaria de los ciudadanos». En este contexto, recordando que mañana se celebra la fiesta litúrgica de san Antonio abad, ha deseado que éste, que es su santo patrono, les impulse en su adhesión generosa a Cristo y a testimoniar con alegría el Evangelio. También en sus saludos a los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados, Benedicto XVI ha recordado a san Antonio Abad.

Deseando que este «insigne padre del monacato que trabajó mucho por la Iglesia, sosteniendo a los mártires en la persecución, aliente a los jóvenes en la búsqueda constante y en el seguimiento fiel de Cristo», el Papa ha expresado el anhelo de que san Antonio abad ayude a los queridos enfermos a soportar con paciencia sus sufrimientos y a ofrecerlos con el fin de que el Reino de Dios se difunda en todo el mundo. Así como también ayude a los recién casados a ser testimonios del amor de Cristo en su vida familiar.







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