Audiencia general: en vísperas del centenario de la Semana de Oración por la Unidad
de los Cristianos, llamamiento del Papa a «rezar sin cesar implorando con insistencia
a Dios el gran don de la unidad entre todos los discípulos del Señor»
Miércoles, 16 ene (RV).- En su Audiencia General de esta mañana, Benedicto XVI ha
dirigido un llamamiento a la oración, recordando que está por empezar el Octavario
por la unidad de los cristianos, que este año celebra su centenario, con el lema «No
ceséis de orar»:
«Pasado mañana, viernes 18 de enero, comienza la acostumbrada
Semana de oración por la unidad de los cristianos, que este año reviste un valor singular
puesto que han transcurrido cien años de su puesta en marcha. El tema es la invitación
de san Pablo a los Tesalonicenses: «No ceséis de orar» (1 Tes 5,17). Invitación que
con gusto hago mía y que dirijo a toda la Iglesia. Sí, es necesario rezar sin cesar
implorando con insistencia a Dios el gran don de la unidad entre todos los discípulos
del Señor. Que la fuerza inextinguible del Espíritu Santo nos estimule en un compromiso
sincero de búsqueda de la unidad, para que podamos profesar todos juntos que Jesús
es el único Salvador del mundo».
Y como había anunciado el pasado miércoles,
Benedicto XVI ha dedicado hoy, por segunda semana consecutiva, su catequesis de la
Audiencia General a la figura de San Agustín, el gran obispo de Hipona. El Santo Padre
esta vez ha querido subrayar la actualidad de las enseñanzas de uno de los mayores
padres de la Iglesia, que sin duda están entre los principales puntos de referencia
en la visión teológica del Papa. “Cuando leo sus escritos -ha revelado el Pontífice-
no tengo la impresión de estar ante un hombre que murió hace 1.600 años, sino que
pienso que es un hombre de hoy, un amigo, un contemporáneo, que me habla, que nos
habla de su fe, fresca y actual”.
''Vivos son también sus escritos'', ha afirmado
Benedicto XVI que, para rendir homenaje a la figura del obispo de Hipona, peregrinó
el pasado 22 de abril a su tumba en Pavía, donde san Agustín, muerto en 430, reposa
desde el año 725. “Hablando así con San Agustín -ha explicado el Santo Padre a los
más de 5 mil peregrinos reunidos en el aula Pablo VI del Vaticano- observando que
nos habla en sus escritos, comprobamos la actualidad permanente de su fe, de la fe
que viene de Cristo, del Verbo eterno encarnado e hijo de Dios, hijo de Dios con nosotros”.
Un
obispo, un sacerdote, cualquier hombre de Iglesia, cuando el peligro acecha a toda
la comunidad no abandona a sus fieles: juntos se salvan o juntos sufren la calamidad".
Benedicto XVI citando estas palabras de san Agustín ha dicho que se trata "de un heroico
mensaje que han hecho suyo muchos sacerdotes a lo largo de los siglos”. La recomendación
del obispo de Hipona a los suyos, ha recordado el Papa era "no dejarse desanimar nunca.
Ante las dificultades de la vida -decía- es necesario esforzarse para ayudar al necesitado".
En la reflexión catequética sobre el gran filosofo cristiano, el Papa ha recordado
también el claro magisterio del obispo de Hipona contra cualquier forma de violencia:
"la paz - ha recordado - se construye con la paz y no con la guerra”. ''En Agustín
vemos la actualidad de la fe encarnada: podemos ver que esta fe no es de ayer aunque
fue predicada en el pasado” ha precisado Benedicto XVI. “Vemos que realmente Cristo,
ayer, hoy y siempre es el camino, la verdad y la vida”. Así San Agustín - ha concluido
el Papa- nos anima a confiarnos siempre a Cristo vivo para encontrar el camino de
la vida''.
Este ha sido el resumen de la catequesis en español, en las palabras
del Santo Padre.
Queridos
hermanos y hermanas: Siguiendo hablando de San Agustín, me refiero hoy
a sus últimos años de vida, cuando designó a su sucesor, Heraclio, como Obispo de
Hipona, para consagrar su tiempo al estudio de la Sagrada Escritura. Fueron años de
una extraordinaria actividad intelectual, pero en los que realizó también grandes
esfuerzos de pacificación ante el acoso de las tribus del sur a las provincias africanas.
Como él decía, «la gloria más grande es de vencer a la guerra con la palabra, más
que matar a los hombres con la espada». Después, el asedio de Hipona por los Vándalos
en el cuatrocientos veintinueve aumentó más aún la pena de Agustín. En su vejez, veía
derrumbarse el mundo de la cristiandad en su tierra. No obstante, permaneció firme,
confortando a los demás con la meditación de los misteriosos designios de la Providencia.
Si el mundo envejece, Cristo es siempre joven, afirmaba. Su casa-monasterio se abrió
a los hermanos en el episcopado que le pedían hospitalidad. Ya cercano a la muerte,
sólo se ocupaba de orar con los salmos penitenciales, porque, confesaba, nadie puede
afrontar la muerte sin una adecuada penitencia. Murió el 28 de agosto del cuatrocientos
treinta. Su cuerpo fue trasladado a Cerdeña y, hacia el setecientos veinticinco, a
Pavía, donde reposa hoy. Pero nosotros lo reencontramos aún vivo en sus escritos. Saludo
cordialmente a los peregrinos de lengua española venidos de España, Uruguay y otros
países latinoamericanos. Que la vida y escritos de San Agustín sean para todos nosotros
luz y aliento en nuestro camino. Muchas gracias.
Como es
tradicional, Benedicto XVI ha saludado en varias lenguas a los numerosos fieles y
peregrinos que han participado en su Audiencia General, durante la cual ha recibido
grandes aplausos y manifestaciones de aprecio y cariño. En italiano se ha dirigido
a un grupo de representantes de la Asociación italiana de ganaderos. «Realidad importante
para la economía del país», ha señalado el Papa, exhortando a «trabajar cada vez más
en el respeto del ambiente y en favor de la seguridad alimentaria de los ciudadanos».
En este contexto, recordando que mañana se celebra la fiesta litúrgica de san Antonio
abad, ha deseado que éste, que es su santo patrono, les impulse en su adhesión generosa
a Cristo y a testimoniar con alegría el Evangelio. También en sus saludos a los jóvenes,
a los enfermos y a los recién casados, Benedicto XVI ha recordado a san Antonio Abad.
Deseando que este «insigne padre del monacato que trabajó mucho por la Iglesia,
sosteniendo a los mártires en la persecución, aliente a los jóvenes en la búsqueda
constante y en el seguimiento fiel de Cristo», el Papa ha expresado el anhelo de que
san Antonio abad ayude a los queridos enfermos a soportar con paciencia sus sufrimientos
y a ofrecerlos con el fin de que el Reino de Dios se difunda en todo el mundo. Así
como también ayude a los recién casados a ser testimonios del amor de Cristo en su
vida familiar.