2008-01-13 15:16:03

En la Capilla Sixtina el Papa bautiza a trece recién nacidos y recuerda que Dios nos salva de las tinieblas con el Bautismo


Domingo, 13 ene (RV).- En el domingo que la liturgia recuerda el Bautismo de Jesús en el río Jordán, Benedicto XVI ha administrado esta mañana por tercera vez en su Pontificado, el primer sacramento de la vida de los cristianos a trece recién nacidos. El Santo Padre ha presidido la celebración del bautismo en el curso de la santa Misa que ha celebrado en el espléndido marco de la Capilla Sixtina.

Los trece pequeños son todos hijos de empleados y funcionarios que trabajan en la Ciudad del Vaticano, y han estado acompañados por sus padres, padrinos y madrinas, y un pequeño grupo de familiares. Algunos de ellos han participado de manera activa en la liturgia eucarística proclamando las lecturas, invocando las oraciones de los fieles o llevando al altar los dones durante el ofertorio. El Pontífice, como es ya habitual, ha vertido el agua sobre la cabeza de los niños utilizando una concha dorada. El gesto tiene un rico significado desde el punto de vista litúrgico, ya que la concha recuerda la peregrinación y simboliza el nuevo camino que los bautizados inician entrando a formar parte de la comunidad de creyentes.

“Administrar el sacramento del Bautismo en el día del Bautismo del Señor -ha dicho el Papa en su homilía- es siempre un motivo de alegría especial y uno de los momentos más expresivos de nuestra fe, en el que podemos casi ver a través de los signos de la liturgia, el misterio de la vida”. Por un lado, “la vida humana”, representada aquí en particular por estos trece niños que son el fruto del amor de sus padres, y por otro, “el misterio de la vida divina”, que hoy Dios da a estos pequeños “mediante el renacer, a través del agua y del Espíritu Santo”. “Dios es vida”.

“En el Bautismo, el pequeño ser humano recibe una vida nueva, la vida de la gracia, que lo hace idóneo para entrar en relación personal con el Creador. Y esto es para siempre, para toda la eternidad –ha recordado el Papa, señalando después que a veces- el hombre, desgraciadamente, es capaz de apagar esta nueva vida con su pecado, reduciéndose a una situación que la Sagrada Escritura llama ‘la segunda muerte’”.

“Mientras en las otras criaturas que no están llamadas a la eternidad, la muerte significa solamente el fin de la existencia en la tierra -ha explicado el Santo Padre- en nosotros el pecado crea un abismo que puede engullirnos para siempre si el Padre que está en los cielos no nos tiende su mano”. El misterio del Bautismo es éste, ha indicado el Papa: “Dios ha querido salvarnos yendo Él mismo hasta el fondo del abismo de la muerte, para que cada hombre, incluso los que han caído en lo más profundo y no ven el cielo, puedan encontrar la mano de Dios a la que aferrarse y remontar las tinieblas para volver a ver la luz”.

“Todos sentimos, todos percibimos interiormente que nuestra existencia es un deseo de vida que invoca una plenitud, una salvación. Esta plenitud de vida nos la da el Bautismo”. El Bautismo que Jesús recibió en el Jordán, ha subrayado Benedicto XVI, fue el primer acto público. “Desde aquel momento, Jesús fue revelado como Aquel que ha venido a bautizar a la humanidad en el Espíritu Santo: ha venido a traer a los hombres la vida en abundancia, la vida eterna, que resucita al ser humano y lo sana enteramente, de cuerpo y de espíritu, devolviéndolo al proyecto originario para el cual ha sido creado.
 
“La finalidad de la existencia de Cristo ha sido, pues, el donar a la humanidad la vida de Dios, su Espíritu de amor, para que cada hombre pueda beber de este manantial inagotable de salvación”. El Santo Padre ha finalizado su homilía recordando que en el rito del Bautismo hay un signo elocuente que expresa precisamente la transmisión de la fe, y es la entrega, a cada uno de los bautizados, de un cirio encendido de la llama pascual: es la luz de Cristo resucitado “que vosotros -ha dicho el Papa a los padres y padrinos de los bautizados- os comprometéis a transmitir a vuestros hijos”. “Alimentad siempre, queridos hermanos y hermanas, la llama de la fe con la escucha y la mediación de la Palabra de Dios y la asidua comunión con Jesús Eucaristía”.

El Papa ha concelebrado la misa con dos obispos que le han ayudado en el rito bautismal: el vicecamarlengo, Mons. Paolo Sardi y el limosnero pontificio, Mons. Félix del Blando Prieto. Este año no ha sido instalada en la capilla Sixtina la peana de madera sobre la se apoyaba un altar provisional para la ocasión. El Papa ha querido que se utilizara el mismo altar de la capilla Sixtina. Se ha retenido oportuno celebrar la misa en el antiguo altar para que de esta manera no se alterara la belleza y la armonía de esta joya arquitectónica y pictórica, preservando así su estructura desde el punto de la celebración y usando una posibilidad que contempla la normativa litúrgica.

Por esto en algunos momentos de la misa, el Papa ha tenido que celebrarla de espaldas a los fieles y con la mirada dirigida a la Cruz, orientando de esta manera la disposición de toda la Asamblea. Por el resto la celebración eucarística ha tenido un desarrollo normal, y durante la cual se ha utilizado el Misal ordinario. Benedicto XVI vestía algunos paramentos sacros que pertenecieron a Juan Pablo II.







All the contents on this site are copyrighted ©.